Un sacerdote colombiano lucha contra la violencia: “En nuestro barrio se producen dos o tres asesinatos cada semana”.

El padre Gersaín Paz, párroco en uno de los barrios más peligrosos de toda Colombia, cuenta a ACN como muchos jóvenes en Cali, la capital del narcotráfico, transforman sus vidas a través de la fe y la música, alejándose así de las drogas y la tentación del suicidio. 

“Es la gran desgracia de Colombia: el crimen se ha convertido en una industria”, lamenta el padre Gersaín Paz, párroco de Santa Marta en Cali, durante una visita a la fundación Aid to the Church in Need (ACN). El narcotráfico, la trata de personas y la prostitución han proliferado en el país. Según datos de la ONU, Colombia es el mayor productor de cocaína en el mundo. En 2023, se incautaron más de 1.100 toneladas de droga. Además, se estima que más de 15.000 personas son víctimas de la trata en el país cada año.

El padre Gersaín Paz, párroco de la iglesia de Santa Marta, visitando a una familia local
El padre Gersaín Paz, párroco de la iglesia de Santa Marta, visitando a una familia local

Cali, ubicada en el suroccidente de Colombia, en el valle del Cauca, es considerada la “capital del narcotráfico” y enfrenta una alarmante tasa de violencia, con un promedio de 1.500 asesinatos anuales. En palabras del sacerdote, se trata de “una de las ciudades más pobres y violentas. En nuestro barrio, Santa Marta, se producen dos o tres asesinatos cada semana”.

Los jóvenes y adolescentes no escapan a esta realidad: muchos son reclutados forzosamente por bandas criminales o se unen voluntariamente a estos grupos. La falta de oportunidades, el absentismo escolar y el desamparo social han llevado a muchos a involucrarse en estas y otras actividades ilícitas. “Hay adolescentes que ya recurren a vender su cuerpo en internet, por ejemplo”, cuenta el padre Gersaín con gran pena. “Hemos sabido también de niños que han quitado la vida a otros niños”.

La preocupante situación también se refleja en el número de suicidios, que afecta tanto a adultos como a niños. “Tenemos al menos dos suicidios cada mes en la zona. Es terrible. Yo le preguntaba a un niño que se cortaba los brazos por qué lo hacía y me decía: ‘Quiero llorar, pero no puedo’”, explica el padre Gersaín a ACN. “De las 70.000 personas que habitan en la zona, solo un tercio está bautizado y alrededor del 10% es practicante. La gente de verdad necesita apoyo”, cuenta.

Cali, donde se encuentra su parroquia, es una de las ciudades más violentas de Colombia
Cali, donde se encuentra su parroquia, es una de las ciudades más violentas de Colombia

Pese a la violencia y la desolación, todavía queda sitio para la esperanza: muchos chicos que antes estaban inmersos en la violencia y la delincuencia han encontrado una segunda oportunidad en su parroquia, cuya ampliación y mejoras han sido financiados por ACN.

El padre Gersaín cuenta que desde que está atendiendo la parroquia de santa Marta ha renovado la metodología para conectar con los adolescentes, usando música y otras dinámicas creativas para motivarlos. En los retiros, les piden que desconecten de todo por unas horas en silencio, lo que al principio parecía imposible. Sin embargo, el sacerdote comenta que, con el tiempo, los jóvenes han llegado a “disfrutar mucho de esta experiencia y han demostrado tener mucha capacidad de orar”.

“No conozco a ningún chico que tras estar con nosotros siga metido en las drogas”

El padre Gersaín busca caminos para llegar a todos. El espacio que antes servía sólo para dar catecismo en el templo, ahora se ha convertido también en un conservatorio de música, es el lugar donde acogen a adolescentes que buscan una oportunidad.  Allí reciben formación en violín y piano, entre otros. “Hay niños que han estudiado música aquí que ahora se ganan la vida tocando alrededor del mundo o están haciendo doctorados en Suiza y Viena”, relata orgulloso el padre Gersaín. “Hablamos de niños provenientes de entornos muy vulnerables, que venían de vivir circunstancias extremadamente duras. Estoy convencido: la violencia se puede eliminar cuando se brindan las oportunidades adecuadas. La violencia se ha reducido en un 80% gracias a las iniciativas de la diócesis”, resalta. El padre Gersaín explica que, tras pasar por el programa parroquial, los jóvenes empiezan a elaborar su propio proyecto de vida. “No conozco a ningún chico que tras estar con nosotros siga metido en las drogas”, dice el socio de proyectos.

Un joven con un tatuaje de la Virgen de Guadalupe junto al padre Gersaín Paz
Un joven con un tatuaje de la Virgen de Guadalupe junto al padre Gersaín Paz

En América Latina el papel del sacerdote es clave. Debido a una fuerte tradición católica y a carencias en servicios sociales en algunas zonas, los sacerdotes a menudo asumen funciones de liderazgo comunitario, ofrecen apoyo en áreas como la educación y la salud, y actúan como mediadores en conflictos. Según el padre Gersaín “es fundamental aprovechar esa capacidad para usarla por el bien común” y enfatiza la importancia de la formación del clero: “Es primordial que los sacerdotes reciban una formación sólida no solo en aspectos litúrgicos, sino también en cómo enfrentar problemas reales, como la violencia o el desempleo”.

Un cambio radical: una nueva iglesia para apoyar a las nuevas generaciones

La parroquia lleva 15 años en pie. Al inicio, cuando le fue encomendada al padre Gersaín, no había electricidad, las zarigüeyas se paseaban por el salón parroquial, el calor era insoportable. “Ni siquiera había baños”, recuerda el padre Gersain. “Ahora tenemos un templo francamente bonito y espacioso. La gente está muy emocionada por la próxima inauguración oficial. Es un lugar maravilloso. Ha sido un cambio radical”.

 El padre Gersaín Paz, párroco de la parroquia de Santa Marta, durante la misa vespertina
El padre Gersaín Paz, párroco de la parroquia de Santa Marta, durante la misa vespertina

Para cualquier comunidad, contar con un lugar de encuentro es fundamental, señala el sacerdote: “Si tengo una sacristía y un despacho adecuados, puedo atender mejor a la gente. Esto era un sueño de los parroquianos”. Y concluye: “Gracias a ACN podemos seguir creciendo y adaptándonos a las necesidades de nuestra comunidad. La pastoral debe ser un pilar importante y así ayudar a guiar y apoyar a las nuevas generaciones”.

 

Por Lucía Ballester.

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