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“Donde hay religiosos, hay alegría” Papa Francisco

La vida religiosa es el corazón latente de la Iglesia e impacta las vidas de mucha gente en todo el mundo. Las mujeres extraordinarias que abrazan el Evangelio y responden a la llamada de ir “a anunciar la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15) son el testimonio del amor sublime e ilimitado de Dios. De Kazajstán a Perú, de Siria a Ruanda, todo lo que hacen es gracias al mismo Espíritu que inspira, al mismo Evangelio que se vive y se anuncia, al mismo Jesús que está presente en medio de los más pequeños. Las religiosas son testigos vivos del amor de Dios, pero necesitan nuestras oraciones y apoyo generoso para llevar a cabo su misión. ¡Sé parte de su historia!

Religiosas en el mundo

Más de 600.000 mujeres eligieron entregar totalmente sus vidas a Dios en oración y ayuda a los demás.

*Según el libro de estadísticas de la Iglesia 31.12.2016

Galería

1 de cada 60 hermanas en todo el mundo fue apoyada por ACN en 2018

ACN apoya a las hermanas religiosas de todo el mundo para que puedan continuar con su misión, y esto sólo es posible gracias a ti.

En 2018 ACN apoyó a

Testimonios

En una sociedad polarizada, en la que las diferentes culturas tienen dificultades para convivir, en la que los impotentes encuentran opresión, en la que abundan las desigualdades, los consagrados están llamados a ofrecer un modelo concreto de comunidad que, reconociendo la dignidad de cada uno y compartiendo nuestros respectivos dones, haga posible vivir como hermanos.

Texto de la carta apostólica a todos los consagrados

El 1 de diciembre de 2018, el Papa Francisco recibió una vela de los benefactores de ACN por las manos de la Hermana Annie Demerjan de Siria.

El 1 de diciembre de 2018, el Papa Francisco recibió una vela de los benefactores de ACN por las manos de la Hermana Annie Demerjan de Siria.

En una sociedad polarizada, en la que las diferentes culturas tienen dificultades para convivir, en la que los impotentes encuentran opresión, en la que abundan las desigualdades, los consagrados están llamados a ofrecer un modelo concreto de comunidad que, reconociendo la dignidad de cada uno y compartiendo nuestros respectivos dones, haga posible vivir como hermanos.

Texto de la carta apostólica a todos los consagrados

“Les invito a todos, junto a ACN, a hacer en cada lugar de todo el mundo una obra de misericordia.”

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Hermana Samia Syiej / Siria

Congregación del Sagrado Corazón de Jesús y María

© ACN

Comunidad

Sister Samia Syiej - Syria

La congregación del Sagrado Corazón de Jesús y María fue creada en 1874, en el Líbano. Sin embargo, sus orígenes se remontan a la década de 1850, cuando los misioneros jesuitas evangelizaron el país. Anteriormente, la vida religiosa de las Hermanas en Oriente Medio se asociaba a los monasterios de clausura pero la imagen ha cambiado con la llegada de congregaciones activas a la región, por ejemplo, la congregación del Sagrado Corazón de Jesús y María que está activa en Siria, Líbano, Marruecos, Argelia y Chad. Su vocación es “estar en el mundo dando testimonio de Jesucristo para los que creen en Dios y también para los que no creen. Decidí ingresar en la congregación por su carisma de servir a la gente. Cada pequeña cosa que hacemos es para mayor gloria de Dios. Una de las hermanas de mi comunidad dice a menudo que tenemos que servir a Cristo en los demás con humildad hasta que no quede nada de nosotras y todo lo que quede sea Él”, dice la hermana Samia.

