La situación social, política y económica de Venezuela continúa en grave deterioro, con carestía de alimentos, medicinas y productos básicos para la vida diaria. La Iglesia sufre junto al pueblo las consecuencias de esta crisis y en muchas diócesis del país el clero y otros agentes de pastoral, que desarrollan una labor insustituible para paliar las carencias materiales y espirituales de la población, necesitan ayuda para sobrevivir.
El Cardenal Baltasar Porras, administrador apostólico de Caracas y arzobispo de Mérida, habla con representantes de Ayuda a la Iglesia Necesitada que visitaron el país para ver de cerca estas necesidades y conocer cómo los proyectos de la fundación pontificia apoyan la labor pastoral y social de la Iglesia venezolana.
Venezuela no está en guerra pero en la realidad vive en un estado de guerra, ¿qué le parece esta apreciación?
Estamos en una situación atípica e inédita, que no es producto de una guerra, ni un conflicto bélico, ni una catástrofe natural, pero que conlleva consecuencias similares. El régimen político que dirige Venezuela ha roto el país, ha generado una conflictividad social que va en crecimiento. Está además la realidad del exilio de tantos venezolanos, algo jamás conocido aquí antes. La gente se va por su situación económica, por sus ideas políticas, otros por el acoso que existe en el país, cuyo aparato económico está prácticamente destruido. No hay ningún tipo de seguridad jurídica. También hay carencia de empleo y asistencia sanitaria, no hay posibilidad de llevar al hogar lo mínimo para el sustento de la familia. Los especialistas califican todo esto como economía de guerra.
Hemos oído sobre las negociaciones de Oslo entre el gobierno y la oposición, pero hay mucho escepticismo al respecto, ¿cree que puede ser realmente un avance para mejorar la situación del país?
Hay que entender que en los últimos veinte años cuando el gobierno se ha visto en dificultad ha llamado varias veces al diálogo. Pero estas llamadas han sido para “alargar la arruga”, porque el gobierno no ha tenido voluntad sincera ni de negociar, ni de conceder absolutamente nada. En este escenario, gran parte de la población tiene absoluta desconfianza e incredulidad ante el diálogo. Pero a pesar de eso, es una oportunidad para descubrir si hay voluntad de restituir la democracia que está totalmente desdibujada en el país. Nos preocupa mucho que en este último año, desde el fenómeno Guaidó, el número de personas detenidas, torturadas, muertas y desaparecida ha ido en crecimiento y en estas acciones no solo están involucrados militares de alto rango, sino también parte de población popular. Algunos organismos del estado están considerados como una policía nazi, que genera miedo en la población. El gobierno ha perdido la calle y la única manera que tiene de controlar a la gente es metiendo miedo, y provocando la falta de gasolina, de alimentos y energía.
Durante nuestra visita hemos podido ver cómo allí donde hay una parroquia o una obra de la Iglesia, la gente se acerca y encuentra ayuda, sale reconfortada ¿Se puede decir que la Iglesia en Venezuela es la Iglesia de la Esperanza?
Se han destruido instituciones públicas y privadas, y la única institución que permanece incólume es la Iglesia. Esto es gracias a la cercanía con la gente, y a nuestra presencia en todos los ámbitos. Además, la Iglesia ha tenido la valentía de señalar los defectos de este régimen. Otros agentes sociales no se manifiestan sobre esta crisis por miedo, porque el gobierno amenaza y ha cerrado medios de comunicación y ataca a las empresas.
Por esa postura clara y firme la Iglesia está sufriendo también amenazas y presiones. ¿Se puede decir que la Iglesia venezolana está perseguida?
No deja de no estarlo. Por ejemplo, en el campo de la educación hay restricciones contra los centros católicos, parece que se busca poner trabas para que sea la propia Iglesia la que cierre sus colegios. Estamos sufriendo durante años presiones de una forma sutil, también amenazas verbales y acoso a las obras de carácter social como Cáritas. Las parroquias reciben ataques del propio gobierno, de los consejos comunales y de los grupos progubernamentales llamados “colectivos”. Por ejemplo, en Caracas, en las zonas populares, los colectivos están en las puertas de las parroquias y oyen lo que dice el sacerdote en la homilía, si no les gusta comienzan las amenazas.
¿Qué pasaría en Venezuela si no estuviera presente la Iglesia católica?
La situación sería peor y se agravaría para muchas personas. Nos duele ver así a nuestro pueblo. Con el fenómeno de la emigración los que nos hemos quedado somos huérfanos de afecto, porque la familia y el entorno en que hemos vivido, han desaparecido. Los que nos quedamos sentimos la falta de la compañía y sufrimos también porque muchos de los que han salido no lo están pasando bien. Venezuela se está convirtiendo un problema geopolítico que afecta a otros países. Hay ya 4 millones de venezolanos fuera del país, 1,5 en Colombia, 700.000 en Perú, 400.000 en Chile, 500.000 en Florida – se dice que la mitad indocumentados – y otros muchos en otros países de América y Europa. Es tristísimo.
¿Qué le transmite el Papa Francisco en los encuentros que han tenido?
El Papa conoce muy bien la situación venezolana, desde ya antes de ser nombrado Papa. Además, sus colaboradores más cercanos, como el Secretario de Estado del Vaticano, han tenido relación directa con Venezuela y están muy involucrados. El Papa confía en las instancias locales. En el último encuentro que tuvimos todo el episcopado venezolano con el Santo Padre él nos dijo “yo avalo todo lo que hacen”. Algunos se preguntan por qué no habla más sobre Venezuela. Se están haciendo cosas pero de forma discreta, también para no perjudicar a las organizaciones que están ayudando a la Iglesia venezolana.
¿Un último mensaje para las personas que desde ACN están colaborando con la Iglesia venezolana?
La cercanía de muchas instituciones, no solo católicas, es un gran bálsamo para nosotros. En concreto agradecemos profundamente a ACN, no solo la ayuda material, sino la sintonía espiritual que se expresa sobre todo a través de la oración. Hay algo que hay que reconocer, gracias a la ayuda que recibimos de la fundación a través de las intenciones de misa se están paliando enormemente las necesidades que hay en las parroquias, y así se pueden destinar otros recursos a fortalecer la labor social. Nos ayudáis a seguir estando presentes y ayudar a las personas que más lo necesitan.