Más de seis meses después de la entrada en vigor del alto el fuego, tras soportar otra guerra devastadora en el Líbano, la Iglesia sigue sufriendo las consecuencias de los intensos bombardeos y los desplazamientos masivos que estos provocaron. Las religiosas están haciendo todo lo que está en su mano para proporcionar ayuda material y apoyo pastoral a unas comunidades cristianas traumatizadas.
En un viaje al Líbano realizado a finales del mes pasado por la fundación pontificia internacional Aid to the Church in Need (ACN), varios socios de proyectos, familias en dificultades y otros contactos locales describieron los numerosos retos que sigue afrontando la población, especialmente en las regiones del sur.
La Hna. Gerard Merhej, directora de la escuela de las Hermanas Antonianas de Debel, en la frontera con Israel, explicó: “Antes había muchas familias con un buen nivel educativo en la zona, pero la mayoría se marchó a Beirut, donde hay más oportunidades de trabajo”. Según señaló la Hna. Merhej, desde el comienzo de la guerra, el número de niños de su escuela se ha reducido a la mitad, pasando de 400 a 200.

La religiosa, que destacó el desastroso impacto económico de la guerra, dijo que “las familias que se han quedado no tienen ingresos porque solían trabajar en el campo” y que “los cultivos de la zona están destruidos” a raíz de la guerra. Actualmente, los que se han quedado en el pueblo “están tratando de retomar algún tipo de cultivo de la tierra como fuente alternativa de ingresos” para mantener a sus familias.
El apoyo de ACN ha sido vital para que su congregación pueda seguir proporcionando una educación de calidad a los niños y también a la hora de infundir esperanzas en estas familias necesitadas, recalcó la Hna. Merhej.
También en el sur del Líbano, la Hna. Maya El Beaino, de la congregación de las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, eligió quedarse con su comunidad en Ain Ebel durante toda la guerra. Según explicó a ACN, la misión de su congregación es “ir a las periferias y acompañar a quienes necesitan ayuda”.

A pesar de todas las dificultades, la escuela de estas religiosas es una de las de mejor rendimiento del Líbano: el año pasado, el 79% de los alumnos obtuvieron excelentes calificaciones y seis de ellos formaron parte de los diez mejores alumnos del país. La Hna. El Beaino explicó: “La escuela se pasó a la enseñanza en línea durante la guerra y cuando había un bombardeo aéreo cerca de la casa de alguno de los alumnos, todos podían oírlo”. Los alumnos “tenían la sensación de estar en el mismo barco, pese a estar físicamente separados”, indicó la religiosa.
“En octubre de 2024, la población local solo dispuso de 40 minutos para buscar refugio antes de que comenzaran los ataques aéreos”, recuerda. Esa noche, la religiosa no cesó de escuchar explosiones a su alrededor, pero no se marchó porque sabía que los fieles la necesitaban para recibir apoyo espiritual. Recordando el período más desesperado de la guerra, el de octubre y noviembre de 2024, indicó: “En un momento dado, solo quedaban ancianos en el pueblo que preferían morir en sus casas antes que irse a otro lugar”. La religiosa añadió que el apoyo de ACN fue crucial a la hora de proporcionarles a los ancianos una medicación que, de otro modo, habría sido “imposible” de obtener durante los bombardeos más intensos.

Para concluir, la Hna. El Beaino expresó su gratitud: “Muchísimas gracias por todo lo que estáis haciendo. Damos gracias a Dios por la existencia de ACN”. Además de la ayuda de emergencia y la asistencia médica, ACN también apoya al clero, a las congregaciones religiosas y a las escuelas católicas en todo el Líbano desde el estallido de la guerra.
Por Amy Balog.