Sin la presencia de la Iglesia, en muchos de estos pueblos no hay esperanza para el futuro.

Marco Mencaglia responsable de proyectos en Haití de la fundación internacional ACN (Aid to the Church in Need) ha visitado el país para hacer balance de las ayudas de la organización durante los últimos años y estudiar las necesidades futuras de la iglesia local. Según el índice de fragilidad de estados en el mundo1 Haití es el país más frágil del mundo, entre aquellos que no sufrieron recientemente un conflicto armado. En décimo lugar en la clasificación general por delante de Iraq o Pakistán por ejemplo. La entrevista fue realizada por Maria Lozano.

                         

¿Cuál fue su primera impresión al llegar a Haití?

Haití es un país de pobreza extrema, de acuerdo con estadísticas recientes del FMI, es el país más pobre del mundo fuera de África. Puerto Príncipe, la capital, como otras ciudades de latinoamericana experimenta un aumento descontrolado de la población, sobre todo en barrios periféricos de reciente formación, donde no hay ningún servicio básico. La gran mayoría de la población vive el día a día en las calles principales, dedicándose al comercio informal en condiciones higiénicas y humanas inconcebibles para los estándares europeos. El tráfico, la polución y el hacinamiento poblacional en la capital van en aumento y son problemas graves. El estado haitiano es muy frágil, y su presencia pública muy limitada sobretodo fuera de la capital, en las comunidades rurales. Haití en lenguaje indígena significa “tierra de las altas montañas”. En muchos lugares – sobre todo en los pueblos alejados en la sierra – la Iglesia Católica es la única institución que a pesar de las muchas dificultades ofrece un apoyo constante a la población local.

 

¿Se notan los resultados de la generosidad de las ayudas de los bienhechores de ACN?

He podido apreciar la importancia de nuestro apoyo para la formación de los seminaristas. En el seminario nacional de Port au Prince hay actualmente 315 candidatos, hospedados en estructuras provisionales después de la destrucción del seminario en el terremoto del 2010. Nuestra ayuda se ha revelado decisiva para alimentar una de las pocas riquezas y esperanzas del país: las vocaciones sacerdotales. El compromiso de los obispos para la formación y una mejor y cuidadosa selección de los candidatos a través de un año propedéutico nos ofrece buenas perspectivas para el futuro.

Otro punto que quiero destacar es el éxito de nuestra ayuda en las parroquias más alejadas para usar la energía solar. Para mí ha sido realmente impactante ver como la iglesia o el presbiterio son el único edificio con un sistema de energía estable, en un área de 10-20 km. Vimos centenas de personas venir por la mañana a la parroquia para recargar sus teléfonos. Por la noche el pueblo puede reunirse en la parroquia, sin quedar en la más absoluta oscuridad. La luz es realmente fundamental, para que estas comunidades tengan esperanza. Los sacerdotes están aislados en estos lugares en la sierra, sólo accesibles por pésimos caminos, a veces a una hora de camino a pie. Gracias a la energía de las placas solares pueden mantener un contacto cotidiano con las diócesis y el mundo. Además, la asistencia técnica y la calidad de los materiales enviados desde Alemania han satisfecho plenamente las exigencias de la Iglesia local, con tecnologías simples pero inexistentes actualmente en todo el país.

 

¿Cuál fue el momento más conmovedor del viaje?

Me ha llamado la atención la vida del sacerdote diocesano en Haití, sin duda muy dura y de una gran responsabilidad. Es impresionante ver el compromiso de muchos jóvenes de 25-30 años, en su primera misión en una parroquia. Viven situaciones en muchos casos dramáticas, que sobrepasan sus capacidades y fuerzas. A pesar de ello se esfuerzan por no perder el entusiasmo. Es nuestra responsabilidad, como hermanos en la fe, no dejar solos a estos sacerdotes jóvenes, apoyando fuertemente el obispo en su misión de pastor de pastores. Hay muchas dificultades en Haití, la miseria es evidente en todos lados. Estos jóvenes representan una esperanza, su entusiasmo y su amor a la Iglesia son una luz en la oscuridad, que nosotros somos llamados a mantener viva.

 

Habrá escuchado muchos testimonios durante su visita. ¿Qué relato elegiría como símbolo de la esperanza?

El partido de fútbol organizado después del terremoto en el estadio nacional: Policía contra Sacerdotes. Un encuentro que tuvo un eco increíble en los medios del país, y que muchos todavía recuerdan. A pesar de las muchas dificultades, los haitianos no pierden su entusiasmo, sobre todo por el fútbol que es el deporte nacional. El recientemente nombrado obispo Mons. Desinord Jean fue uno de los jugadores del equipo de los sacerdotes hizo la promoción del evento a través de la Radio diocesana “Radio Soleil”, de la cual era en aquel entonces director. Todavía emocionado nos contaba que después de 6 goles del equipo de la Policía, el estadio abarrotado aclamó con una alegría ensordecedora el único gol del equipo de los sacerdotes.

 

En estos viajes uno aprende mucho de las iglesias locales. ¿Qué frase se ha traído en el recuerdo?

“La fundación de una nueva parroquia es un momento de esperanza, es alegría para todo el pueblo”, dicha por el padre Barthelemy Feuille, sacerdote de Fond Rouge en la diócesis de Jeremie. Y es que una característica en todo el país es el crecimiento de la presencia de la Iglesia Católica. Gracias al elevado número de vocaciones sacerdotales, todas las diócesis fundan anualmente una o dos nuevas parroquias. Por poner un ejemplo: Las diócesis de Jacmel y Hinche, fundadas ambas en 1988, han crecido en 30 años de 9 a 29 y de 10 a 44 parroquias respectivamente. La fundación de una nueva parroquia es un momento de gran esperanza para toda la población, no solo para la feligresía católica: hay realmente una competición positiva entre las capillas, para ser nombradas parroquias. La llegada del sacerdote significa en efecto la posibilidad de acceso a servicios básicos en lugares muy olvidados por el gobierno: escuelas (que funcionan  en el mismo edificio de la iglesia, durante la semana), un vehículo para los casos de emergencia y para el transporte al hospital de los enfermos, la conexión con el mundo… El sacerdote, la Iglesia, representan el alma y la esperanza para millares de comunidades en Haití.

 

¿Cuáles son los próximos pasos de apoyo de la fundación internacional ACN en Haití?

El terrible huracán Matthew el 4 de octubre 2016 fue el más violento en el país en los últimos 50 años y golpeó severamente el oeste del país: las diócesis de Jeremie, Cayes y parcialmente Anse-à-Veau, Jacmel, Port-au-Prince, Port-de-Paix. En Jeremie y Cayes el 90% de las parroquias han sufrido daños en el techo o en la estructura. Más de 200 capillas en pueblos de la sierra de ambas diócesis han sido completamente destruidas. Será importante para ACN ofrecer en los próximos meses, en colaboración con otras organizaciones, una ayuda de emergencia para la reconstrucción o reparación. En la gran mayoría de estas comunidades la iglesia es la única estructura común donde desarrollar actividades no sólo pastorales sino también sociales. Sin temor de exagerar, podemos afirmar que sin la presencia de la Iglesia, en muchos de estos pueblos no hay esperanza para el futuro.

 

  1. Fragile State Index 2016, Fund for Peace http://fsi.fundforpeace.org/
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