Vocación

Sister Samia Syiej - Syria

“Sentí mi llamada a la vida religiosa cuando era niña”, recuerda la hermana Samia Jreij. Nació y creció en Uzeir, un pueblo árabe en el norte de Israel. Su familia era cristiana y muy comprometida con la Iglesia. “Fue mi madre quien me enseñó a rezar. Ella también fue la que me enseñó el amor por Jesús”, explica. “La casa en la que crecí estaba cerca de una iglesia. Recuerdo que podíamos oír las campanas”, añade.  De niña, la hermana Samia solía pasar mucho tiempo en la iglesia. “Entré en la congregación del Sagrado Corazón de Jesús y María en el año 2000. “Recuerdo las palabras de mi padre cuando le conté sobre mi decisión de dedicarme a la vida religiosa. Me dijo: ‘Cuán bendito soy al presentar a uno de mi propia carne y sangre a Dios. Tu vocación es un regalo de Dios’. Sus palabras estaban llenas de fe, y todavía resuenan en mi corazón”.

Hermana Mary Colum Tarawali / Sierra Leona

Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento

© ACN

Comunidad

Sister Mary Colum Tarawali“Misioneras por excelencia” es el carisma de las Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Como congregación misionera, están presentes en quince países de todo el mundo: México, Japón, Estados Unidos, Sierra Leona, Indonesia, Italia, Irlanda, España, Costa Rica, Nigeria, Corea, India, Rusia, Argentina y Vietnam. Las hermanas llegaron por primera vez a Nigeria en la década de los 70, poco después de la guerra civil que devastó el país. Unos años más tarde, cuando las hermanas llegaron a Sierra Leona estaba prohibida la educación de las niñas. Ellas iniciaron una campaña de sensibilización sobre la importancia de la educación. Construyeron escuelas y talleres para proporcionar a las niñas habilidades artesanales que les podrían ser útiles en un futuro, como medio para ganarse la vida.

Hermana Mari Graciana / Perú

Congregación Misioneras de Jesús Verbo y Víctima

© ACN

Misión

Sister Mari Graciana

Creo que Dios nos ha dado un corazón más grande que el de cualquier madre”, dice la hermana Mari. Cada día, ella y otra religiosa de su comunidad viajan largas distancias para visitar a las familias de su diócesis en Perú. “A veces, encontramos bastante tristeza en las familias, nuestra visita les reconforta, dicen que se sienten bendecidos porque nos tomamos parte de nuestro tiempo para estar con ellos. Los viernes llevamos la Sagrada Comunión a los ancianos. Es un momento especial. La mayoría de ellos tienen movilidad reducida, y recuerdan cuando podían ir a la iglesia por sus propios medios. Yo les respondo: ‘Ahora no tienes que hacerlo. Tu amigo ha venido a visitarte. ¿Lo conoces? Sí, Jesús viene hasta ustedes’. Además de visitar a los ancianos, también cuida de los adolescentes. “Recuerdo que una vez un chico hizo una broma. Lo llamé y le dije: ‘Lo que hiciste estuvo mal. Te quiero mucho, pero no voy a permitir que esto se vuelva a repetir’. Él me miró fijamente y me preguntó: ‘Madre, ¿tú me quieres de verdad? Es que mi madre nunca me dice que me quiere’. Me hizo darme cuenta de lo importante que es mostrar afecto porque a menudo no lo reciben de sus familias”, comenta la hermana Mari.

Comunidad

Sister Mari Graciana

Fundada por Mons. Federico Kaiser en 1961 en Perú, la congregación Misioneras de Jesús Verbo y Víctima está presente en América Latina. Su misión es garantizar la atención pastoral, especialmente en zonas remotas. “Luchamos contra los enemigos más terribles de la humanidad: la ignorancia y el pecado, que han ganado mucho espacio porque la gente no tiene líderes espirituales”, afirman las hermanas en su misión. Su apostolado está en lugares donde no hay sacerdotes, allí ofrecen consuelo espiritual para los necesitados, predican la Palabra del Señor, enseñan el Catecismo. “Supe que pertenecía a esta congregación cuando las hermanas me explicaron su misión y carisma, cuando me describieron su trabajo y sus actividades pastorales. Desde el principio, sentí en mi corazón que mi lugar era estar con ellas. Vistamos diariamente a las familias en sus casas, y en ocasiones especiales, por ejemplo, en una fiesta patronal, visitamos las aldeas”, explica la hermana Mari.

