Entre 1989 y 2003, esta república situada en el oeste de África vivió una de las guerras civiles más sangrientas del continente. Hoy, el país aún no se ha recuperado. Las secuelas de la guerra también suponen un gran desafío para la Iglesia. Nuestra ayuda para Liberia se centra sobre todo en el apoyo a los sacerdotes, quienes a menudo son la única fuente de esperanza para un gran número de fieles.
Más de dos tercios de liberianos aún no creen que la paz vaya a durar. A causa de la guerra civil, la vida social sigue estando caracterizada por una profunda desconfianza a todos los niveles. Por ello ayudamos a la Iglesia en su misión pastoral allí donde nos es posible hacerlo. Nuestra prioridad es el apoyo a los sacerdotes, ya que ellos sostienen sobre sus hombros buena parte del peso de la reconstrucción espiritual de este país devastado por la guerra.
« Las almas de los fieles están aún más destruidas que la infraestructura »
Más allá de las secuelas del conflicto, la crisis del ébola volvió a someter a los liberianos a una dura prueba entre 2014 y 2016. Para poder curar mejor los traumas de la guerra y la epidemia, los obispos planean ofrecer en 2019 ejercicios espirituales adicionales para sacerdotes con el fin de que estos puedan mitigar mejor la carencia espiritual de los fieles.