Ser sacerdote en Pakistán es una dura tarea: la mayoría de ellos se encargan de territorios vastísimos y la amenaza de los extremistas va en aumento. Los cristianos son víctimas de la violencia y de falsas acusaciones de blasfemia, pero también en la vida cotidiana están expuestos a numerosas hostilidades y a la discriminación. La mayoría de ellos pertenecen al estrato más bajo de la sociedad. De los sacerdotes no esperan solo ayuda pastoral y espiritual, sino que acuden a ellos en busca de ayuda en todas las situaciones de necesidad. Cuando muere un campesino que trabajaba como siervo para un terrateniente, a menudo la viuda y sus hijos se encuentran de pronto en la calle, porque el propietario de las tierras los expulsa de su casa. Naturalmente, acuden al sacerdote en busca de ayuda, al igual que hacen los padres con hijos enfermos, las víctimas de ataques violentos y todos las demás personas desesperadas y necesitadas.
Pero también los sacerdotes viven en una constante tensión: la mayoría de ellos han recibido llamadas amenazantes y amenazas por escrito, e incluso los Obispos obtienen cartas en las que se les insta a convertirse al Islam. Además, casi todos confirman que sus teléfonos están intervenidos y que reciben llamadas extrañas como, por ejemplo, la de musulmanes que pretenden querer convertirse al Cristianismo. En estos casos, si el sacerdote no tiene mucho cuidado con lo que dice, puede acabar metido en grandes problemas.
Dada esta difícil situación, es importante que los sacerdotes se reúnan periódicamente para fortalecerse mutuamente desde la fraternidad, para compartir experiencias, continuar formándose teológicamente y fortalecerse espiritualmente.
En la Diócesis de Multán trabajan 18 sacerdotes diocesanos y 19 sacerdotes regulares. Grandes partes de la diócesis son zonas desérticas, y en el territorio hay numerosos campos de adiestramiento de terroristas. El ya fallecido predecesor del actual Obispo sobrevivió a un atentado en una iglesia de su diócesis. Pero la Iglesia no solo atiende pastoralmente a los creyentes, sino que también presta ayuda humanitaria en zonas a las que el Gobierno no accede debido a su peligrosidad. Por esta ayuda también están agradecidos muchos musulmanes, que, a menudo, piden a los sacerdotes que recen por ellos.
Una vez al año, los sacerdotes se reúnen para celebrar juntos ejercicios, y también hay reuniones mensuales. De esta comunidad fraternal sacan fuerzas y reciben nuevos impulsos para su propia vida espiritual. Esto les permite regresar a sus comunidades con renovadas energías. Nosotros volvemos a contribuir este año con 8.000 euros a que los 37 sacerdotes puedan participar en estos encuentros. Esto equivale a una ayuda de 216 euros por sacerdote para sus gastos de viaje, alojamiento y manutención.