El 9 de septiembre de 2019, Francisco será, treinta años después de San Juan Pablo II, el segundo Papa en pisar suelo mauriciano. En esa etapa del viaje, en el que visitará las Iglesias del Océano Índico, lo esperarán los cristianos, pero también los hindúes y los musulmanes, todos ellos parte integrante de la sociedad mauriciana.
Mauricio es un pequeño país de 1.865 kilómetros cuadrados, a saber, el equivalente de una cuarta parte de Córcega, pero con cuatro veces más habitantes. La isla tiene la particularidad de no contar con una población originaria, sino de estar habitada por africanos, europeos e indios. La variedad de religiones es tan diversa como la composición étnica: allí hay cristianos, musulmanes, budistas, hindúes… Todas estas son características que convierten la isla en un lugar sorprendente, donde las comunidades generalmente conviven en armonía, según asegura el P. Alexis Wiehe, oriundo de la isla pero ahora párroco de la catedral de Toulon en Francia. “A veces hay tensiones, por supuesto, pero nos llevamos bien”, dice satisfecho. “¡Nuestra pequeña sociedad insular podría ser presentada como ejemplo de concordia entre comunidades!”.
Las “tensiones” entre los grupos religiosos a las que se refiere el sacerdote salieron a relucir especialmente a raíz de la independencia del país (12 de marzo de 1968). “Durante ese complicado período, la Iglesia Católica ejerció un papel conciliador. Y entonces, como ahora, desempeñó un papel social de primer orden en el país”, explica. No obstante, representa a una minoría -alrededor de una cuarta parte de los mauricianos son católicos-, y su influencia está disminuyendo. Las vocaciones religiosas atraviesan una crisis, y con excepciones de algunas comunidades, como la Chemin Neuf que lleva ya 25 años, la Iglesia Católica está perdiendo fuerza.
“El mauriciano no ha dejado de ser religioso, pero esta religión está desgarrada”, explica el P. Wiehe. Los cristianos, principalmente de cultura criolla, están imbuidos del vudú. Creen en el poder de los hechiceros, y eso marca profundamente su forma de practicar la religión. Su fe se mezcla con el miedo a los espíritus y las supersticiones.
En este difícil contexto, la llegada del Papa Francisco suscita muchas esperanzas, pues su impulso unificador irá mucho más allá de la comunidad católica: “Toda nuestra isla se siente honrada de recibir al Santo Padre. El Papa ensambla el mosaico que forma nuestra isla”, asegura el P. Wiehe. El lunes, 9 de septiembre, podría incluso ser declarado día festivo para permitir que todo el mundo pueda participar en el acontecimiento.
La fecha que el Santo Padre ha elegido para visitar la isla es conocida por todos los mauricianos, pues es la fiesta del Beato P. Jacobo Desiderio Laval. Este sacerdote espiritano, que fue objeto de la primera beatificación del Papa Juan Pablo II en 1979, es considerado el gran misionero de la isla. Cuando llegó en 1841, aprendió criollo y redactó un pequeño catecismo en el idioma local. Llevó el Evangelio a los esclavos recientemente liberados por las autoridades británicas. Incansable, visitó montado en burro las chozas más pobres con su sotana remendada. Falleció en 1864, después de una obra de evangelización fecundísima. Cada año se celebra su fiesta con multitudinarias procesiones que movilizan muchos más allá de la comunidad católica. En 2019 las procesiones tendrán lugar los días 7 y 8 de septiembre para no alterar el acontecimiento principal: la Misa celebrada en Port Louis por el Papa Francisco.
El 9 de septiembre, el Papa Francisco hará una parada en Mauricio en su viaje de regreso desde Antananarivo, Madagascar. Allí celebrará una Misa en el monumento consagrado a María Reina de la Paz, y luego almorzará con los obispos de la Conferencia Episcopal del Océano Índico. Después de su visita al santuario del Padre Laval, se reunirá con el presidente y el primer ministro de la República. Para concluir, se dirigirá a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en su segundo y último discurso público de la jornada.