Experta informa sobre el trasfondo del golpe militar
En Myanmar, el proceso democrático pende de un hilo. En la noche del 1 de febrero, los militares de la antigua Birmania dieron un golpe de Estado para volver a tomar el poder. Las fuerzas armadas han impuesto, en este país del sudeste asiático, el estado de emergencia durante un año. Pero, a diferencia del pasado, el pueblo se resiste al golpe. Muchos ciudadanos de Myanmar salen a la calle, se ha anunciado una huelga general.
Aid to the Church in Need ha mantenido una conversación al respecto con Angela Jacobi, directora de la fundación «Dr. Michael & Angela Jacobi-Stiftung», que fomenta numerosos proyectos en Myanmar. La entrevista corrió a cargo de Volker Niggewöhner
¿Qué sabe sobre la actual situación en Myanmar?
Son realmente cientos de miles de personas los que han salido a la calle. Es la primera vez que grupos profesionales enteros, como médicos, empleados ferroviarios o aeroportuarios, se unen a esta protesta… incluso policías. Esto es peligroso para los generales. Si la policía se pone en contra del ejército, entonces el golpe podría fracasar. Pero, ¿qué puede hacer la gente contra los tanques? Los tanques están ahora por todas partes.
¿Sigue teniendo contacto ahora con Myanmar? Se ha dicho que las conexiones por Internet se habían interrumpido.
Sorprendentemente, sigo en contacto con dos religiosos. Me han escrito que la situación es «muy, muy grave». El último mensaje me llegó desde el norte del país, donde hay muchos campos de refugiados y se producen una y otra vez disturbios. Me decían: «Ahora, el ejército está disparando contra personas desarmadas».
El motivo oficial del golpe de Estado ha sido el supuesto fraude electoral. ¿Qué hay de verdad en esta acusación?
En mi opinión, no es más que un pretexto. Y así lo escribió también el cardenal Bo en su mensaje del 3 de febrero a las partes del conflicto y a la opinión pública mundial. Allí había observadores internacionales y este problema podría haberse tratado inmediatamente, sin demora. Las elecciones se celebraron el 8 de noviembre, llegar de repente al 1 de febrero y afirmar que las elecciones estaban amañadas es algo tan obvio que no hace falta decir nada más al respecto.
¿Cuál podría ser la verdadera razón para el golpe de Estado?
Pienso que Aung San Suu Kyi y su partido siempre habían supuesto una espina clavada para los militares, ahora han obtenido por segunda vez una victoria aplastante sobre ellos. Sin embargo, por segunda vez, asistimos a la farsa de que tres cuartas partes de los escaños del parlamento lo ocupan militares, a pesar de que Aung San Suu Kyi obtuvo más del 80 por ciento de los votos.
El problema es que todas las minas de materias primas y, sobre todo, los tres mayores consorcios industriales del país están en manos de los militares. Y, con la nueva clara victoria electoral de Aung San Suu Kyi, ven que van a perder sus prebendas.
¿Qué opinión le merece el proceso de democratización de los últimos años?
El partido gobernante, la LND, tenía las manos atadas desde el principio. Cuando tres de cada cuatro escaños están ocupados por los militares, poco se puede hacer, incluso con la mejor voluntad del mundo. Sin embargo, lo más importante para el pueblo era que tenía esperanza en la democracia. A partir de esta esperanza, han podido desarrollarse muchas cosas buenas. Hay muchos enfoques positivos, por ejemplo en el ámbito de la educación. Todo eso se vuelve a cuestionar ahora.
¿Qué papel desempeña realmente el nacionalismo en Myanmar?
Por desgracia, el nacionalismo tiene un papel importante. Lo veo ya solo en el hecho de que los monjes ultranacionalistas desempeñaron, en el golpe de Estado, un papel más importante de lo que podía haberme imaginado. Ya observé durante la crisis de los rohingya que hay un gran deseo y aspiración de hacer de Myanmar un estado puramente budista.
¿Puede tener este golpe militar consecuencias para los cristianos y otras minorías religiosas?
Eso me temo. Hemos visto con qué rapidez pudo expulsarse a los musulmanes casi por completo. Me preocupa mucho que pudiera iniciarse una enorme persecución de cristianos.
El golpe se ha producido más de tres meses tras las elecciones, es decir no fue una reacción espontánea. ¿Sugiere esto que podrían estar detrás también potencias extranjeras?
La prensa de Myanmar habla abiertamente de que China ha intervenido. Es un país que, dentro de Asia, cuenta con auténticos tesoros por sus muchos recursos. Sé por mis viajes que a los chinos les encantaría poseer Myanmar.
En su carta del 3 de febrero, el cardenal Bo dijo: «Estamos atravesando el período más difícil de nuestra historia». ¿Cómo cree que debe responder ahora la comunidad internacional?
No tengo una receta infalible. Al menos no debería haber sanciones que debiliten aún más al pueblo. Mi mayor esperanza está puesta en la propia gente. No puedo juzgar cuánto tiempo aguantará el pueblo. Temo un baño de sangre. Los militares son despiadados, porque todo parece estar planeado desde hace mucho tiempo.