Ucrania: “La Iglesia mantiene sus puertas abiertas a todos”

La responsable de los proyectos de ACN en Ucrania informa sobre su visita solidaria a la zona de guerra.

Desde el comienzo de la guerra, la ayuda a Ucrania es fundamental para ACN. La fundación viene apoyando proyectos en Ucrania desde 1953, primero durante la época de la persecución comunista y luego en los años de reconstrucción tras la caída de la Unión Soviética.

Y   en la situación actual aún más: desde el comienzo de la guerra, ACN ha organizado varios paquetes de ayuda. El dinero se destina a sacerdotes, religiosos y colaboradores de la Iglesia que atienden a los desplazados y a las víctimas de la guerra en monasterios, conventos, parroquias u otras instituciones eclesiásticas.

Poco antes de Semana Santa, ACN visitó varios lugares del oeste de Ucrania. Magda Kaczmarek, directora de proyectos para Ucrania en la sede internacional, formó parte del grupo y, a su regreso, habló con Volker Niggewöhner acerca de sus impresiones.

ACN: Ocho semanas después del inicio de la invasión rusa, los combates continúan en el este y el sur de Ucrania. ¿Qué significa eso para la población civil?

Magda Kaczmarek: Ucrania actualmente recorre el mayor vía crucis de su historia desde la Segunda Guerra Mundial. La presión para huir va en aumento, la gente está aterrorizada y ya no se siente segura. Esta es la tragedia que se desarrolla ahora ante nuestros ojos. Nosotros estuvimos en Ucrania occidental en Semana Santa, allí nos encontramos con muchísimas personas que han encontrado refugio en instituciones eclesiásticas, en su mayoría madres con hijos y personas ancianas. Es una gran catástrofe humanitaria, la gente está soportando un sufrimiento inimaginable.

¿A dónde le llevó su viaje a Ucrania?

Primero fuimos a la archidiócesis de Leópolis, cerca de la frontera con Polonia, donde pudimos visitar algunas parroquias que han acogido a desplazados. También visitamos el seminario mayor y la comunidad religiosa de los basilianos, que han abierto sus puertas a los desplazados, así como numerosas comunidades religiosas femeninas. Además, visitamos al arzobispo en Ivano-Frankivsk, donde el seminario mayor también ofrece refugio a muchos desplazados.

La archieparquía greco-católica ucraniana de Ivano-Frankivsk lleva a cabo un proyecto impresionante: ha abierto un hospital propio donde se atiende a los heridos. Allí también trabajan médicos y personal sanitario que ha huido del este del país: así se les ofrece una perspectiva laboral. Es muy importante que estas personas no abandonen Ucrania y la Iglesia hace lo posible por impedirlo.

¿Qué impresiones se llevó de sus encuentros con los desplazados?

Fue una experiencia muy emotiva. Nos encontramos con desplazados que no hacían más que llorar, allí no cabía más que abrazarlos. También había desplazados que habían enmudecido:  conocimos a un joven de unos 30 años que no había pronunciado ni una sola palabra desde el comienzo de la guerra. También recuerdo a un niño pequeño que no había comido nada en dos días durante la huida. Muchas personas tenían ojos vidriosos y caras petrificadas y no alcanzaban a comprender lo que ocurría a su alrededor.

También nos encontramos con desplazados que acababan de llegar de Kramatorsk, de Ucrania oriental, donde la estación de tren fue bombardeada el 8 de abril. La gente se subió a los trenes presa del pánico, sin saber cuál era el destino ni lo que allí les esperaba.

Magda Kaczmarek en el nuevo monasterio benedictino de Solonka (Ucrania).
Magda Kaczmarek en el nuevo monasterio benedictino de Solonka (Ucrania).

¿Cómo es el estado de ánimo entre los refugiados? ¿Quieren quedarse en Ucrania? ¿Cómo ven su futuro?

De momento, la idea es que sobre todo las madres con sus hijos y las abuelas se queden en Ucrania occidental, porque desean desesperadamente regresar junto a sus maridos, padres e hijos a Ucrania oriental. Pero no saben si será posible ni cuándo. En muchos casos, sus casas han sido destruidas por las bombas: lo han perdido todo. Nosotros hablamos con una de estas familias: a raíz del estallido del conflicto en 2014 en el este de Ucrania y Crimea, perdieron su casa en Donetsk. Ahora han perdido su hogar en Járkov y, en estos momentos, tienen que volver a empezar de cero en Ucrania occidental. No obstante, también quieren quedarse en Ucrania. Muchos no ven otra opción.

A pesar del pasado comunista, la religión desempeña un papel importante en Ucrania. ¿Se ha puesto esto de manifiesto en esta situación de crisis?

Entre los desplazados de Ucrania oriental hay muchos que no están bautizados o que no practicaban su fe. Ahora, en los centros para desplazados de la Iglesia, están entrando en contacto por primera vez con una Iglesia viva. Nosotros hemos sabido, por muchas conversaciones, que la gente está muy agradecida a la Iglesia por acogerla y que sienten la cercanía de Dios en esos lugares. Hemos conocido a gente que nunca había ido a la iglesia y que ahora, por ejemplo, rezan en común el rosario. Naturalmente, la Iglesia católica no se fija en la confesión y acoge cordialmente a todo el que acude en busca de ayuda.

Durante su viaje por Ucrania también tuvo usted oportunidad de hablar con la cabeza de la Iglesia greco-católica ucraniana, el arzobispo mayor Svyatoslav Shevchuk. ¿Cuál fue su mensaje?

En primer lugar, nos rogó: “¡Ayudadnos! Porque el 50% de nuestra economía ya está perdida”. No obstante, el arzobispo mayor considera muy importante que los alimentos y demás productos no solo se transporten a Ucrania desde el extranjero, sino que se produzcan localmente en la medida y donde aún sea posible. El mensaje de la Iglesia es: debemos llevar esperanza, orientación y fuerza al pueblo. Es muy importante que la gente vuelva a albergar esperanzas en estos momentos.

¿Qué tipo de ayudas tiene previsto prestar Ayuda a la Iglesia Necesitada?

Ya hemos enviado un primer paquete de ayuda de 1,3 millones de euros para la labor de la Iglesia en tiempos de guerra. Sin embargo, seguimos recibiendo peticiones de apoyo a proyectos y, por lo tanto, nuestra ayuda aumentará. En Ucrania, la mayor carga para las instituciones eclesiásticas son actualmente los gastos corrientes: electricidad, agua, calefacción, etc. Las iglesias han abierto sus puertas literalmente a todo el mundo: allí se vive verdaderamente el Evangelio. Pero ello también supone un desafío económico.

Otra gran necesidad son los vehículos de transporte, porque la ayuda humanitaria a menudo tiene que recorrer largas distancias… por carreteras en muy mal estado o totalmente destruidas. En la organización de este transporte, la Iglesia es muy activa, también en este ámbito vamos a incrementar nuestra ayuda.

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