Vocación

Sister Mari Graciana

“Recuerdo cuando tenía 13 años y mi maestra me preguntó: ‘¿Has pensado alguna vez en ser religiosa?’ Para ser honesta, hasta aquel momento no lo había hecho, pero después empecé a considerarlo mucho”, comenta la hermana Mari Graciana. “Pasé muchas horas frente al Santísimo Sacramento, preguntándole al Señor qué quería de mí. Aunque rezaba más que otras niñas de mi edad, no creía que fuera diferente de ellas”, añadió. Cuando era pequeña, la hermana Mari iba a una escuela católica donde le enseñaban valores cristianos. Cuando descubrió su vocación, su madre la apoyó mucho. “Me dijo que no había vida más bella que aquella vivida cerca de Dios. Desde el principio mi madre estaba contenta y en paz sabiendo que yo había tomado la decisión correcta”, explica la hermana Mari Graciana.

Hermana Rita Kurochkina / Kazajstán

Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María

© ACN

Misión

La hermana Rita vive y trabaja en la casa de Santa Clara, en Kapshagay, Kazajstán. Allí ella y otras dos hermanas dirigen un orfanato. Actualmente cuidan a 18 niños que provienen de familias desplazadas. Muchos sufrieron violencia, huyeron de sus hogares y terminaron sin un lugar donde vivir. “Originalmente venimos de diferentes familias, pero Dios nos unió, y ahora somos una sola familia. Siempre estamos con nuestros niños, las 24 horas del día, los siete días de la semana. Hacemos todo lo que una madre haría en casa”, dice la hermana Rita. Las religiosas preparan la comida, lavan la ropa, llevan a los niños a la escuela infantil o al colegio y a las actividades extraescolares, les ayudan con las tareas. Les enseñan también a hacerse cargo de tareas domésticas para hacerles responsables y, por supuesto, rezan juntos. “Cada día con nuestros niños está lleno de aventuras. Mi mayor alegría es verlos crecer siendo buenas personas”, añade la hermana Rita.

Comunidad

Sister Rita Kurochkina

“Elegí esta congregación específicamente por la Virgen María pues, desde muy pequeña, María siempre ha sido lo más importante para mí”, comenta la hermana Rita. La congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María fue fundada en Polonia en la década de 1850. A día de hoy desarrollan principalmente su misión en este país, pero también están presentes en otros de Europa del Este, como Kazajstán. En la mayoría de los lugares en los que están ubicadas, las religiosas dirigen colegios, escuelas infantiles y orfanatos. En Kapshagay, Kazajstán, una de las misiones de las hermanas es el cuidado de los niños. En 2001, un sacerdote italiano estableció un centro católico en las afueras de la ciudad. Ofrecía sopa a todo el que se acercaba por allí, y se dio cuenta de que muchos eran niños que habían huido de sus hogares, por tanto, pidió a las hermanas de su congregación que se ocuparan de ellos.

Vocación

Sister Rita Kurochkina

La hermana Rita Kurochkina decidió ser religiosa hace diez años. Nació y creció en una familia que no practicaba la fe, pero cuando tenía 14 años, por decisión propia, tomó la iniciativa de prepararse para el bautismo. “Desde ese día en adelante acudiá a la Santa Misa todos los días”, explica. Cuando tomó la decisión de entrar en el convento, su madre no lo aceptó y se negó a darle su consentimiento. La hermana Rita no quería entrar en la congregación sin el permiso de su madre. Después de un año, que dedicó al cuidado de una tía enferma, finalmente ingresó en el convento, con la autorización de su madre. “Ella cambió de opinión cuando se dio cuenta de que yo iba a llevar una vida normal. Vio lo ´triste que estaba yo por no poder ser parte de la congregación y ahora ella ve lo feliz que estoy”, concluye.

