Testimonio de un apostolado fuera de lo común.
El padre Franck Bango es párroco de la primera parroquia de pigmeos de la República del Congo (también conocida por Congo-Brazzaville), ubicada en la Diócesis de Ouesso, en el norte del país. Vive en medio de los hombres más pequeños del mundo. Este grupo étnico nómada y autóctono se encuentra repartido entre la selva en Congo, Camerún y Gabón. La caza, la pesca y la recolección son sus medios de vida. Hoy en día la creciente explotación de tierras les amenaza. Su número se estima entre 150,000 a 200,000 personas.
Una delegación de ACN visitó la parroquia del padre Franck Bango a finales de febrero de 2018. Emmanuelle Ollivry- Kaeser (ACN France) aprovechó para entrevistarle.
ACN: Los pigmeos católicos, ¿son una novedad?
Hay pigmeos católicos desde hace algunos años, pero su presencia es muy discreta. Frecuentan las parroquias cercanas a sus poblados en varias diócesis, gracias a la labor iniciada por los Espiritanos en los años sesenta y setenta, que continuaron luego las Misioneras Franciscanas de María. La verdadera novedad reside en crear en su poblado una parroquia fundada a petición suya y mantenida por ellos mismos
¿Por qué es algo inédito?
Porque les incumbe y se ocupan de todo el funcionamiento de la comunidad: son catequistas, se encargan de la tesorería, elaboran el programa de las celebraciones litúrgicas, forman el coro y los acólitos salen de sus filas…, sin que por ello esto signifique que se cierran a otros. En su parroquia todos son bienvenidos, también los que no son pigmeos.
A su llegada hace cuatro años, ¿cómo fue recibido?
En 2014, cuando llegué, no vine para dar apoyo financiero ni para ofrecer un servicio humanitario, como hacen las religiosas hasta hoy presentes en los ámbitos sanitario y escolar. Vine a evangelizar y punto. Los pigmeos eran algo reticentes.
¿A qué se debía esa reticencia?
En primer lugar, no me conocían. Fueron necesarios dos años para que me aceptaran. He vivido con ellos, me he ido a pescar con ellos,… Además, pensaban que Cristo no era compatible con sus tradiciones, pero yo descubrí que los pigmeos ya vivían determinados valores evangélicos sin tan siquiera saberlo.
¿Por ejemplo? ¿Cómo viven?
Los pigmeos se casan para toda la vida, y el concepto de divorcio es inexistente entre ellos, como también lo es la poligamia. No son para nada materialistas; carecen de dinero incluso para comprarse un televisor. Para ellos, sus bienes son la familia. Además, dan mucha importancia a la verdad. Cuando les expliqué su proximidad con la doctrina de la Iglesia, las cosas empezaron a cambiar. Entonces comenzaron a escucharme, y como están dotados de una memoria fuera de lo común, lo retenían todo. De pronto, en junio de 2016, celebramos las dos primeras bodas con bautizos. En 2017, esas personas hicieron la confirmación, y uno de ellos ya es catequista. En junio de 2018 habrá nuevas bodas.
¿Cuántos son?
Son nómadas, por lo que resulta difícil dar una cifra, pero se calcula que son tres mil repartidos un poco por toda la diócesis, y un centenar en la parroquia, en el poblado de Péké.
¿Acuden a Misa todos los domingos?
Por lo general, sí. Sin embargo, en los primeros tiempos, cuando llegaba el fin de semana y celebraban su fiesta de circuncisión, una práctica tradicional en la que los jóvenes varones pasan a la madurez, bebían tanto el sábado que el domingo estaban demasiado borrachos y me decían: “Padre, hoy va a rezar solo”. Entonces intenté explicarles que el alcohol hacía que sus mujeres e hijos los respetaran menos, y esto, poco a poco, empezó a surtir efecto. Ahora siguen acudiendo a las fiestas, pero ya no beben tanto… ¡para poder acudir a Misa al día siguiente!
¿Qué cambia la fe católica en sus vidas (aparte de su forma de festejar)?
Intento, por ejemplo, enseñarles a no coger lo que no les pertenece. Ellos no tienen la cultura “del granero”, de la economía, porque no disponen de medios materiales para ello, por ejemplo el refrigerador… y esto los expone a la precariedad. Cuando un hombre mata un elefante, busca a su mujer, a sus hijos, al tío, etc. y todos juntos van al bosque para comérselo y ahí permanecen hasta que no queda nada. Así cuando ven un plátano maduro, se lo comen aunque el árbol no sea suyo.
¿No rechazan sus enseñanzas cuando estas entran en conflicto con su día a día?
No, curiosamente esto es gracias en parte a su sistema de fetiches. Me explico: Por ejemplo, un propietario de mangos que no quiere que le roben sus frutos, lo que hace es atarles conchas de caracol, porque se supone que si alguien coge uno de estos frutos, el fetiche lo va a castigar. Los pigmeos quieren liberarse de estas prácticas supersticiosas, y ahí es donde yo intervengo. Yo les explico que cuando hacen un mal al prójimo, le hacen un mal a Dios.
En todo Congo Brazzaville florecen iglesias, que se definen a ellas mismas cristianas, generalmente inspiradas en la secta americana Great Awakening. Aunque la mayoría de la población congoleña es cristiana, solo entre el 30% y el 35% de los cristianos se declaran católicos. ¿Cómo es la situación? ¿Se sienten atraídos por las llamadas “Iglesias del Despertar”?
En Péké, cuando yo llegué en 2014, coexistían la “Iglesia del Dios del Óleo” y la de “Pentecostés”. Estas proclamaban: “Cuando estás enfermo, la enfermedad no viene de Dios, sino de un tío o una tía que te han hechizado”. Esto dividía a las familias. A los pigmeos, para los que la familia es sagrada, estas Iglesias no los convencían del todo.
¿Cómo ha logrado usted convencerlos?
Hay que tener mucha paciencia y superar los momentos de desaliento. Y amarlos, amarlos mucho.
ACN ha financiado a la República del Congo, también conocida por Congo-Brazzaville, casi 250 proyectos en los últimos diez años. Cerca de 2,5 millones de Euros se destinaron a ayudar sobre todo proyectos de formación religiosa y el mantenimiento de los sacerdotes por medio de estipendios de misa. Así mismo gracias a la ayuda de los benefactores de ACN se han llevado a cabo proyectos de construcción y adquisición de medios de transportes para la pastoral.