La fundación pontificia Aid to the Church in Need (ACN) permanece en estrecho contacto con sus socios locales en Rio Grande do Sul y Santa Catarina, las zonas más afectadas por las inundaciones, y se ha comprometido a colaborar en los esfuerzos de recuperación.
Las lluvias torrenciales ya han provocado la muerte de unas 150 personas y afectado a más de dos millones de personas en los estados brasileños de Rio Grande do Sul y Santa Catarina. Muchos de los afectados han perdido todo a causa de las inundaciones, las más grandes de la historia de Rio Grande do Sul, y necesitan ayuda inmediata pero también a largo plazo.
La presidenta ejecutiva de Aid to the Church in Need (ACN), Regina Lynch, ha mandado un mensaje de solidaridad a los socios locales para expresar su “cercanía espiritual” y su intención de ayudar en este momento tan difícil: «Como miembros del mismo cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, ACN quiere apoyar a través de la oración y la asistencia material. Rezamos por todas las personas y estamos disponibles para ayudar a las iglesias locales con las necesidades que surjan, ya sean de emergencia o estructurales».
Lynch expresa además su esperanza de que la solidaridad mundial pueda «detener las consecuencias de la tragedia», y añade: «Que no falte el aliento para los pastores de este rebaño tan afectado. Recemos juntos por la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil”.
Por su parte en una carta a la fundación ACN, el obispo de Osório, en Rio Grande do Sul, explica que todas sus parroquias “se han volcado en la donación de alimentos, agua, productos de higiene, colchones, ropa y otros bienes esenciales”. “Ya hemos conseguido enviar cientos de toneladas de artículos que nos han donado», en lo que describe como un «Pentecostés de caridad».
El obispo también expresó su gratitud a ACN por su constante apoyo a las instituciones eclesiales locales: «En medio de todo el sufrimiento y el dolor, brilla la solidaridad y la caridad de la comunidad local, del pueblo brasileño y del mundo entero. ¡Gracias!».
Por Filipe d’Avillez.