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Una capilla para una aldea en Ghana

Hace unos 110 años llegaron los primeros misioneros a Ghana. Por entonces no parecía que su obra tuviera muchos visos de ser fructífera, pues la mayoría de ellos murieron a las pocas semanas por enfermedades y desnutrición. Además, la población no quería aceptar la fe cristiana. Pero entonces ocurrió algo que puede considerarse un milagro. En aquella época, Ghana atravesaba una gran sequía: las personas y los animales se morían de sed, y la vegetación se marchitaba. Los curanderos hacían de todo para atraer la lluvia con sus artes de magia, pero ni una gota caía del cielo. En su desesperación, la gente se dirigió a un misionero. Este rezó y media hora más tarde cayó una lluvia torrencial. Como consecuencia, muchos se bautizaron.

También hoy viven aún misioneros en este país del África Occidental. El Padre Franciscano italiano Martino Corazzin trabaja ahí desde 1991. Desde entonces ha erigido innumerables iglesias y escuelas, y ha hecho posibles muchos proyectos sociales y pastorales.

Desde 2014, el P. Martino es el párroco de la parroquia de San Francisco de la Diócesis de Cape Coast en Elmina, en el sur del país. A su parroquia pertenecen ocho comunidades, y una de ellas es la de Santa Ana de la localidad de Nkontrodo, que cuenta con unos doscientos creyentes que acuden con regularidad a la Santa Misa y que participan activamente en la vida de Iglesia. Por desgracia, esta localidad carece de iglesia, por lo que la Santa Misa y demás actos deben celebrarse en el comedor de la escuela. Pero este no es un lugar digno para la Santa Misa y, además, los creyentes tienen que acordar cada fecha con la escuela, y una y otra vez hay choques de intereses.

En Nkontrodo hay, además, ocho sectas e Iglesias Pentecostales, y cada una dispone de una iglesia sólidamente construida. Por esta razón, se corre el peligro de que los creyentes católicos se pasen a las sectas por la frustración que les causa su situación. El P. Martino nos dice: “Prevenir es mejor que curar. ¡Debemos hacer algo para salvar a esta comunidad antes de que sea demasiado tarde!”. Por esta razón, nos pide urgentemente ayuda, pues su rebaño es demasiado pobre como para contribuir en gran medida a la obra. Son personas que sobreviven de un día al otro, que cultivan sus pequeños huertos y que crían algunas gallinas para comer y para venderlas en el mercado. Hay poco dinero y los jóvenes están en el paro, por lo que, sin nuestra ayuda, una iglesia propia seguiría siendo tan solo un sueño.

Al P. Martino le preguntan sus creyentes casi a diario: “¿Qué hay de nuestra iglesia?”. Y él les responde: “Rezad día y noche con fe y confianza, y el Señor escuchará vuestras oraciones y conmoverá el corazón de posibles benefactores”.

Para que los creyentes de Nkontrodo no se desilusionen, vamos a ayudarlos con 30.000 euros.

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