El padre André Poré es el responsable de la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús en Kongoussi, donde han acogido a numerosos refugiados, entre ellos, 2.000 personas del departamento de Rollo (norte de Burkina Faso), expulsadas por los terroristas el 8 de mayo de 2023. Durante su visita a la sede internacional de ACN, este párroco de Ouahigouya -diócesis gravemente afectada por el terrorismo- ha descrito la dramática situación de los refugiados, pero también los retos que afrontan las comunidades de acogida. Además, ha destacado la importancia de la ayuda prestada por ACN para la supervivencia física y espiritual de los desplazados.
En mayo del año pasado, una veintena de aldeas del departamento de Rollo fueron tomados por los terroristas. Desgraciadamente, estos ataques son muy frecuentes en su diócesis. ¿Qué suele ocurrir cuando los terroristas atacan una aldea?
Cuando llegan, los extremistas matan a toda la población o, después de asesinar a varias personas al azar para demostrar que van en serio, obligan a la gente a abandonar sus casas antes de que anochezca. En Rollo, en concreto, los terroristas saquearon y quemaron todo, y al día siguiente asesinaron a varias personas que huían por la carretera. Entre las víctimas también había personas que se habían retrasado en Rollo recogiendo sus pertenencias.
Alrededor de 2.000 desplazados tuvieron que recorrer en plena noche unos 40 kilómetros hasta Kongoussi por carreteras minadas por los terroristas. El padre Étienne Sawadogo, párroco de Rollo, era uno de ellos: fue durísimo. Una mina explotó esa misma noche, matando parte del ganado que habían traído sólo unos segundos después de que pasaran por allí los hombres, los carros, las mujeres y los niños… toda esa gente podría haber muerto, pero la mano de Dios los protegió.
La población de Rollo llegó entonces a Kongoussi y Séguénéga, dos ciudades no preparadas para acoger a tantos desplazados…
Efectivamente, la gente llegó inesperadamente de madrugada; llegó agotada, traumatizada y con las manos vacías. Todo el mundo empezó a ayudarlos, proporcionándoles comida y ropa, y así lo hizo también nuestra parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús. Algunos desplazados que tienen parientes o conocidos en los alrededores pudieron ser acogidos por ellos, pero para la mayoría fue muy difícil.
Los desplazados tuvieron que esperar varios días antes de poder beneficiarse de las ayudas estatales, ya que primero tuvieron que registrarse y esperar a que se pusieran en marcha las medidas de ayuda. Por eso era muy importante que nosotros reaccionáramos rápidamente. Ser un desplazado es terrible, es como el Éxodo: se ven obligados a abandonar los campos que cultivan para vivir en una pobreza extrema.
¿Cómo describiría la situación actual de los desplazados en Rollo?
La mayoría vive en refugios improvisados, en tiendas de campaña. Es una situación muy difícil, sobre todo para los ancianos, porque bajo una lona no estás protegido ni de la lluvia ni del calor. De marzo a mayo, las temperaturas pueden alcanzar allí los 45 grados. Desde principios de año, ya hemos registrado 400 muertes entre los desplazados, y la mayoría son víctimas de las condiciones insalubres. Hacemos lo que podemos para ayudar, pero carecemos de recursos para todos. La ayuda estatal es muy puntual, por lo que a largo plazo es preciso que intervenga la Iglesia. Por eso el apoyo de ACN es tan valioso para nosotros. Lo que el padre Étienne -ahora mi vicario cooperador- ha recibido de la fundación ACN nos ha ayudado enormemente: con esa ayuda hemos podido comprar toneladas de alimentos y pagar las recetas médicas de los enfermos. En nombre del párroco Étienne y de la población desplazada de Rollo, quiero daros mil gracias de todo corazón.
La imposibilidad de ganarse el pan de cada día también es un gran problema para los desplazados. Algunas mujeres recogen arena al borde de la carretera para vendérsela a los camiones que transportan materiales de construcción, y otras intentan vender las rosquillas que cocinan, con lo que ganan 1 o 1,50 euros al día. Con marido y tres hijos, eso apenas alcanza para una sola comida, pues en la ciudad todo se ha encarecido mucho. Los hombres intentan trabajar como albañiles o jardineros, por ejemplo, pero algunos se quedan en sus tiendas de refugiado todo el día porque nadie los contrata. En estos momentos, estoy dedicando mucho tiempo a buscar la mejor manera de ayudarles a conseguir empleo, porque la parroquia tiene tierras que se podrían cultivar. Sin embargo, para ello necesitaríamos agua y herramientas.
¿Podría contarnos cómo está apoyando psicológica y espiritualmente la Iglesia a los desplazados en esta situación tan desoladora?
Ayudar a la gente a superar sus traumas es una tarea muy importante para la Iglesia, y gracias al apoyo de ACN, un sacerdote de nuestra diócesis se ha formado en Kenia en esta especialidad. Ahora el objetivo es que él, a su vez, forme a otros. El apoyo espiritual también es crucial para evitar el desánimo, pues queremos vivir esta prueba con fe y esperanza. Desde la llegada de los desplazados de Rollo hemos intensificado nuestra labor pastoral. Organizamos periódicamente jornadas de recogimiento que incluyen la misa y la confesión.
En unas de ellas he impartido una catequesis sobre la deportación del Pueblo de Israel a Babilonia. Está claro que, pese a las diferentes connotaciones, existen evidentes paralelismos con nuestra situación. Lo que estamos viviendo es como lo que vivió el Pueblo de Dios en el pasado, según lo conocemos por la Biblia.
En toda Burkina Faso, muchas localidades han sido atacadas por terroristas. ¿Podrán los desplazados regresar algún día a sus aldeas?
Cuando los terroristas atacan un pueblo, la mayoría de las veces minan las casas y las carreteras cercanas. Después de los ataques, el ejército intenta asegurar estas zonas utilizando detectores de minas y, cuando terminan, normalmente en torno a un 80% de la población regresa a su hogar, porque quedarse en la ciudad es difícil. No obstante, la gente vive inquieta porque los terroristas a veces regresan a lugares que ya han atacado. El ejército permanece en los alrededores para proteger a la población, pero, por desgracia, no puede estar en todas partes al mismo tiempo. En Rollo, las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS) están asegurando la zona, por lo que esperamos que la gente pueda regresar pronto.
Burkina Faso es un país conocido por la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes. ¿Ha deteriorado el extremismo islamista estas relaciones?
No, al contrario; en mi opinión, las relaciones entre cristianos y musulmanes se han fortalecido. Estamos unidos, y actualmente celebramos muchos más encuentros interreligiosos. A la hora de distribuir ayuda entre los desplazados, la parroquia no hace distinciones entre los grupos religiosos, y eso ha impresionado a los musulmanes y ha reforzado nuestros lazos. De hecho, los cristianos son minoría en Burkina Faso, por lo que hay más musulmanes que cristianos entre los desplazados. A veces pedimos ayuda sólo para los cristianos, por ejemplo, en relación con actividades pastorales y espirituales; pero para recibir apoyo humanitario, todos son bienvenidos, porque todos somos criaturas de Dios.
En 2023 y 2024, ACN ha apoyado a la diócesis de Ouahigouya en la asistencia a los desplazados de Rollo. Este apoyo ha incluido la provisión de alimentos, la construcción de refugios temporales, atención sanitaria, escolarización de los niños, labores pastorales y actividades generadoras de ingresos. Además, la fundación pontificia ha ayudado a los sacerdotes proporcionándoles motocicletas para facilitar su labor pastoral con los desplazados, y los ha apoyado con intenciones de misa.
Por Sina Hartert.