“La violencia contra las mujeres cristianas es un arma en la guerra contra las minorías religiosas”.

La coautora de un informe de ACN habla sobre el aumento de ataques contra cristianas.

La fundación pontificia internacional Aid to the Church in Need (ACN) ha publicado recientemente un informe dedicado a la creciente violencia contra las mujeres cristianas en numerosos países del mundo. “Hear her cries – The kidnapping, forced conversion and sexual victimisation of Christian women and girls” es su título en inglés ( “Escucha su grito – Secuestros, conversiones forzadas y violencia sexual contra mujeres y niñas cristianas”).

En el informe, mujeres cristianas de Egipto, Siria, Iraq, Pakistán y Nigeria exponen sus dramáticas experiencias. ACN constata que están aumentando los secuestros y los matrimonios y conversiones forzados. Una de las coautoras del informe es Michele Clark, experta estadounidense en derechos humanos y derechos de la mujer, que ha estudiado principalmente la situación de las cristianas coptas en Egipto. Clark enseña en la Escuela de Asuntos Internacionales Elliot, en Washington. La entrevista fue hecha por André Stiefenhofer (ACN Alemania)

ACN: ¿Es la violencia contra las mujeres cristianas un fenómeno relativamente nuevo o la opinión pública le ha prestado poca atención hasta ahora?

Michele Clark: Por desgracia, no es un fenómeno nuevo, pero los ataques contra las mujeres cristianas van en aumento, y sí tienen que ver con la religión. Hay indicios de que estos ataques se planifican  cuidadosamente y que son sistemáticos. Ahora se están haciendo públicos más casos, pero también hay una elevada cifra de casos que permanecen ocultos. El informe de ACN documenta algunos de estos casos conocidos como representativos de muchos otros.

La mayoría de los autores son islamistas radicales. ¿Es la violencia contra las mujeres cristianas una estrategia para destrozar a sus familias?

No solo desgarran a las familias. La violencia contra las mujeres cristianas es un arma en la guerra de desgaste contra las minorías religiosas. Esto también tiene que ver con la estructura de la ley islámica. Cuando una mujer cristiana es forzada a convertirse o a casarse con un musulmán, es imposible que vuelva a su fe cristiana, incluso si logra liberarse o es anulado el matrimonio. Pero además, si la mujer tiene hijos, éstos serán musulmanes para siempre. Un grupo cada vez más afectado que hemos podido documentar son las madres con  hijos, pues así no se arranca a una sola persona de la comunidad cristiana, sino a una madre y con ella a su prole.

¿Cómo surgió su participación en el informe de ACN “Escucha su gritos”?

En mi carrera profesional me he centrado en los derechos humanos internacionales y los derechos de la mujer. He trabajado especialmente con chicas jóvenes traumatizadas por circunstancias políticas, religiosas o de otro tipo. Un colega me pidió ayuda para averiguar más sobre el destino de las mujeres cristianas coptas en Egipto, allí conocí a mujeres que habían sido secuestradas, casadas a la fuerza y obligadas a convertirse. Hasta entonces solo había relatos individuales sobre estos casos pero ninguna investigación científica. Mis pesquisas se incorporaron a dos informes que también fueron abordados en comisiones del Congreso de los Estados Unidos,  eso ha otorgado más visibilidad a la situación de las mujeres cristianas en Egipto.

¿Puede nombrarnos algunos casos concretos que haya estudiado?

Lo que me conmovió especialmente durante mi investigación fue el compromiso de los padres [varones] con sus hijas secuestradas. Un hombre me contó que un día recibió una llamada anónima que decía así: “¡Cuidado con tu hija, que os estamos vigilando!”. Este hombre sabía que no se trataba de una amenaza vacía, por lo que incluso sacó a su hija del colegio y no la dejó salir más sola de casa. Dos o tres semanas después de la llamada, su hija le pidió a su madre que la dejara ir al mercado, que estaba a solo unos cientos de metros de su casa. Desde entonces, la hija está desaparecida. El padre de familia recibió varias llamadas de los secuestradores, las grabó y acudió con ellas a la policía, pero no pasó nada. No ha recibido ningún tipo de apoyo.

Pero usted no solo ha descubierto casos de secuestros de niñas. En ocasiones, también caen engañadas en las garras de sus maltratadores.

Hay varios casos de jóvenes cristianas provenientes de familias desestructuradas. Así, una chica cristiana tiene una amiga musulmana en su vecindario que le dice: “A mi hermano le gustas y le gustaría verte más a menudo”, a lo que chica accede a entablar una relación. En ocasiones, se trata de una trampa: el hombre invita a la chica a su casa donde abusa de ella,  este abuso catapulta el caso a otro nivel: si la joven procede de un hogar conservador, se la considera deshonrada y ya no puede regresar a su casa. O abusan de la chica y la obligan a casarse y, consiguientemente, a cambiar de fe. Así, lo que para ella comenzó como una hermosa relación se convierte en una pesadilla. Este fenómeno del galán está bien estudiado y documentado.

El informe “Escucha su grito” de ACN constata que se habla demasiado poco sobre las mujeres secuestradas y casadas a la fuerza, lo cual resulta sorprendente dada la sensibilidad hacia las cuestiones de género. ¿De dónde viene esta reticencia?

Creo que una de las razones es que estos casos giran en torno a la religión. Además, en el feminismo occidental, la relación entre religión y emancipación no siempre es la más armoniosa y comprensiva. Finalmente, también existe la tendencia de evitar emitir juicios hacia otras religiones y culturas. Aquí, el rechazo surge muy rápido y resulta difícil contrarrestarlo con pruebas.

El informe se dirige especialmente a los políticos. ¿Qué pueden hacer estos?

Los políticos deben garantizar la creación de un espacio seguro para quienes han sufrido violencia religiosa,  esto también se refiere a la normativa de asilo. Así, por ejemplo, hubo un tiempo en el que los casos de violencia contra las mujeres cristianas coptas en Egipto eran “presuntos casos”. Pero estos casos son demostrables. Cuanto más se conciencien los políticos y los medios de comunicación de que se trata de casos reales y hablen de intereses legítimos, más peso tendrá la información. Cada vez, es más evidente que se trata de una amenaza real y que hay razones suficientes para un clamor público.

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