Finalmente, su gran sueño se ha hecho realidad: tras muchos años de espera, los creyentes de Pawi, en el noroeste de Etiopía, tienen una iglesia “de verdad”. Con 50.000 euros, nuestros benefactores los han ayudado a hacer realidad este sueño.
Las personas que viven allí han atravesado tiempos difíciles: a mediados de los años ochenta fueron deportadas del sur bajo el cruel régimen comunista del dictador Haile Mariam Mengistu. Lo que presumiblemente iba a ser una acción humanitaria para paliar una hambruna que se cobró cientos de miles de vidas humanas, fue en realidad una reubicación a gran escala llevada a cabo mediante una brutal deportación de en torno a millón y medio de personas. Sobre todo los ancianos, los niños y los enfermos no pudieron sobrevivir a las calamidades de la deportación y murieron.
Por entonces fueron deportadas a Pawi 15.000 personas, entre ellas, 3.000 católicos. Allí se encontraron con un territorio inhóspito del que nunca habían oído hablar y que estaba marcado por un calor extremo y una sequía. A las duras condiciones de vida se sumó el hecho de que el régimen prohibió toda práctica religiosa. Así, la gente además tuvo que renunciar al consuelo de los sacramentos y la vida de Iglesia. Solo podían vivir su fe en la clandestinidad y a riesgo de ser duramente castigados, pero, no obstante, permanecieron fieles a su fe.
Tras la caída del régimen, responsable de la muerte de unos 2,5 millones de personas, los creyentes pudieron volver a vivir libremente su fe. Por tanto, se organizaron y construyeron con sus propias manos una capilla de adobe, pero esta se derrumbó en la siguiente época lluviosa. No obstante, siguieron intentándolo, pero sus recursos no alcanzaban para construir una iglesia sólida. Además, las capillas de adobe eran demasiado pequeñas para los numerosos creyentes, cuyo número no ha dejado de aumentar.
Ahora, finalmente, y gracias a la ayuda de nuestros benefactores, han logrado erigir una iglesia sólida y hermosa en la que pueden celebrar dignamente la Santa Misa y reunirse para la oración. ¡Dios se lo pague a todos los que han contribuido a ello!