Situado en el sudeste de África, Mozambique ocupa el décimo puesto entre los países más pobres de la Tierra. En muchos lugares aún pueden verse las huellas de la guerra civil que causó estragos en el país de 1977 a 1992. La población se ha visto afectada por graves catástrofes naturales en los últimos años. Además, el norte del país es víctima del terrorismo yihadista desde 2017, lo que ha causado una ola de refugiados en la región. También la Iglesia sufre graves ataques. En 2020, ACN apoyó a la Iglesia local con toda una batería de medidas, centradas sobre todo en la ayuda de emergencia a los desplazados.
Apenas un 19% de los aproximadamente 30 millones de habitantes de Mozambique son musulmanes, en su mayoría sunitas. Pero en Cabo Delgado, la provincia más septentrional de Mozambique, estos constituyen la mayor parte de la población. La convivencia entre religiones fue pacífica hasta hace poco. Pero, desde octubre de 2017, el grupo yihadista “Ahlu-Sunnah Wa-Jamu” (ASWJ) siembra el terror en la región.
En el norte, aldeas enteras han quedado despobladas
Obispo Luiz Fernando Lisboa de Pemba
Los “guerreros de Dios” disponen de armamento moderno y actúan sobre todo en la diócesis de Pemba. Allí, más de 2.500personas han sido asesinadas en más de 600 ataques hasta diciembre de 2020. Muchas aldeas están despobladas. Al menos 560.000 personas han huido.
La Iglesia tampoco se ha salvado de los ataques: la estación misionera de Nangololo, el convento benedictino de Auasse, la iglesia parroquial de la ciudad portuaria de Mocímboa da Praia, una emisora de radio católica y varias capillas han sido atacadas y destruidas. Los misioneros pudieron ponerse a salvo en la mayoría de los casos, pero, en un nuevo ataque cometido en Mocímboa da Praia en agosto de 2020, dos religiosas fueron secuestradas y puestas en libertad 24 días más tarde.
A la diócesis de Pemba, gravemente afectada por estos ataques, ACN ofreció en 2020 una ayuda de emergencia de 160.000para satisfacer las necesidades básicas de los desplazados. Pero las personas están traumatizadas y necesitan urgentemente atención pastoral y psicológica, que también nosotros financiamos. Además, pudimos ayudar económicamente a programas de radio religiosos emitidos por distintas emisoras en la diócesis de Pemba. Sobre todo en el panorama de crisis actual, es-tos programas proporcionan esperanza y equilibrio interior a un gran número de fieles, especialmente a los refugiados. En el año de referencia se destinaron fondos adicionales al sustento de religiosas, a estipendios de Misas para sacerdotes y a la formación de seminaristas.