Preocupación de la Iglesia en Mozambique ante los recientes ataques de violencia perpetrados por miembros de un nuevo grupo yihadista, que desde el pasado mes de octubre y hasta lo que va de junio, han matado a decenas de personas y están sembrando terror quemando casas y atacando tanto iglesias como mezquitas en la provincia de Cabo Delgado.
El obispo de Pemba, Mons. Luis Fernando Lisboa, lanza un llamamiento en el que pide “calma y serenidad” a todos los ciudadanos de esta zona del norte del país, que es además una de las más pobres.
Hay pocos datos de este grupo terrorista que lleva el nombre de la organización homónima somalí Al Shabab, aunque aparentemente no guarda relación con ella. La difusión de rumores entre la población está dañando más aún la situación. “El «enemigo» no tiene rostro, ni portavoz. No conocemos a nuestro enemigo. No se sabe a quién combatir. Ni si quiera cuál es el motivo de su lucha. Hablan de radicalismo religioso, de lucha por los recursos naturales, de comercio ilegal de armas, de disputas políticas, rivalidades étnicas… pero la verdad es que todavía nadie puede confirmar con certeza de qué se trata”, afirma el obispo de Pemba, en declaraciones para Aid to the Church in Need (ACN) mientras que explica que “los fallecidos no tenían ninguna relación entre ellos, que eran de diferentes aldeas y tenían religiones diferentes. No hay persecución a cristianos específicamente”.
La situación de alta violencia “es absolutamente nueva para todos”, y ha sorprendido al gobierno, a la población y a las fuerzas de seguridad. En Cabo Delgado han sido detenidas muchas personas para ser interrogadas. “Algunos ya han sido puestos en libertad, pero otros muchos no. Tanto las cárceles como los agentes penitenciarios en Mozambique no están preparados para esta situación y, por lo tanto, se desencadenan una serie de problemas relacionados con la violación de los derechos humanos” lamenta el obispo. Para evitar nuevos ataques “han colocados en varios distritos coches blindados, hay muchos soldados y policías armados que inspeccionan personas y automóviles, especialmente en toda la región norte de la Provincia”.
Otro agravante es la situación de extrema pobreza y el alto desempleo juvenil en Mozambique, lo que hace de los jóvenes cebo fácil para los terroristas. “Se dice que a aquellos jóvenes que aceptaron participar de ese grupo se prometieron grandes sumas de dinero”, afirma el prelado. “Percibimos que el grupo terrorista quiere expresar su furia o su descontento; es su manera de gritar y de llamar la atención. Los jóvenes involucrados no son solo unos extraños, extranjeros o “terroristas”, como solemos llamarlos. También hay jóvenes de nuestras familias, de nuestros pueblos, de nuestros partidos, de nuestras profesiones de fe…”
Como cabeza de la Iglesia en la diócesis de Pemba, Mons. Lisboa está visitando las comunidades y parroquias afectadas para darles una palabra de aliento y un apoyo espiritual a los misioneros. “Estamos trabajando para calmar los ánimos y pedir serenidad a las personas. Hemos pedido que no difundan por las redes imágenes violentas y también que no se corran más rumores de los hechos porque esto sólo crea más pánico y lo que hace es fomentar un ambiente de inseguridad. Estamos rezando mucho y pedimos oraciones para que cesen los ataques y para que las autoridades detengan a los atacantes y sean juzgados. No debemos sentirnos acorralados ni paralizados, a pesar del cuidado que debemos tener”.
Los principales retos de la Iglesia en Mozambique
A la pregunta sobre los mayores retos para la Iglesia en Mozambique en estos momentos, el obispo señala que “en Mozambique, en general, y en Cabo Delgado, en particular, tenemos el gran el gran tesoro y a la vez el gran problema de los recursos naturales. Esto podría ser una oportunidad para acabar o disminuir las diferencias dentro del país, pero en cambio ha sido fuente de conflictos constantes”.
Hay muchos otros desafíos que pesan sobre la Iglesia: la pobreza, la desnutrición materno-infantil, los matrimonios prematuros, el embarazo precoz de las niñas, la falta de adecuada asistencia sanitaria a las poblaciones…
El obispo echa la vista atrás y recuerda como “en los últimos años a raíz del descubrimiento de muchos de los recursos naturales, hemos sido objeto de una auténtica invasión de personas de diferentes proveniencias, empresas y proyectos. Nuestras riquezas pueden generar empleo, estabilidad y esperanza para nuestra sociedad si son bien gestionadas, repartidas y controladas. Las desigualdades que siempre han existido sólo podrán desaparecer con un reparto serio y responsable de los bienes”.
Hay muchos otros desafíos que pesan sobre la Iglesia: la pobreza, la desnutrición materno-infantil, los matrimonios prematuros, el embarazo precoz de las niñas, la falta de adecuada asistencia sanitaria a las poblaciones, las condiciones de la educación, las deudas ocultas hechas por el gobierno anterior que han contribuido al aumento de la pobreza, la falta de reconciliación nacional después de las dos guerras ocurridas, por nombrar algunos.
A través de un comunicado enviado desde su diócesis Mons. Lisboa anima a todos a intensificar sus oraciones y a “no dejarnos cegar por prejuicios religiosos, étnicos y políticos, sino que, por el contrario, formemos una gran corriente de buenos sentimientos, buenas acciones, buenas relaciones, buenos consejos, buenas iniciativas… a fin de que la paz, que siempre es fruto de la justicia, vuelva a reinar entre nosotros”.