“Si esto continúa sin que nadie intervenga, el resultado será la eliminación de la presencia cristiana de esta zona y, quizás en el futuro, también de todo el país”. Así lo afirma Mons. Laurent Birfuoré Dabiré, Obispo de Dori, ante Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) tras el enésimo ataque anticristiano perpetrado en Burkina Faso.
Dicho último ataque se produjo el 27 de junio, pero sólo en las últimas horas se ha difundido la noticia. “Sucedió en la vecina Diócesis de Ouahigouya”, nos comunica el prelado, “mientras los habitantes de la aldea de Bani estaban reunidos para charlar entre ellos. Los fundamentalistas llegaron y obligaron a todos los presentes a tumbarse en el suelo. Luego fueron registrados, y a cuatro de ellos, que llevaban crucifijos, los mataron por ser cristianos”. Después de la masacre, los extremistas dijeron a los demás habitantes que si no se convertían al Islam, también los matarían.
Este es el quinto ataque anticristiano registrado desde principios de año en el noreste del país, con un balance de veinte cristianos muertos. Se han visto afectadas por esta violencia las tres diócesis de Dori, Kaya y Ouahigouya. Mons. Dabiré informa de que las acciones de los fundamentalistas se han intensificado desde 2015. “Antes sólo actuaban en las zonas fronterizas con Mali y Níger, pero, poco a poco, han ido penetrando en el interior, golpeando al Ejército, a los funcionarios y a la población. Hoy su objetivo son los cristianos, y creo que quieren desencadenar un conflicto interreligioso”.
Inicialmente se creía que los extremistas eran extranjeros, pero con el tiempo se ha ido descubriendo que entre ellos no faltan los burkineses. “Hay jóvenes que se han unido a los yihadistas por falta de dinero, trabajo y perspectivas, pero también hay elementos radicalizados que participan en estos movimientos porque los consideran una expresión de su fe islámica”.
Mientras tanto, el miedo en el seno de la comunidad cristiana va a más. “Desde 2015 estamos expuestos a esta violencia”, afirma el prelado, en cuya diócesis fue secuestrado un sacerdote, el P. Joël Yougbaré, el pasado 17 de marzo. “Hasta hoy no tenemos noticias de él”, añade. “El nivel de inseguridad aumenta constantemente, hasta el punto de obligarnos incluso a reducir la actividad pastoral”. Mons. Dabiré explica que, de hecho, hay zonas a las que ahora es imposible acceder y que también se ha visto obligado a cerrar dos parroquias para proteger a creyentes, sacerdotes y religiosas.
En medio de tanto sufrimiento, también resultan perjudiciales la falta de acciones en defensa de las comunidades cristianas y, sobre todo, la ayuda ofrecida desde el extranjero a los yihadistas. “Las armas que usan no están fabricadas en África. Tienen rifles, ametralladoras y mucha munición, más de los que dispone Ejército burkinés. Cuando llegan a las aldeas disparan durante horas. ¿Quién les proporciona estos recursos? Si no recibieran apoyo del exterior, se detendrían. Por eso me dirijo a las autoridades internacionales. Quien tenga el poder de hacerlo, que ponga fin a esta violencia”.