Al enfrentar la guerra en la capital de Ucrania, el padre Lucas no podría sentirse más lejos de Brasil, donde nació y creció. Sin embargo, se niega a abandonar el país y se siente conmovido por los numerosos ejemplos de esperanza que ha presenciado durante este conflicto.
El padre Lucas Perozzi se encuentra en Kiev, capital de Ucrania. En los primeros días de la guerra, él y otros tres sacerdotes han acogido a unas 30 personas en la parroquia de la Dormición de la Santísima Virgen María. Desde entonces, no duerme ni come mucho e incluso ha estado enfermo durante un tiempo. Aunque podría abandonar el país si quisiera, ha decidido quedarse con la gente a la que vino a servir y a la que ama.
«La gente en este tiempo de guerra no podía permanecer en sus propias casas y pasaba las noches en búnkeres y en estaciones subterráneas. Era terrible, porque estos lugares son fríos, sucios y el ambiente es muy oscuro. Estaban asustados, atemorizados. Los que vinieron a quedarse con nosotros, ahora pueden dormir toda la noche, en un ambiente tranquilo, a pesar de la guerra. Aquí hay una solidaridad fraternal, la gente se ayuda mutuamente. Cuando alguien está deprimido, triste y con miedo, otro que no se siente tan mal, le anima», explica el padre Lucas, mientras sigue con sus actividades diarias. Mientras habla con la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN), cuenta que se escucha el ruido de los ataques bélicos durante todo el día. Los recursos también escasean. «Algunas tiendas siguen abiertas, pero sus estanterías están cada vez más vacías. Los medicamentos también empiezan a agotarse», añade.
El padre Lucas está en Ucrania desde 2004. Cuando era joven, asistió a un encuentro del Camino Neocatecumenal en Italia y acabó siendo invitado a ir a Ucrania, donde se ordenó sacerdote. Su estancia en este país del Este ha estado muy ligada a la fundación ACN. «Recibimos mucha ayuda de ACN, y no sólo ahora durante la guerra. El seminario misionero diocesano Redemptoris Mater, donde me formé, recibía y sigue recibiendo ayuda de ACN. Gracias a esta fundación pude adquirir un vehículo que utilizo para el trabajo pastoral aquí en la parroquia. La iglesia en la que se alojan estas 30 personas se construyó en gran parte gracias al apoyo de ACN, y acabo de enterarme de que hemos recibido también de ellos una ayuda de emergencia para continuar nuestro trabajo, ¡así que estamos muy agradecidos!»
Pero la comunidad sigue necesitando mucha ayuda. El padre Lucas cuenta que acaba de llegar una nueva familia con dos niños. En estas circunstancias, la gente busca sobre todo refugio y apoyo espiritual. Según el sacerdote, ni siquiera la guerra puede apagar la luz de la esperanza. «Ayer tuvimos una boda ¡y hoy tenemos otra! La gente también viene a confesarse. Me impresiona, porque la gente viene y nos pide que los casemos, aunque saben que no podemos preparar nada elegante. No tienen ilusiones románticas, quieren vivir estos días en gracia de Dios, en familia. Incluso en medio de la guerra podemos ver que Dios es amor, sigue amando a todos y cada uno de nosotros sin límites».
La vida es difícil y constantemente peligrosa, pero al padre Lucas no se le pasa por la cabeza abandonar Ucrania. «Su vida es mi vida, su destino es mi destino», concluye. Y no está solo. Como él, miles de sacerdotes y religiosos decidieron quedarse con el pueblo ucraniano, para ser semillas de paz y esperanza en medio de la guerra. Mientras tanto, ACN, que lleva más de 60 años ayudando a Ucrania con diferentes proyectos, ha intensificado su apoyo a los sacerdotes y religiosas que prestan ayuda material y espiritual a las víctimas de esta guerra.