El carácter universal de la Iglesia no puede representarse de forma más clara: dos religiosas nigerianas de la orden fundada en México de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento se trasladan a Rusia para apoyar en la pastoral y la catequesis al Obispo de la Diócesis de Saratov, Mons.Clemens Pickel, procedente de Alemania.
Pero, primero, Anastesia Ndubuisi y Cordelia Enwereuzo tienen que aprender ruso. “Están progresando”, dice Mons. Clemens Pickel, quien recuerda cuán asustadas estaban al ver por primera vez la niebla y la nieve. La diócesis es un cosmos en sí mismo, pues la mayoría de las 61 religiosas de diferentes comunidades vienen del extranjero, “desde Argentina hasta Filipinas”.
Muchas vienen de Polonia, algunas de Rusia misma, algunas vivieron ellas mismas los tiempos de la Iglesia clandestina bajo la dictadura de los comunistas, y entre las jóvenes mujeres rusas “la radical decisión por Cristo no guarda relación con la tradición familiar, pues no había tal. Allí solo estaban la llamada de Dios y un corazón abierto”. “Se les puede encomendar cualquier tarea”, dice Mons. Clemens con un dejo de admiración. “La catequesis, la pastoral infantil y juvenil, las visitas a los enfermos, el cuidado de los ancianos y también en la sacristía. Yo noto inmediatamente cuándo una religiosa ha preparado la Misa. Realmente hay que esforzarse para emularlas en su entrega a Cristo en las pequeñas cosas”. Sin la ayuda de las religiosas extranjeras, una de las mayores diócesis del mundo no funcionaría.
En ella hay que viajar mucho, y sus 20.000 católicos representan un 0,04% de sus 45 millones de habitantes. Para ellos y también para muchos otros cristianos, Anastesia y Cordelia aprenden ruso. Pero no pueden pagarse las clases de ruso (3.000 euros) ni ellas ni las demás Hermanas pueden ganarse el sustento. “Ayuda a la subsistencia es la denominación correcta”, dice Mons. Pickel, pensativo… y es que de ellas depende también la subsistencia de la diócesis. Nosotros contribuimos con 35.000 euros.