Incluso dirigentes del partido nacionalista hindú empiezan a acusar al BJP de complicidad en lo que se ha convertido en un ataque generalizado contra los cristianos. ACN sigue observando de cerca la situación. La situación en el estado de Manipur, en la India, sigue causando gran preocupación, ya que la violencia contra los cristianos provoca estragos y sigue aumentando el número de iglesias y edificios cristianos destruidos, que ya se cuentan por centenares.
El cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay, publicó una breve nota el 9 de julio en la que explicaba que la situación está causando «ansiedad a todos y sufrimiento a la gente de la zona», y aseguraba que el episcopado de la India está en comunión con la diócesis local de Imphal, tratando de encontrar formas de ayudar.
Fuentes locales han culpado al partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP), que tiene una plataforma nacionalista, de avivar la violencia. Esta teoría cobró más peso con la dimisión, el 13 de julio, del vicepresidente del partido en Mizoram, estado vecino de Manipur.
En su carta de dimisión, R Vanramchhuanga afirmaba que, a pesar de que los militantes ya habían quemado 357 templos cristianos y edificios pertenecientes a diferentes Iglesias, los dirigentes de los gobiernos local y central, en manos del BJP, aún no habían condenado estas acciones: «Por lo tanto, creo que la demolición masiva de iglesias cristianas en Manipur contó con el apoyo de las autoridades estatales y centrales», declaró el político.
La fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN) ha seguido de cerca los acontecimientos en Manipur y ha recibido información de fuentes locales. Lo que comenzó como una petición del grupo Meitei a ser registrado en la lista de grupos desfavorecidos con acceso a prestaciones reservadas a los mismos (Sheduled Tribal list), se convirtió rápidamente en ataques contra las tribus cristianas de las colinas, los Kuki y los Naga. Los violentos ataques de grupos militantes Meitei provocaron la quema de aldeas enteras, la muerte de más de un centenar de inocentes civiles kuki y la destrucción de iglesias católicas y protestantes, muchas de ellas pertenecientes a cristianos Meiteis. Por lo que se puede describir como una persecución abierta contra cristianos.
Dos ejemplos que han llegado a ACN y detallan la destrucción de propiedades de la Iglesia, muestran claramente la metodología y las intenciones de los atacantes.
Parroquia de San Pablo
El 3 de mayo, según un informe de la diócesis de Imphal recibido por ACN, varios activistas meitei entraron en la parroquia y en el centro de formación pastoral de san Pablo, ubicado en Sangaiprou, que atiende a personas de diversas comunidades étnicas.
«Hacia las 20.30 horas llegó una turba que empezó a destrozar y destruir la iglesia y las propiedades que había en ella. Destrozaron los cristales de las ventanas, las puertas, el interior de la iglesia, las estatuas, los crucifijos, el equipo de sonido, los instrumentos musicales y todo lo que había en la iglesia, y prendieron fuego al altar».
Las 46 personas que viven en las instalaciones fueron tomadas por la fuerzas y obligadas a presentar pruebas de identidad, para asegurarse de que no había kukis entre ellas. «Tras comprobar su identidad, prendieron fuego a una motocicleta y se marcharon. El incendio de la iglesia fue controlado», dice el informe.
Los cristianos del lugar creyeron que se habían librado de lo peor, pero el grupo regresó ese mismo día dos veces para pedirles pruebas de identidad y asegurarse de que no había kukis entre ellos.
El 4 de mayo llegó de nuevo la turba. «Pidieron a los residentes que se identificaran. Tras comprobarlo varias veces, se marcharon sin encontrar a las personas que aparentemente buscaban. Sin embargo, hacia las 14 horas, entraron en la iglesia, recogieron las pipetas de gas de la cocina del centro pastoral y, tras amontonar todos los bancos y objetos de valor, destrozaron, saquearon y quemaron tanto la iglesia como el edificio del centro de formación pastoral», causando la casi total destrucción de la propiedad, sin perdonar siquiera al ganado y otros animales.
Según el informe recibido por ACN, «durante todo este tiempo no se proporcionó cobertura de seguridad» a pesar de los repetidos intentos de contactar con la policía a través de los números de emergencia.
Parroquia del Santo Redentor
La destrucción de bienes de la Iglesia en la parroquia del Santo Redentor en Canchipur es otro ejemplo de cómo las fuerzas de seguridad fracasaron en su deber de proteger a los inocentes durante las protestas en Manipur.
Hacia las 20:30 horas del 3 de mayo, «un grupo de personas no identificadas, armadas con barras de hierro y palos, llegaron a la parroquia y arremetieron con fuerza contra las puertas de entrada. Había tres o cuatro agentes de policía, pero fueron incapaces de controlar a la turba. Tras destrozar las puertas, ventanas y enseres de la iglesia, los asaltantes prendieron fuego al templo», dice el informe enviado a ACN.
Como en el caso de la parroquia de San Pablo, aunque lo peor parecía haber pasado, la pesadilla no tardó en volver. «A las 22 horas una turba regresó y el presbiterio de la parroquia fue asaltado y vandalizado. Saquearon todos los bienes de valor, como ordenadores y aparatos electrónicos, dinero en efectivo, pipetas de gas, etc., y desvalijaron y destruyeron las habitaciones de los sacerdotes y de los empleados.»
A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, los asaltantes volvieron dos veces más, amenazaron al personal que trabaja en la parroquia, rompieron ventanas y saquearon el auditorio y las aulas antes de prender fuego a la residencia, donde se alojan estudiantes sin medios económicos. También entraron en el convento de Betania y se llevaron todos los objetos de valor, incluidos ordenadores y dinero en efectivo.
ACN que sigue acompañando la situación de cerca pide oraciones por las víctimas de la violencia. La fundación está en contacto con la Iglesia local para encontrar la mejor y más rápida manera de proporcionar asistencia de emergencia, satisfacer las necesidades básicas y ayudar a aliviar el sufrimiento de las personas.