La mayoría de las personas recuerdan su primera Biblia del Niño durante toda su vida. Adán y Eva en el paraíso, el Arca de Noé, el Nacimiento de Jesús, las Bodas de Caná, el milagro de la multiplicación de los panes… todas estas imágenes e historias están grabadas en nuestros corazones. Para que el mayor número posible de niños de todo el mundo también puedan tener esta experiencia, llevamos 42 años publicando la Biblia del Niño Dios habla a sus hijos, que ya se ha traducido a 191 idiomas y que, con una tirada de más de 51 millones de ejemplares, es un superventas mundial sottovoce. El objetivo es que los niños puedan leer la Palabra de Dios en la lengua en la que rezan y hablan con sus padres, hermanos y amigos. En Zimbabue occidental, en el sur de África, los niños de la tribu kalanga ya esperan con ilusión la Biblia del Niño. Para ellos, la idea de que Dios les hable en su propia lengua es algo totalmente nuevo, pues su tribu está dominada desde el siglo XIX por la etnia inmigrante ndebele, que también fue favorecida por los gobernantes coloniales y los gobiernos posteriores.
Aunque su idioma esté reconocido como una de las lenguas oficiales del país y se utilice en 188 escuelas, no hay ninguna obra en su lengua fuera de algunos libros de texto. Ahora esto va a cambiar, porque la Biblia del Niño ya ha sido traducida al kalanga y, con vuestra ayuda, queremos regalar 12.960 ejemplares a esos niños. Un ejemplar cuesta un euro, por lo que necesitamos un total de 12.960 euros. No solo los más pequeños adoran la Biblia del Niño, sino también muchos adultos. Además, en las zonas donde muchas personas no saben leer ni escribir, promueve la alfabetización. “¡Mi mamá está aprendiendo a leer con la Biblia del Niño!”, le dijo con orgullo, en una ocasión, un niño angoleño al párroco. Pero esta obrita roja no es un libro cualquiera: es la Palabra de Dios. Muchos niños se lo llevan a la Santa Misa y lo sujetan en sus manos de camino a la iglesia. “Para ellos, es como si la protección divina emanara de esta Biblia, y así se sienten protegidos por el camino”, nos informan los misioneros.
En todo el mundo, ojos infantiles llenos de asombro admiran este “tesoro” ilustrado a todo color, tanto en la selva amazónica como en la sabana africana, en los barrios marginales de las metrópolis, en los campos de refugiados o donde la guerra causa estragos. Estos libritos pasan de mano en mano durante años, son devorados una y otra vez y, a menudo, incluso los aprietan contra el corazón. Para los niños, son la prueba de que Dios los ama y de que les habla en su lengua.