El 25 de marzo en la catedral de Rumbek, Sudán del Sur, monseñor Christian Carlassare fue ordenado obispo de la diócesis católica de Rumbek, que llevaba 10 años sin obispo. En una entrevista previa con la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN), el obispo describía el atentado del que fue víctima en la noche del 25 al 26 de abril de 2021 en su residencia en Rumbek y hablaba de la situación actual en el país.
¿Cuál es la situación actual en Sudán del Sur?
Sudán del Sur es el país más joven del mundo. Es independiente de Sudán (del norte), aunque las relaciones entre los dos países son muy intensas. La experiencia política y administrativa viene de una comunión con Sudán. La misma Constitución de Sudán del Sur está relacionada con la de Sudán; de igual manera, los asuntos económicos también están muy relacionadas con el norte. Por tanto, la estabilidad política en el norte significa estabilidad política en el sur, lo mismo que el desarrollo del país. A causa de la independencia y de una cierta tensión entre ambos gobiernos, Sudán del Sur ha sufrido abandono, separación, cierre de fronteras e imposibilidad de usar las rutas comerciales norte-sur. Un castigo para el país.
Pero no ha sido siempre así. El reciente golpe de estado y las protestas por la situación política en Sudan han empeorado este panorama, ¿no es así?
Lo que he aprendido en estos países de África es que la estabilidad es muy frágil, así que hace falta dar tiempo al tiempo y no juzgar velozmente lo que está pasando. La inestabilidad no ayuda, pues no se sabe dónde terminará. Obviamente, las incertezas en Sudán y Etiopía, donde la situación es muy delicada, no ayudarán a Sudán del Sur a alcanzar la paz y la tranquilidad que querría, pero ciertamente cada país tiene su responsabilidad. El nuestro, buscaba la mediación de países de la zona para la pacificación, ahora tendrá que poner más esfuerzo en buscar la paz.
¿Cómo viven la inestabilidad los cristianos de la zona?
En Sudán del Sur, más de la mitad de la población son cristianos, solo el 8% es musulmán. Otros grupos viven al margen y no se han acercado al Evangelio. Sin embargo, vivimos en estos países donde el cristianismo es en muchos casos todavía sólo de fachada y tiene que echar raíces en la vida de la gente…
La violencia es algo que está muy presente y que debería estar lejos de la fe cristiana, pero ¡cuántas personas abrazan las armas y las usan para su interés y sus recursos! Hay mucho trabajo por hacer. La población del país sufre por conflictos, inestabilidad, pobreza endémica, falta de servicios. La Iglesia lleva las mismas heridas de la población, como la pobreza y las heridas de la violencia. De hecho, lo que me sucedió a mí es claramente un signo de esto.
Hablando de esto, usted sufrió un atentado la noche del 25 de abril de 2021. Dos hombres armados irrumpieron en su casa y le dispararon varias veces. ¿Cómo vivió ese momento?
Para mí, fue un shock. En muchos momentos difíciles en Sudán del Sur nunca me había sentido en peligro, porque estaba protegido por la gente. Pero ese día me encontré con dos jóvenes ante mí, apuntándome con un fusil, por la noche, sin tener modo de huir. Ellos dispararon pero, gracias a Dios, el Señor guió las balas para que no me hicieran demasiado daño. Impactaron en las piernas, en los músculos, pero no en zonas vitales. Es un momento de gracia porque me da la humildad para hacerme pueblo con las heridas del pueblo. Interpreto lo que sucedió como una señal, para volver a levantarme y mostrar que también ellos se pueden levantar de nuevo, a pesar de las heridas que sufren por un conflicto que no termina, a pesar de tantas armas presentes en el territorio, de tantos territorios ocupados por milicias y gente desplazada. Ante esa desesperación, hay que dar esperanza de que se pueden curar las heridas, que puedes volverte a levantar y caminar, en la vía de la paz.
¿Qué mensaje desearía enviar a Occidente, monseñor?
Diría a toda la comunidad internacional, que miren a África con el corazón y la mente abierta, sabiendo que a menudo tienen una imagen negativa: tienen la idea de que no hay paz, sino solo hambre, necesidad de pedir recursos. Debemos ver a África sabiendo que hay gente que espera y desea una vida mejor, con posibilidades mayores. Así que debemos dar espacio a la positividad que hay en África, dando sostenimiento a los que trabajan con buena voluntad, a los gobiernos sanos y atentos a los ciudadanos, a una economía que pueda funcionar mejor. La ayuda de Occidente es muy importante para sostener a estos jóvenes países y dar ejemplo de institucionalidad, para que sean responsables en las elecciones que tomen. Que lo hagan con vistas al bien común, no por el bien de unos pocos. Que la cooperación que se hace con África esté encaminada a esta justicia y estos pasos positivos.
Permanezcamos unidos en el amor que tenemos a este continente, África, que ciertamente tiene grandes dones que dar al mundo, a nuestra Europa un poco envejecida y necesitada de esta juventud y vida que nos viene de África.