La etnia de los gumuz vive en Etiopía occidental, en la zona que hace frontera con Sudán. Hasta hace algunos años, la mayoría de sus miembros eran nómadas. A finales del siglo XIX y hasta entrado el XX, muchos gumuz fueron víctimas de los traficantes árabes de esclavos de Sudán.
Hasta el día de hoy, los gumuz viven en una gran pobreza, y especialmente difícil es la vida de las mujeres, que tienen que realizar duras tareas físicas incluso cuando están embarazadas. Y como creen que la sangre de una mujer que da a luz puede acarrear una maldición para la familia, las mujeres tienen que ir a un lugar alejado como la orilla de un río o al bosque, para dar a luz solas y sin ayuda. Aquí, entre otros, un problema es que muchas niñas son casadas muy jóvenes, por lo que su cuerpo todavía no está preparado para un primer alumbramiento. Además, no tienen experiencia, y por esta razón, los partos se vuelven extremadamente complicados y dolorosos, y pueden conducir a la muerte. En general, la superstición domina gran parte de la vida de las mujeres, lo que les provoca mucho sufrimiento y miedo.
Los gumuz entraron en contacto con el Cristianismo hace pocos años, pero la Buena Nueva de Cristo llega a cada vez más corazones. Entre los gumuz que se han vuelto sedentarios, hay muchos que construyen sus redondas cabañas lo más cerca posible de la iglesia, y el número de los que quieren ser bautizados va en aumento.
Desde hace tres años, las Hermanas de la congregación de San José de la Aparición están presentes en esta zona. Las tres religiosas preparan a los catecúmenos para el bautizo y ayudan a la gente a entender mejor la fe cristiana y a vivirla. Las Hermanas apoyan de forma especial a las mujeres y niñas: así, por ejemplo, se ocupan de que las niñas sean enviadas a la escuela porque, para los gumuz, la formación escolar no es algo importante. El Gobierno intenta desde hace poco promover en la zona la escolarización, pero hasta el momento sus esfuerzos no han tenido mucho éxito. Resulta especialmente difícil convencer a los padres de que envíen a sus hijas a la escuela, y aquí, las religiosas realizan una importante tarea para mejorar la vida de las mujeres. Además, una de ellas gestiona un pequeño parvulario en el que se prepara a los niños para la escuela.
Estas tres religiosas, que viven modestísimamente en una casa de adobe, nos han pedido ayuda al sustento y para su labor. Ellas mismas necesitan poca cosa, pero sus tareas, que implican visitar a la gente en poblados muy dispersos, les ocasionan, por ejemplo, gastos en gasolina. Nosotros les hemos prometido para su sustento y apostolado 13.200 euros.