Finlandia: ecumenismo extraordinario

Año tras año, la pequeña comunidad católica sigue creciendo y los vínculos con sus hermanos ortodoxos y luteranos no constituyen una excepción.

Imaginaros un país del tamaño de Italia con solo ocho parroquias y 29 sacerdotes… Imaginaros que la iglesia católica más cercana a vuestra casa está a 300 kilómetros. Esa es la realidad que afronta cada día Mons. Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki, en Finlandia.

En ese país nórdico de paisajes majestuosos y de tradición luterana, solo hay un puñado de católicos que representan apenas el 0,2 % de sus 5,5 millones de habitantes. Allí no hay estructuras católicas como en otros países. En consecuencia, la diócesis de Helsinki abarca todo el país, unos 340 000 km².

“Cada fin de semana recorremos miles de kilómetros para llevarles el alimento divino a nuestros fieles”, explica el joven obispo que lleva ya veinte años de misión en ese país. “Hay muchas familias que piden tener sagrarios en sus pueblos, pero no hay iglesias”, deplora. Pues, paradójicamente, aunque Finlandia sea uno de los países más ricos del mundo (ocupa el decimotercer puesto en el Índice de Desarrollo Humano, IDH), la Iglesia católica en este país es una de las más pobre de Europa.

“A diferencia de otras Iglesias del país, nosotros no recibimos ayudas del Estado, por lo que estamos muy desasistidos”, confirma el obispo, que ni siquiera puede cubrir las necesidades más básicas como la financiación de los agentes pastorales, los cursos de catequesis o los programas caritativos. Y sin dinero es imposible construir una capilla, una escuela católica o un centro pastoral para niños, uno de los principales sueños del prelado. Y es que, aunque los católicos sean una minoría, cada vez son más numerosos. Con más de 500 nuevos católicos al año, el pastor puede estar orgulloso de sus ovejas…

El ‘país de los mil lagos’ lleva dos décadas experimentando un crecimiento constante del número de católicos, con una demanda cada vez mayor de bautismos tanto de adultos como de jóvenes y niños. Algunos de ellos que, por tradición, son luteranos, poco a poco han ido abandonando toda práctica religiosa, cayendo en un vacío espiritual mortífero. Y entonces, atraídos por la autenticidad de la Iglesia católica, quieren ser parte de ella.

“En Finlandia, un católico a menudo es el único católico en su escuela o en su lugar de trabajo. No obstante, no se esconden ni temen mostrarse como tales ni hablar de Cristo con las personas con las que se relacionan. Los católicos finlandeses hablan con naturalidad de la eucaristía y de Jesús. Son misioneros y apóstoles allá donde van, por lo que son un ejemplo para el resto del mundo”. Mons. Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki.

Para reforzar la fe de estos fieles, el obispo organiza desde hace algunos años campamentos juveniles en Laponia: “Cargar con mochilas de 30 kg y caminar juntos bajo la lluvia o la nieve por paisajes impresionantes forja amistades profundas, da pie a conversiones y refuerza la fe”, asegura Mons. Raimo Goyarrola, para quien la naturaleza ofrece un marco incomparable para encontrarse con Dios.

En estos campamentos conviven niños de todo tipo. De hecho, si la mitad de los nuevos católicos son finlandeses, la otra mitad son inmigrantes o refugiados. A los procedentes de países de profunda tradición católica, como Filipinas o las naciones iberoamericanas, se suman en los últimos años cristianos procedentes de zonas en guerra: sudaneses, birmanos y también ucranianos.

Finlandia, que también sufrió la invasión rusa en la Guerra de Invierno de hace un siglo, ha abierto sus fronteras a los ucranianos, entre otros motivos porque aportan la mano de obra que necesitan urgentemente. Más de 7.000 greco-católicos han llegado como refugiados en los últimos meses. Y si bien es cierto que la guerra vecina podría debilitar el diálogo entre las Iglesias católica y ortodoxa, gracias a la larga tradición ecuménica del país se mantiene, por el momento, una magnífica colaboración entre los fieles.

La Iglesia católica finlandesa cuenta hoy con 120 nacionalidades diferentes y celebra la liturgia en todos los ritos católicos. Para suplir la falta de templos católicos, los luteranos y los ortodoxos prestan sus iglesias a sus hermanos y hermanas católicos todos los domingos. “¡Cada mes celebramos misa en 20 iglesias luteranas y en 5 iglesias ortodoxas!”, recalca el obispo agradecido. Un bello ejemplo de ecumenismo concreto y vivido, a la espera de que la Iglesia encuentre los fondos necesarios para construir las estructuras que necesita para acoger a sus fieles cada vez más numerosos.

 

Por Amélie Berthelin.

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