Venezuela se halla inmersa en una crisis sin precedentes en su historia reciente: este país, antiguamente bastante desarrollado, fue empujado al precipicio económico por la hiperinflación y la corrupción bajo el mandato del presidente Maduro. Ahora, Venezuela es comparable con algunos de los países más pobres de África en materia de pobreza y desigualdad. 96% de sus 31,6 millones de habitantes viven en la pobreza, y un 79% incluso en extrema pobreza. La pandemia ha agravado aún más la miseria. También la Iglesia se ha visto afectada por ella. Por eso, nuestra ayuda a Venezuela es en primer lugar una ayuda a la supervivencia.
Venezuela se halla en un abismo económico y político. Los precios no paran de aumentar. Muchas personas sobreviven solo gracias a los envíos de dinero que reciben de sus parientes en el extranjero. La pandemia ha hecho crecer aún más el desempleo. La situación es desesperada para muchas personas. No es de extrañar que la tasa de suicidios también haya aumentado a la par que la creciente desesperación. Para otros, la huida es el último recurso. Unos cinco millones de venezolanos ya han emigrado.
Pero, a quienes abandonan Venezuela, a menudo no les va mejor que a los refu-giados que se encuentran en las fronteras exteriores europeas. En diciembre de 2020, se produjo una tragedia en la que murieron al menos 27 personas cuando la barca de un grupo de jóvenes que querían huir a Trinidad y Tobago naufragó. Las bandas dedicadas al tráfico de inmigrantes ilegales se aprovechan de la desesperación de los venezolanos y venden caros sus servicios. La Iglesia alza la voz contra estas injusticias y ayuda en todo lo que puede.
Pero la Iglesia también sufre carencias materiales; a menudo le faltan los recursos económicos necesarios para poder llevar a cabo su labor. Y la pandemia no respeta los edificios sagrados. Durante el confinamiento, las iglesias estuvieron cerradas durante cuatro meses.
A nosotros, o nos mata el hambre, o la Covid-19.
Obispo Polito Rodríguez Méndez de San Carlos
Ello hizo que los sacerdotes dejaran de recibir colectas, y que muchas veces no tuvieran ni siquiera para comer. Con estipendios de Misas y subsidios económicos, nos ocupamos de que los sacerdotes y religiosos pudieran hacer frente a sus necesidades más acuciantes y fueran capaces de continuar con su labor en esta difícil coyuntura.
Asesinato de un joven sacerdote
El 20 de octubre de 2020, el sacerdote venezolano de 39 años José Manuel de Jesús Ferreira fue asesinado delante de su iglesia tras la celebración de la Santa Misa. ACN lamenta la pérdida de este amigo y colaborador que ocupó el cargo de párroco en el Santuario Eucarístico San Juan Bautista de la diócesis de San Carlos de Cojedes. Representan-tes de ACN le visitaron durante dos viajes. Fue un sacerdote y misionero plenamente com-prometido con la fe y con las necesidades de su pueblo.