Filipinas es un archipiélago del sudeste asiático formado por más de 7.600 islas; 2.000 de ellas habitadas. Las dos islas mayores, Luzón y Mindanao, suman dos tercios de la superficie total y de la población. En la primera se encuentra la capital, Manila, y en Mindanao, donde está presente el terrorismo islamista, vive la mayoría de la población musulmana.
La directora de proyectos de la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN) para Filipinas, Véronique Vogel, retornada recientemente de un viaje de proyectos a ese país, nos habla de la situación actual y los retos a los que se enfrenta la Iglesia.
¿Cómo es la situación actual en Filipinas? El año pasado hubo un cambio de presidente, ¿cómo ha afectado eso al país?
El año pasado, Bongbong Marcos fue elegido presidente. La situación actual del país es tranquila en comparación con la del anterior presidente, Rodrigo Duterte. Había temores de que con Marcos volviera la dictadura, como había ocurrido con su padre, pero no ha sido así y, hasta ahora, se están respetando las normas democráticas. Hay menos asesinatos y también se han reducido las ejecuciones extrajudiciales relacionadas con las drogas. No obstante, y a pesar de ello, la democracia sigue siendo débil.
En el país reina la corrupción en muchos niveles de la sociedad y del Gobierno, ese es el mayor problema. Un obispo me describió a la sociedad filipina y el modo de gobernar como muy cercanos al nepotismo, en el que las conexiones familiares y los conocidos son lo más importante. Otro problema del país es el alto índice de emigración, con 1,96 millones de filipinos en el extranjero. Entre estos, el 52% son mujeres, lo que ha provocado una desintegración de las familias muy extendida.
La pobreza es uno de los principales problemas, pues casi el 28% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, situación que se ha visto agravada por la pandemia. Esto no es tan visible en Manila, pero sí predomina en las zonas rurales y en Mindanao, donde la pobreza ha potenciado el problema que tiene esa región con el extremismo islamista. Los sectores de la economía van bien y el mercado doméstico es muy fuerte, ya que Filipinas es, en gran medida, una sociedad consumista. Por otro lado, los que trabajan en el sector agrícola -alrededor de un tercio de la población-, están a merced de los precios en bolsa de cultivos como el tabaco, el coco, la caña de azúcar, etc.
¿Qué hay del extremismo islamista violento? Sobre todo, en Mindanao.
Por el momento reina una relativa calma. Sigue habiendo algunos focos de violencia, sobre todo relacionados con el Estado Islámico (EI). Hubo un atentado de bomba poco antes de partir yo a Filipinas. Los militares están por todas partes en Mindanao, proporcionando seguridad y, por ejemplo, los obispos de la región llevan escolta militar. Existe el temor de que la violencia vuelva a recrudecerse si se retira a los militares.
¿Cómo describiría la situación de la Iglesia católica en Filipinas?
En 2021, Filipinas celebró el quinto centenario de la llegada del cristianismo. En la actualidad, algo más del 91% de la población es cristiana y el 82% católica. Los musulmanes representan alrededor del 7% de la población y algo más del 1% son animistas. Filipinas es el tercer país del mundo en población católica, con más de 81 millones de fieles, sólo por detrás de Brasil y México, también es, junto con Timor Oriental, uno de los dos países de mayoría cristiana en Asia. El catolicismo fue introducido en Filipinas por los españoles, cuya influencia aún es visible, por ejemplo, en el estilo de las imágenes de las iglesias.
Los filipinos son gente espiritual. La asistencia a misa es alta y la devoción al Nazareno Negro y a la Virgen son profundas y muy tangibles. Así, por ejemplo, en una parroquia que visité se celebraron ocho misas en un domingo. La gente está llena de alegría y es muy amable, generosa y hospitalaria. También hay consejos parroquiales muy activos dirigidos por fieles laicos y con una gran participación femenina.
¿Nos podría nombrar algunos de los retos que afronta la Iglesia en Filipinas?
Los sacerdotes dicen que ahora acuden menos jóvenes a misa, pues muchos prefieren reunirse en centros comerciales antes que en sus centros parroquiales. Otro tema son los elementos del animismo todavía presentes, el paganismo no ha desaparecido: muchos católicos en las zonas rurales siguen rezándoles a sus ancestros. En algunos aspectos, el cristianismo aún es superficial y no está profundamente arraigado. También existe un importante problema con la violencia, las drogas y el alcohol, que suele desestructurar a las familias, la violencia se dirige con frecuencia contra las mujeres y los niños. En las familias desestructuradas, a menudo la fe no se transmite correctamente a los hijos. Por tanto, hay que trabajar más para que arraiguen profundamente los verdaderos valores del Evangelio. Así, por ejemplo, un sacerdote me explicó que muchos jóvenes no se casan por la Iglesia porque no pueden permitirse una boda cara, que es lo que algunos entienden por casarse por la Iglesia. Estas parejas suelen vivir juntas sin casarse pero, a pesar de ello, quieren participar en la vida de Iglesia.
Otro problema creciente en Filipinas son las sectas. Hay pequeños grupos protestantes, pero también está la secta Iglesia ni Cristo, que cuenta con aproximadamente 2,7 millones de miembros y que afirma ser la verdadera Iglesia. Algunos acuden a ella porque consideran demasiado duras las normas de la Iglesia católica. La Iglesia ni Cristo suele hacer proselitismo frente a las iglesias católicas después de misa.
No obstante, hemos conocido a personas y feligreses muy entusiastas y muy implicados en sus parroquias. La Iglesia católica es dinámica y está bien organizada, el catolicismo está profundamente integrado en la identidad filipina.
¿Qué hace ACN para apoyar a la Iglesia en Filipinas?
Gran parte de nuestro apoyo se centra en la formación de futuros sacerdotes, novicios y catequistas, pero también apoyamos la formación continua de sacerdotes y religiosas. Además, ACN apoya la labor de varias comisiones diocesanas que abordan los problemas de las familias desestructuradas y ayudan en esas familias a transmitir la fe a los niños.
ACN también apoya el diálogo interreligioso, especialmente a través de nuestra ayuda al Movimiento Silsilah, que arrancó en Zamboanga, en la isla de Mindanao. ACN viene colaborando con el fundador de dicho movimiento, el padre Sebastiano d’Ambra, desde hace unos cuarenta años. Allí, el foco está puesto en el diálogo interreligioso, principalmente entre católicos y musulmanes, y en cómo lograr que ambas comunidades convivan en paz. Al mismo tiempo, otra prioridad es profundizar la fe de los católicos que viven en zonas de mayoría musulmana o con una gran minoría musulmana, pues esos católicos necesitan conocer y comprender en profundidad su propia fe. Por ello, el Movimiento Emaús, una rama del Movimiento Silsilah, ha creado un Instituto de Teología para jóvenes, con el fin de que puedan servir activa y eficazmente a la Iglesia como profesores de religión. ACN apoyó la construcción de este Instituto de Teología y ahora está ayudando a erigir un albergue para las mujeres estudiantes de Teología. Además, también financiamos parcialmente los estudios de Teología de estudiantes procedentes de familias con necesidades económicas.