Veinte años después de la caída del régimen de Sadam Husein, los cristianos en Iraq siguen luchando por su derecho a ser tratados como ciudadanos de pleno derecho y a vivir su fe libres de persecución. La visita del Papa Francisco fue un hito de esperanza en este afán.
Los cristianos solían vivir en paz y seguridad en Iraq, si bien a costa de libertades personales y de la opresión de quienes se atrevían a manifestarse contrarios a Saddam Hussein.
La invasión liderada por Estados Unidos en 2003 derrocó ese régimen, pero en lugar de inaugurar una nueva era de libertad y democracia, dio lugar a casi dos décadas de inestabilidad con suníes y chiíes enfrentados dentro del país y con los cristianos a menudo atrapados en medio del caos.
El ascenso del Estado Islámico, en 2014, marcó el punto álgido de la persecución: cientos de miles de cristianos se vieron obligados a huir de sus tierras ancestrales y a refugiarse en el Kurdistán iraquí o en países occidentales. Tras la derrota de la organización islamista, muchos pudieron regresar a casa pero muchos más no volvieron, por lo que la comunidad cristiana es ahora una fracción de lo que era a principios de siglo.
No obstante, el arzobispo Nathanael Nizar, de la Iglesia siro-católica del Kurdistán iraquí, prefiere no centrarse en el pasado. En su lugar, y con la vista puesta en el futuro, alza la voz por la igualdad de derechos. “Queremos buenas relaciones con el Gobierno iraquí y las autoridades del Kurdistán iraquí, basadas en el respeto a los seres humanos. No pedimos nada especial para los cristianos, sólo queremos ser tratados como ciudadanos iraquíes, recibir el mismo trato que los demás, ni más ni menos. Queremos que se respete nuestra dignidad humana como se respeta la de todos los demás iraquíes”.
“Lo que pedimos es una Constitución basada en la humanidad, no en la religión ni en ninguna otra cosa, sino en la humanidad. Cuando tienes una Constitución basada en la religión, puede que te traten en función de tu religión. Sin embargo, nosotros no queremos eso. Queremos ser tratados con dignidad como ciudadanos iraquíes, porque somos originarios de este país”, ha asegurado en una entrevista con la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN).
“Acordaos de nosotros. Os necesitamos”
La fundación pontificia lleva tiempo volcada en proporcionar a los cristianos las condiciones necesarias para que sigan viviendo en Iraq. Cuando el Estado Islámico invadió Mosul en 2014, ACN prestó ayuda de emergencia para asentar a desplazados en el Kurdistán y más tarde organizó una campaña de reconstrucción de viviendas de comunidades cristianas para que los desplazados pudieran regresar a sus hogares. Así, sólo en 2022, ACN puso en marcha un programa de becas para la Universidad Católica de Erbil, terminó de restaurar la iglesia y un un convento en Batnaya, contribuyó a Ia reapertura de una escuela y una iglesia en la ciudad cristiana de Qaraqosh y financió un encuentro de jóvenes en Ankawa.
“Sin ACN, nuestra situación sería diferente. ACN ha desempeñado un papel crucial a la hora de proporcionar a los cristianos un buen nivel de vida: restaurando casas, iglesias y conventos, y apoyando actividades que ayudan a los cristianos a permanecer en Iraq. Ha hecho un gran trabajo, no me cabe duda de que seguirá haciéndolo en el futuro”, ha asegurado el arzobispo Nizar.
El prelado, que ha manifestado su gratitud a todos los benefactores que han hecho posible lo anterior, también pide a los cristianos de todo el mundo que sigan acordándose de sus hermanos iraquíes. “Queremos que ACN continúe su labor en Iraq porque todavía necesitamos ayuda. Ni Iraq se ha recuperado del todo ni las comunidades cristianas se han recuperado del todo. Por favor, independientemente de cuántos de nosotros sigamos aquí, no olvidéis que hay cristianos en Iraq y que os necesitan: con vuestra ayuda pueden establecerse aquí y vivir seguros en esta región”.
Semillas de esperanza
Un hito importante en este esfuerzo continuado por mantener la presencia cristiana en Iraq fue la visita del papa Francisco al país en marzo de 2021. El arzobispo Nizar, natural de Qaraqosh, afirma que los efectos del viaje pontificio son perceptibles hasta hoy.
“Nos dejó, pero sembró esperanza en nuestros corazones. La visita de nuestro santo padre nos hizo sentir que la Iglesia católica y, en particular, el papa Francisco no se habían olvidado de nosotros, en segundo lugar nos infundió esperanza. Fue un signo de alegría y esperanza para toda la comunidad de creyentes, y con esa esperanza, que sigue presente en nuestros corazones, vivimos de cara al futuro”.