Cabo Delgado ha sido la región más golpeada por la furia del ciclón Chido, que sacudió Mozambique la madrugada del domingo 15, tras haber atravesado el archipiélago francés de Mayotte. Hay decenas de muertos y miles de personas han perdido todo lo que tenían. Ahora se preguntan cómo van a sobrevivir. En un primer informe, la diócesis de Pemba habla de un «escenario de destrucción aterrador». También los campamentos de desplazados, que albergan a víctimas de los terroristas, han sido arrasados por el ciclón.
Tan pronto como amaneció el lunes 16 fue fácil ver la magnitud de los daños causados por el paso del ciclón Chido por el territorio de Mozambique. Varias diócesis se han visto afectadas, desde Pemba, Nacala o Nampula, pasando por Tete y Lichinga, en todas ellas hay informes de destrucción, de miles de personas que han perdido sus casas, sus pocas posesiones y que ahora se preguntan con angustia sobre su supervivencia cotidiana.
La diócesis de Pemba, que corresponde al territorio de Cabo Delgado, fue la región donde la magnitud de los daños es mayor: «Este ciclón ha sido devastador. Es aterrador ver que en poco tiempo los fuertes vientos han dejado un enorme rastro de destrucción», dijo Mons. Antonio Juliasse, obispo de la diócesis de Pemba en un mensaje enviado a la fundación Aid to the Church in Need (ACN). Miles de casas de construcción precaria han sido destruidas por el viento e incluso las estructuras de la Iglesia, que normalmente son más resistentes, sucumbieron ante la fuerza del ciclón.
“En nuestra diócesis, cerca de 50 iglesias, tanto parroquias principales como comunidades cristianas más pequeñas, han sido destruidas o, al menos, sus techos han sido derruidos”, agregó el prelado. “La magnitud de la destrucción es enorme. Además, tenemos numerosas escuelas y pequeños centros educativos cuyos techos salieron volando o se derrumbaron. Muchos otros bienes también han sufrido daños irreparables. En Chiúre, la Fazenda de Esperança, se ha visto gravemente afectada con los techos de sus instalaciones completamente destruidos”. ACN ya ha ofrecido ayuda para la recuperación de estas estructuras tan importantes para la Iglesia.
Situación desoladora
Sor María Aparecida Ramos, socia de proyectos de ACN en Pemba, ha estado coordinando la recolección de información pero no ha sido fácil: «Estamos teniendo muchos problemas de comunicación», explicó a ACN ese mismo lunes. Y puso un ejemplo: «No tenemos comunicación con Mecufi. Envié a alguien allí en una motocicleta para recabar noticias». No fue necesario esperar mucho para empezar a tener una idea de la tragedia que, una vez más, se ha abatido sobre la región de Cabo Delgado. «La situación es realmente sombría. Hay mucha destrucción», dijo la hermana. Y añade: «¡rezad mucho!».
Al igual que en Pemba, también en Nacala, Nampula y Tete se intentó lo más rápido posible comprender la magnitud de los daños causados por el ciclón Chido. Mons. Alberto Vera, obispo de Nacala, hizo un balance de lo sucedido en su diócesis: «Toda la zona adyacente al Lúrio ha sufrido una gran devastación, especialmente los distritos de Memba y Erati. En Chione, Odinepa y Alua, muchas casas de barro han sido destruidas. En esta última ciudad, una joven murió cuando un muro le cayó encima. Muchos tejados de capillas, escuelas y centros parroquiales saltaron por los aires. Los caminos han quedado inaccesibles», describió Mons. Alberto y termina con una frase que traduce el estado de ánimo del obispo: «Cada foto que recibo da más pena».
Miles de hogares destruidos
A lo largo de los últimos días, la fundación ACN ha recibido algunas de esas desgarradoras fotografías que muestran cómo la furia del viento y la lluvia no solo arrasó techos y viviendas, sino que también arrastró a miles de personas en una región ya muy castigada, a causa de una insurgencia terrorista vinculada al grupo yihadista Estado Islámico que comenzó en octubre de 2017. El domingo, sin embargo, el terror vino con el agua: la fuerte lluvia y viento, que alcanzó más de 260 kilómetros por hora, provocaron inundaciones que expusieron, una vez más, la extrema precariedad y pobreza en la que sobreviven las comunidades del norte de Mozambique.
Sor Aparecida habla de «dolor y desesperación» en toda la provincia de Cabo Delgado. «Justo en el momento en que las familias empezaban a plantar cultivos con la esperanza de no pasar la Navidad con hambre… ¿Y ahora qué? Sin comida, sin casa, sin pertenencias. “¿Qué será de nosotros? Lo hemos perdido todo”…». Esta es la expresión más repetida por miles de personas.
Hay cortes en la electricidad en casi todas partes, las comunicaciones son limitadas, pero en medio de toda la desesperación está la certeza de que la Iglesia permanece con los brazos abiertos para recibir a los más necesitados. Las comunidades religiosas y las parroquias, a pesar de que sus infraestructuras también han sido destruidas o dañadas, acogen a familias que lo han perdido todo en los espacios donde todavía es posible dar cobijo. Es la primera ayuda de la Iglesia a los más necesitados en Mozambique. Y por si todo esto fuera poco, los grupos terroristas siguen operando, siguen sembrando miedo y destrucción. ACN, que tiene muchos proyectos en marcha para ayudar a las víctimas del terrorismo y a la Iglesia en estas décadas, ha reforzado el llamamiento a sus benefactores y amigos para que recen y se solidaricen con Cabo Delgado.
Por Paulo Aido.