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Asia Bibi: Encuentro con un icono

Durante su estancia en Francia, Asia Bibi ha pedido asilo político. La mujer cristiana pakistaní de cuya suerte está pendiente ACN desde su condena en 2010, nos ha concedido una entrevista.

Salta a la vista que Asia Bibi está cansada. Las entrevistas y las reuniones de protocolo ocupan los pocos días que pasa en Francia. No obstante, sonríe a los fotógrafos que toman múltiples fotos y se presta valientemente a la sucesión de entrevistas: “Es gracias a los medios de comunicación que sigo viva”, asegura.

Víctima de una ley absurda

En particular, debe el fin de su calvario a la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, a la que llama “su hermana”, y que es quien la ha ayudado a publicar el libro Enfin libre! (¡Por fin, libre!) en la editorial Editions du Rocher. La autobiografía cuenta cómo esta campesina católica pakistaní se ha convertido en un icono mundial de la resistencia al fundamentalismo islámico. Acusada de blasfemia por sus vecinos musulmanes, Asia Bibi pasó nueve años en prisión, bajo la constante amenaza de ser ejecutada tras ser condenada a muerte. En Pakistán se invoca a menudo la ley antiblasfemia para resolver simples disputas vecinales y eso tiene consecuencias nefastas, pues los acusados suelen ser linchados por furiosas turbas o “desaparecen”, “suicidados” en prisión. La cobertura mediática del caso de Asia Bibi la ha salvado de este destino. Absuelta en apelación por la Corte Suprema pakistaní el 31 de octubre de 2018, finalmente pudo, tras muchas vicisitudes, refugiarse en Canadá el 8 de mayo de 2019, gracias a la presión internacional. Ahora existe una “jurisprudencia Asia Bibi” que permite a los acusados de blasfemia volverse contra sus acusadores. La ley antiblasfemia todavía existe en Pakistán, pero ahora se corre un riesgo cuando se recurre a ella para perjudicar a alguien.

Asia Bibi.
Asia Bibi.

“Somos cristianos desde hace más de mil años”

“Nunca imaginé que me haría famosa”, asegura Asia Bibi con su discreta vocecita, y nos habla de una infancia feliz en su Pakistán natal: “Solía jugar con mis vecinos musulmanes, no había una separación”, recuerda con nostalgia. Bautizada a la edad de ocho años, pudo vivir su fe sin problemas. En relación con su herencia religiosa, recuerda la antigüedad de los cristianos pakistaníes: “Somos cristianos desde hace más de mil años”. Sin embargo, a medida que va creciendo, se da cuenta de que hay diferencias que separan a cristianos y musulmanes en su país, y también se entera de incidentes contra los cristianos: algunos son linchados por multitudes furiosas, y también ocurre que musulmanes en busca de esposa secuestran a jóvenes cristianas y las convierten por la fuerza al Islam para casarse con ellas.

Los cristianos son “impuros”

También descubre que los musulmanes consideran impuros a los cristianos, y es por esta creencia que su vida da un vuelco en un día caluroso, el 14 de junio de 2009. Mientras trabajaba con vecinos musulmanes, se le pidió que fuera a por agua. Ella obedeció y fue a por agua y luego bebió de un vaso de ella antes de entregar el recipiente. Entonces, una de las mujeres se negó a beber porque “Asia había vuelto impura el agua”. Asia Bibi se defendió diciendo que no creía que el profeta Mahoma estuviera de acuerdo con ello, a lo que le dijeron que acababa de incurrir en una blasfemia (!). A esto le siguieron la prisión, la huida de su familia amenazada por los fundamentalistas, la sentencia a la horca… y una odisea judicial que tuvo un final feliz en 2019. No obstante, no hay ira cuando habla de este período tan difícil de su vida, sólo tristeza y cansancio.

Hay otros “Asia Bibi”…

Asia sabe que no es la única que ha corrido esta suerte y quiere usar el altavoz que se le tiende para hablar en nombre de los que todavía están acusados de blasfemia en su país natal. Entonces se anima y su voz, hasta entonces bajita, se vuelve más firme: “Durante mi detención he sostenido la mano de Cristo, es gracias a él que he permanecido de pie, ¡no tengáis miedo!”. Esta súbita vivacidad nos revela a la mujer de carácter a la que diez años de terribles pruebas no han logrado derrotar; a la mujer que nunca aceptó dejar a su familia o renunciar a su fe, a lo que se la invitó tras su arresto para escapar de la condena.

Sin embargo, tuvo que dejar su país, al que ella espera regresar algún día: “¡Esa es mi patria, yo amo apasionadamente a Pakistán!”, asegura. Mientras tanto, desea encontrar refugio en Francia: “He encontrado mucho amor aquí, creo que me encontraría bien entre vosotros”.

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