“Estos rebeldes son ladrones, no guerreros que luchan por su religión. La religión solo es para ellos un pretexto para la explotación”.
Mons. Nestor-Désiré Nongo-Aziagbia, presidente de la Conferencia Episcopal de la República Centroafricana, expresa así lo que piensa la mayoría. En la República Centroafricana no se libra una guerra de religión: más de dos tercios de los mercenarios de los grupos rebeldes proceden del extranjero y sus principales objetivos son los recursos minerales y el botín fácil. En este sentido, la Iglesia no tiene nada que ofrecer, y tampoco la Diócesis de Alindao, donde, sin embargo, florece una tierna planta: el diálogo cristiano musulmán.
Estos encuentros solían celebrarse en la sede episcopal, una gran rectoría que, al igual que la iglesia, fue destruida y devastada en gran parte. No obstante, el diálogo debe continuar, incluso de una forma muy práctica, pues la sede del Obispo también era un lugar de encuentro y ayuda para la gente de la diócesis. Era como un símbolo de la convivencia, un signo de la certeza de que la Iglesia no abandona a nadie.
Ahora, la mayoría de los sacerdotes de Alindao viven allí en habitaciones malamente reconstruidas, en pequeños cobertizos de solo tres metros cuadrados que son demasiado pequeños para encuentros, demasiado estrechos para respirar, demasiado pocos para vivir a la larga.
La reconstrucción de la casa del Obispo dará nuevas esperanzas a los sacerdotes y a la gente de la diócesis, por lo que hemos prometido 85.000 euros para este fin.