De acuerdo con una ley sobre la restitución de edificios religiosos, las autoridades locales devolvieron a la Iglesia católica la iglesia de San Clemente de Sebastopol. Este templo católico construido en 1911 fue en gran parte destruido por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; en 1948, el gobierno soviético la reconstruyó para ser utilizada como cine para niños, con una sala con capacidad para 300 espectadores.
La entrega del edificio – que se hizo efectiva a principios del mes de junio pasado – fue celebrarla por toda la comunidad católica. Mons. Jacek Pyl, Delegado de la Santa Sede en el Distrito Apostólico de Crimea y Sebastopol, resaltó en una entrevista para la fundación pontificia Aid to the Church in Need (ACN) la importancia de este gesto de reconocimiento a la comunidad católica por parte de las autoridades en esta región tan sensible, anexionada a Rusia en 2014.
La restitución de la iglesia ha sido el resultado de la aplicación de un decreto del gobierno local sobre la restitución «de la propiedad histórica».
Mons. Jacek Pyl, también Obispo Auxiliar de la Diócesis ucraniana de Odessa-Simferopol, subrayó en la entrevista a ACN que detrás de este gesto se descubre la acción diplomática del Vaticano y recordó que «el año pasado, el Cardenal Pietro Parolin se reunió con las autoridades de Moscú». Añadiendo: «Estoy seguro de que la devolución de la iglesia de Sebastopol es el resultado de esas negociaciones».
A pesar de que la restitución de esta iglesia histórica tiene una elevada carga simbólica para la pequeña comunidad católica local, y de que ha sido un «signo de esperanza», no se debe olvidar – según el prelado – que “muchas otras iglesias están todavía destruidas”.
Según ha explicado el delegado de la Santa Sede a ACN, en los discursos pronunciados durante la ceremonia cuando se entregó el templo, se recordó que la restitución de la iglesia a la comunidad católica significa «ejercer la justicia histórica, pues la propiedad debe estar en las manos de sus legítimos propietarios».
Privados de su iglesia durante tantas décadas, los católicos quieren que sus puertas también estén abiertas a toda la ciudad. “Además de ser lugar para las celebraciones litúrgicas, habrá un órgano para celebrar conciertos”, explica el prelado. «Es importante mostrarle a la sociedad, formada bajo el comunismo soviético, que la Iglesia católica no es hostil y, si tiene un órgano, puede organizar conciertos musicales para todos. Es preciso que cooperemos con la sociedad en el ámbito cultural, este es el lenguaje del diálogo».
Además del pesadísimo legado histórico de años de dictadura soviética, la Iglesia católica de Crimea también tiene que afrontar las necesidades económicas.
La comunidad católica de Crimea es bastante pequeña y su mayoría atraviesa grandes dificultades económicas. «Por desgracia, aquí la gente es pobre», explica el prelado. «Tras la anexión de Crimea, las pensiones subieron, pero también los precios de los alimentos se han encarecido, por lo que la gente se lo gasta todo en necesidades básicas, como alquiler, electricidad, gas, etc.».
“El contacto con el mundo exterior es un poco difícil. Así, por ejemplo, el transporte aéreo a otras ciudades o países ya no es posible, y la única vía actualmente abierta es la que va de Simferópol a Moscú…”.
Unos 1.500 católicos mantienen actualmente un contacto directo con la Iglesia, pero hay muchos dispersos o anónimos debido a que bajo el comunismo se intentó destruir todo vestigio de fe católica. Todas las iglesias de las grandes ciudades fueron derruidas o transformadas en edificios públicos. Por todo ello resulta difícil volver a encontrar a todos los católicos, explica Mons. Pyl. Al mismo tiempo que indica cuál es el camino a seguir: «La Iglesia tiene que ir al encuentro de las personas cuya fe es débil o está adormecida, ir a sus casas y encontrarse con ellas ya sea en una cabaña o en una casa particular, o visitarlas en Navidades o por Pascua».
La pequeña y pobre comunidad católica de Crimea todavía es vista con algo de desconfianza por una sociedad moldeada por décadas de régimen soviético. Por eso, la ayuda que recibe de organizaciones internacionales como la fundación pontificia ACN es esencial. En uno de los proyectos en curso para la Iglesia local, ACN apoya a las familias más vulnerables y desfavorecidas, así como a personas ancianas y enfermas. Mons. Jacek Pyl califica esta ayuda como «imprescindible para que puedan vivir con dignidad». No obstante, y a pesar de las enormes carencias materiales, el trabajo pastoral con el que también apoya ACN es considerado prioritario. «Las necesidades espirituales son nuestra prioridad», declara el Delegado de la Santa Sede a la fundación pontificia. «Dios, la oración y la fe van en primer lugar».