En los últimos diez años, los actos anticristianos han aumentado significativamente en Tierra Santa. Perpetrados por judíos radicales, son denunciados con regularidad por las Iglesias de las diferentes denominaciones cristianas en Tierra Santa ante las autoridades públicas. A continuación, la fundación ACN International presenta un resumen de la situación , después de contactar a Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, Vicario Patriarcal Latino para Jerusalén y Palestina para repasar los hechos de la última década.
El pasado 11 de febrero, un centenar de neumáticos fueron rajados en la ciudad árabe de Jish, en el norte de Israel. También se encontraron grafitis racistas escritos en hebreo en las murallas de la ciudad. Jish es una ciudad de unas 3.000 habitantes en la que más del 50% son maronitas, un 10% melquitas y un 35% musulmanes. Los grafitis se dirigían abiertamente contra la coexistencia interreligiosa en Israel: “Despertad, judíos… dejad de asimilaros”.
Como reacción inmediata, la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa (AOCTS), que reúne a Obispos y Vicarios episcopales católicos de los ritos latinos y orientales de Tierra Santa, pidió a las autoridades civiles y de seguridad del Estado que “asuman sus responsabilidades tanto en materia de educación como de seguridad para que no se repitan estos delitos en el futuro”. Esta fue la enésima apelación. Pues, como lamenta Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, Vicario Patriarcal Latino para Jerusalén y Palestina, “desde hace más de diez años, la AOCTS pide reunirse con los ministros pertinentes o incluso con el primer ministro (…) ¡Hasta ahora, sin resultado!”.
Escupitajos, insultos, grafitis ofensivos, actos de vandalismo contra lugares de culto: este tipo de ataques se cuentan por docenas en la última década. Se han registrado más de cinco en los últimos dos años. Normalmente son condenados por el Gobierno israelí, los medios de comunicación y la opinión pública israelí, resalta como algo positivo Mons. Marcuzzo. Pero, a menudo, faltan las medidas concretas… salvo en el caso de la quema de una parte del Santuario de la Multiplicación de los Panes y los Peces de Tabgha, en el norte de Israel, en 2015. Sus responsables fueron detenidos y juzgados, subraya el Vicario Patriarcal Latino para Jerusalén.
La raíz del mal reside en la educación
Las Iglesias de Tierra Santa señalan principalmente la enseñanza que se imparte a los jóvenes en determinadas escuelas israelíes. “Se trata ciertamente de una cuestión de educación que se debe a un problema más general, debido a una cierta cultura y visión de vida: la no aceptación de la diversidad del otro”, analiza Mons. Marcuzzo.
“Estamos muy preocupados”, añade, “porque la aceptación mutua es la base de cualquier sociedad y especialmente aquí, dada la gran diversidad étnica, cultural, religiosa y política de Israel y Oriente Próximo. Esta actitud socava la base de la cohesión y la solidaridad sociales, que son el fundamento de cualquier país. También nos preocupa que esta cultura no conduce a la reconciliación y la paz, que deberían ser el objetivo prioritario de todos los países de la región”.
La AOCTS ya había mostrado su consternación en octubre de 2012: “¿Qué está sucediendo hoy en la sociedad israelí para que los cristianos se conviertan en chivos expiatorios y sean el blanco de estos actos de violencia? ¿Qué clase de enseñanza de desprecio hacia los cristianos se enseña en las escuelas? ¿Por qué los autores nunca son arrestados ni llevados ante la justicia?”, se preguntaban las Iglesias católicas en Tierra Santa en ese momento. La AOCTS pidió entonces que “el sistema educativo cambiara radicalmente”. Ocho años después, la situación sigue siendo difícil. “Las Iglesias han subrayado este problema a todos los niveles y en varias ocasiones, pero su voz, al no estar respaldada por un peso político y económico (solo somos el 2% de la población), no siempre es escuchada. Esto plantea también el problema de la protección legal y de los derechos de las minorías”, señala Mons. Marcuzzo.
Colonos y judíos religiosos radicales
El episodio de Jish forma parte de la política del “precio a pagar” (Tag Mehir en hebreo) exigido desde 2008 por colonos radicales y otros activistas de extrema derecha. Estos dicen vengarse así de los límites impuestos por el Gobierno y el Ejército a sus aspiraciones radicales respecto a la colonización. Y para hacerlo, atacan las propiedades de las poblaciones palestinas de Cisjordania y árabes de Israel (tanto cristianas como musulmanas) y sus lugares de culto.
Pero los ataques también pueden -como manifestó, preocupado, el Patriarcado Armenio de Jerusalén hace menos de un año- provenir de “extremistas religiosos judíos”. Pese a no ser mayoría en Israel, pueden ejercer cierta influencia en el mundo religioso judío del país.
En uno de sus escasos comunicados, fechado el 20 de junio de 2019, el Patriarcado Armenio rompió su silencio tras un altercado durante el cual sus seminaristas, que se dirigían desde el barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén en su procesión semanal al Santo Sepulcro, fueron escupidos por tres jóvenes judíos que les gritaron “los cristianos deben morir” y “os eliminaremos de este país”. El Patriarcado Armenio de Jerusalén reaccionó profundamente indignado: “Pensábamos que Israel era un país democrático”; “¿Quién se atrevería a escupir a los judíos en Europa y en Estados Unidos?”; “¿Está permitido en Israel escupir a los cristianos?”.
En una comunicación paralela, el Patriarcado pidió al Gobierno israelí, a los líderes religiosos judíos, a la Policía israelí y a todas las demás autoridades implicadas que “castigaran a los responsables y condenaran con vehemencia este comportamiento contra los cristianos y, en particular, contra la comunidad armenia”.
Un fenómeno que no solo afecta a Jerusalén
En Jerusalén, cerca del barrio armenio, las comunidades cristianas greco-ortodoxa, franciscana, benedictina y armenia establecidas en el Monte Sion, también han sufrido actos con connotaciones anticristianas en los últimos años. Los judíos radicales desean eliminar toda presencia cristiana dentro del perímetro de lo que veneran como la tumba del Rey David.
Así, la Abadía Benedictina de la Dormición se vio afectada por tentativas de incendios en mayo de 2014 y febrero de 2015. En 2012 y 2013, grafitis claramente anticristianos cubrían sus muros. En enero de 2016, estos quedaron cubiertos de lemas de odio en hebreo: “Muerte a los paganos cristianos, enemigos de Israel”, “Que su nombre (Jesús) y su memoria sean borrados” o también “Cristianos al infierno”.
Pero este fenómeno no afecta solo a Jerusalén. En octubre de 2018, tras una primera profanación en diciembre de 2015, se derribaron estelas y se rompieron cruces en el cementerio del monasterio salesiano de Beit Gemal, cerca de Beit Shemesh, una ciudad con un alto porcentaje de judíos ultraortodoxos, ubicada a 30 kilómetros al oeste de Jerusalén. En 2013, se lanzaron cócteles molotov contra el monasterio y se pintaron grafitis como “muerte a los no judíos”. En septiembre de 2017, la iglesia de San Esteban que pertenece al mismo monasterio fue vandalizada.
Hace dos años, también en Beit Gemal, los muros del convento de las Hermanas de la Familia Monástica de Belén fueron embadurnados con grafitis blasfemos en hebreo. En marzo de 2014, en las proximidades de Beit Shemesh, el monasterio de Deir Rafat, donde se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Palestina, también fue objeto de actos vandálicos. Por último, entre los ataques más emblemáticos hay que resaltar, , el incendio provocado en Tabgha, mencionado anteriormente.