Señor,
Escucha hoy a los lloros de tus hijos dispersados a los cuatro vientos y forzados a buscar refugio en tierras extrañas. Escucha las oraciones de tu pueblo, en las orillas del Tigris y del Éufrates, en las tierras de Abraham, quien desde tiempos inmemoriales no ha dejado de alabar y de glorificar tu nombre.
A través de los siglos, no ha pasado ningún día, en las llanuras del Nineveh, sin que el Santo Sacrificio del cuerpo y de la sangre de tu hijo se haya celebrado. El sonido de las campanas y los cantos de sus himnos volaron hacia ti, así como el humo del incienso ofrecido en tu nombre, sin interrupción.
Sin embargo, para muchos de tus fieles, este sacrificio se ha convertido en un Vía Crucis, por el cual, en tu nombre, han sido expulsados de sus hogares y despojados de sus bienes y felicidades. Muchos han derramado su sangre en tu nombre. Sus sacrificios se has hecho uno con el sacrificio de tu hijo en el Gólgota. Los perseguidores, con sus armas y su violencia iracunda, parecen haber vencido; La muerte y el luto parecen tener la última palabra. Parece que se acerca el fin.
No obstante, Señor de la Historia y Pastor de tu pueblo, la hora de la liberación ha llegado hoy. Los que han profanado tu santuario, destruido las cruces, las imágenes y los textos sagrados, perseguido y expulsado a tus fieles ya se han marchado.
Concede a tu pueblo la gracia de poder volver a aquellos lugares en el cual el árbol de sus vidas hecho raíces profundas. Haz que este árbol lleve los frutos de la paz y permita a tu pueblo restaurar la gloria de tu nombre en aquellas tierras que les diste a ellos, y a sus ancestros, y preserve estas tierras, para las generaciones futuras y para que lo glorificación de tu nombre nunca cese en sus iglesias y en sus familias.
Te lo pedimos, oh señor del universo, por intercesión de la virgen María, santa madre de Dios, de los mártires de las llanuras del Nineveh y de todos los que, por su sangre, han sido testigos tuyos.
Amen