El Vicariato Apostólico de Gambella se encuentra en el extremo oeste de Etiopía, donde hace frontera con Sudán del Sur. Es una zona subdesarrollada y pobre en la que se suceden, una y otra vez, la violencia, los disturbios y los conflictos. La mayoría de los habitantes siguen profesando las religiones tradicionales de las tribus y nunca han oído hablar de Jesucristo. No obstante, están abiertos a la Iglesia Católica, y en cuanto la Iglesia está presente en un lugar, la gente también pide ser asistida por un sacerdote.
Así también ocurrió cuando, hace ocho años, unos funcionarios civiles católicos fueron trasladados a la ciudad de Nyininyang, donde no había ni iglesia católica ni sacerdote. Estos católicos empezaron a reunirse para rezar a la intemperie y escribieron cartas al Obispo para pedirle que les enviara a un sacerdote. El Obispo encargó la asistencia pastoral en la ciudad a un misionero italiano que, al principio, ni siquiera disponía de un alojamiento fijo, pero que, incansable, se puso al servicio de la gente. Y así surgió la parroquia de la Santa Cruz. Muy pronto, los habitantes de los pueblos circundantes quisieron saber más acerca de la Buena Nueva de Cristo. Pese al mal estado de las carreteras y los numerosos retos, el sacerdote comenzó a asistir también a la gente de los alrededores que nunca había oído hablar de la fe católica. El número de poblados que querían ser instruidos en la fe fue en aumento, y este año se han vuelto a celebrar más de doscientos bautizos en la parroquia (!).
Uno de estos poblados es Tormorok. Allí ya viven numerosos católicos, y cada vez más personas desean bautizarse. A los creyentes les gustaría tener una iglesia, pues para acceder a la sede parroquial tienen que recorrer un trayecto de seis horas a pie, lo cual no es posible ni para los niños ni para los ancianos. Hasta ahora, los creyentes vienen reuniéndose en una cabaña con un techo de paja, pero el nuevo párroco, P. Mesert Tadesse, quiere ayudarlos para que por fin puedan erigir una capilla propia.