IRÁN: «Una Iglesia sin martirio sería como un árbol sin fruto»

Poco después de las  nuevas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a Irán a comienzos de noviembre, la fundación pontificia Aid to the Church in Need entrevistó a Mons. Ramzi Garmou, Arzobispo de Teherán y presidente de la Conferencia Episcopal, durante una visita a Suiza, invitado por la fundación para hablar de pequeña, pero antiquísima Iglesia Caldea iraní. Nacido en el Kurdistán iraquí, Mons. Garmou reside en Irán desde 1976.

Estados Unidos ha impuesto nuevas sanciones económicas a su país de adopción, Irán. ¿Cómo es la situación sobre el terreno?

Irán no ha sido golpeado por sanciones económicas por primera vez. Yo soy un cristiano de origen iraquí, aunque viva en Irán desde 1976, y, créame, los que procedemos de esta región sabemos que Estados Unidos defiende sus propios intereses al precio que sea. En 2003 devastaron mi país natal bajo pretextos fútiles y abrieron la puerta a la llegada del Daesh. Los iraníes ya tienen grandes dificultades a la hora de encontrar trabajo y alimentarse, porque la vida es muy cara. Ellos no piden grandes cambios políticos; solo quieren empleo y pan.

La Iglesia apoya a los necesitados con los medios a su alcance, sobre todo contribuyendo a costear los gastos escolares o médicos, pero, ante todo, tiene un poder espiritual y mantiene su proximidad con los pobres.

 

Archbishop Ramzi Garmou of Teheran
Mons. Ramzi Garmou, Arzobispo de Teherán

 

¿Están en Irán los cristianos especialmente desfavorecidos?

Les está prohibido ejercer determinadas funciones como, por ejemplo, la de director de una escuela, pero, por lo general, las comunidades cristianas históricas están bien integradas en la sociedad iraní. ¡Nuestras raíces son profundas! La comunidad caldea, reducida actualmente a un rebaño minúsculo de 4.000 almas, se remonta a los tiempos apostólicos. Fue el apóstol Santo Tomás quien llevó el Evangelio hasta Persia y quien creó nuestra Iglesia. La Historia se ha olvidado un poco de ello, pero nosotros enviamos a misioneros hasta China mucho antes que los occidentales. En estos momentos, atravesamos de nuevo un periodo de crisis que comenzó con la revolución de Jomeini en 1979. Todas las escuelas y los hospitales católicos que contribuían a nuestro prestigio fueron cerrados, disminuyendo así de forma considerable nuestra influencia en la sociedad.

¡Pero echen un vistazo a nuestra historia! Los cristianos han conocido la persecución desde el principio bajo el Imperio Sasánida persa hasta el siglo VII. En aquella época, los cristianos ya eran sospechosos de ser traidores afiliados a Occidente. Después llegaron las invasiones mongolas, por ejemplo. Pero esto no es sorprendente: Jesús mismo, en los Evangelios, advierte a sus discípulos que serán perseguidos a causa de su nombre. El Evangelio da respuesta a las aspiraciones profundas del hombre, pero su anuncio se ve acompañado de persecución, y eso desde Pentecostés hasta el fin del peregrinaje de la Iglesia sobre la tierra. ¡Una Iglesia sin mártires sería como un árbol sin frutos!

¿Pero no teme usted la desaparición total de los cristianos de Irán?

Por supuesto, la emigración masiva de cristianos y, sobre todo, de la juventud nos preocupa. Sin embargo, no debemos contemplar la situación con una mirada demasiado humana. La fuerza y el dinamismo de una comunidad cristiana no dependen de su cantidad de creyentes. Además, creo que nuestra situación es menos grave que la de las comunidades cristianas en Occidente, que viven en un entorno donde la mayoría de los europeos no tienen fe o son indiferentes, mientras que nuestros vecinos musulmanes nos recuerdan constantemente a Dios.

Lo único que cuenta es si podemos dar testimonio de la fe. Pues bien, podemos hacerlo. Sin publicidad, pero simplemente viviendo como cristianos. Y vemos los frutos de ello, pues hay musulmanes que por propia voluntad acuden a vernos y que quieren conocer el mensaje del Evangelio. Cuando se les pregunta qué despertó en ellos este deseo, a menudo responden que conocen a un vecino cristiano cuyo ejemplo quieren seguir.

Se habla de miles de musulmanes convertidos al Cristianismo en Irán. ¿Usted ve este fenómeno?

Se trata de una cuestión extremadamente delicada. Ante todo, hay que precisar que la mayoría de las conversiones se dan entre los protestantes evangélicos. Nosotros estamos bajo estricta vigilancia. Sí ocurre que se unen a nosotros antiguos musulmanes, pero estos se exponen a graves problemas, primero con sus familias y luego con el régimen. Como botón de muestra, tenemos dos seminaristas que han pasado temporadas en prisión porque ambos son conversos.

En particular, no nos está permitido celebrar la Misa en lengua persa. Nosotros amamos nuestra lengua aramea, la lengua de Jesús mismo, y la hablamos en nuestros hogares, pero los iraníes no la comprenden. Al estar confinados a esta lengua, no podemos comunicar nuestra fe, y por la misma razón, no podemos tener Biblias o libros sagrados en persa.

Entonces, ¿cómo explicarse la traducción del Catecismo de la Iglesia Católica por los ayatolás chiíes iraníes?

Sí, ese fue un gesto muy alentador de apertura, hecho por los ayatolás que se interesaban por el mensaje de la Iglesia Católica. El clero chií manifiesta un respeto por la autoridad moral internacional del Vaticano. Además, hay un embajador iraní en el Vaticano, y hay estudiantes que viajan en los dos sentidos. Irán está muy aislado y vive bajo la presión constante de Arabia Saudí y los Estados Unidos. Nuestro país es bien consciente de que le interesa mantener relaciones con Occidente.

Sin embargo, los actuales gobernantes de Irán no han renegado de la revolución islámica de 1979, que rechazaba Occidente en su conjunto. ¿Acaso no es esto contradictorio?

Al obligar a la gente a adherirse al Islam chií, el régimen obtiene el resultado inverso: la aparta de la fe. La juventud es consciente de esta injusticia de la que es objeto, y gran parte de ella se aparta del Islam. Eso explica en parte el movimiento de conversión a otras religiones, no sólo al Cristianismo, también se observan conversiones al Zoroastrismo e incluso al Hinduismo, pero también los hay que renuncian a cualquier tipo de religión. Y, por desgracia, una gran parte de nuestros jóvenes acaba en la droga por falta de un ideal. Es una evasión fácil, al alcance de la mano, en la que los jóvenes se hunden irremediablemente.

¿Le gustaría dirigir algunas palabras a los benefactores de ACN?

Damos las gracias a ACN por su solidaridad con nuestra lejana comunidad cristiana. Ustedes nos aportan una valiosísima ayuda material. Además, al mantenernos informados acerca de la situación de las Iglesias en dificultades, favorecen el contacto entre los cristianos, incluso con los que están más alejados geográficamente.

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