Misión

Sister Cécire

Hace unos años, en Ruanda, había familias numerosas, y los miembros de la familia cuidaban los unos de los otros, explica la hermana Belancilla. Esta tradición se perdió. Hoy en día, muchas personas mayores viven solas porque sus hijos viven en la ciudad, otras han perdido a sus hijos durante el genocidio. “Desde que era niña soñaba con ocuparme de los ancianos”, comenta la hermana Cécire. “Dios me ha elegido para hacer este trabajo”, añade. Las ocho hermanas de Masaka trabajan en un centro de salud, en un jardín de infancia, en escuelas, además de visitar a la gente en sus casas. “Nuestro pueblo sufre todavía las consecuencias de la guerra. Perdimos tanto. Hay muchos huérfanos, muchos ancianos abandonados, muchas familias destruidas, mucho sufrimiento, por eso tenemos que difundir el amor de Dios. Si nos amáramos como nos enseñó Jesús, estaríamos dispuestos a ayudar a los pobres, a los enfermos, a los más necesitados. El amor es lo más importante para que una persona sea libre y feliz”, concluye la hermana Bellancila.

Comunidad

Sister Cécire

San Vicente Pallotti, precursor de la Acción Católica y fundador de los Palotinos, destinó grandes cuantías a los más desfavorecidos y para la construcción de asociaciones para trabajadores, escuelas de agricultura, asociaciones de préstamos, orfanatos y hogares para niños y niñas. Su misión era salvar para Cristo tantas almas como fuera posible. “Nuestro fundador era un hombre muy santo. Ayudaba a los humildes, a los pobres, a los huérfanos y a los enfermos. Muchos jóvenes se sienten atraídos por nuestro carisma, quieren ser parte de la congregación porque están impresionados por el trabajo que las hermanas hacen en la comunidad. Además, sienten la alegría y el amor con que tratamos de hacerlo todo”, explica la hermana Bellancilla. La hermana Cécire fue una de las que se sintió profundamente conmovida por la vida de San Pallotti. “Él nunca puso ningún límite para ayudar a la gente, su ejemplo fue lo que me motivó a convertirme en una hermana palotina. Ofrecer mi vida a los demás es mi manera de dar gracias a Dios”, concluye la religiosa.

Vocación

Sister Cécire

“Podría haber llevado una vida diferente. Podría haberme casado. Podría haber tenido hijos”, comenta la hermana Cécire de 49 años de Masaka, Uganda. Tiene tres hermanas y un hermano y cuando contó a su familia su decisión de aceptar la llamada del Señor, no mostraron alegría. Ella renunció a su carrera profesional para convertirse en religiosa. A pesar de lo duro que fue, las dificultades fortalecieron su vocación y su fe. “Podría haber tenido una familia, pero creo que no hubera sido suficiente para mí. El amor en mí es mayor. El amor de Dios me inunda y desborda. Me siento libre de amar a todo el mundo. Mi familia es más grande que los lazos de sangre. Mi familia es toda mi aldea”, explica. “Cuando amas y haces todo con amor, no te sientes cansada porque estás contenta de compartir lo que has recibido”, añade.

Hermana Klara Sviderska / Ucrania

Congregación de San Benito

© ACN

Misión

Sister Klara Sviderska

“Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; esta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos” (1 Tes 5,16-18). El carisma monástico de la orden benedictina da testimonio de esta vocación cristiana. Las 24 horas del día, oran y trabajan para alabar y servir mejor al Señor. En el monasterio contemplativo de San Benito en Zytomierz, las religiosas viven enclaustradas, explica la hermana Klara: “No estamos completamente aisladas del mundo porque nuestras oraciones nos conectan con el mundo entero. Rezamos por la gente de todas las naciones. Nos quedamos dentro rezando para ayudar a la gente de fuera”. La hermana también comparte un consejo: “La gente debería leer la Biblia más a menudo, escuchar a Dios con más frecuencia, enamorarse de Él. La pobreza no es sólo material, sino también cuando no escuchamos a Dios. Somos pobres cuando hacemos lo que nuestra naturaleza nos dice qué hacer. Vivir con Dios es ser rico. Él es luz y cuanto más lo escuchamos, más brilla su luz sobre nosotros”.

Comunidad

Sister Klara Sviderska

“Normalmente nadie elegiría vivir en pobreza, castidad y obediencia a Dios. La vocación no es una elección, sino una respuesta a la llamada del Señor”, dice la hermana Klara. Los religiosos benedictinos viven de acuerdo con la Regla de San Benito, que enseña las virtudes monásticas básicas y las directrices para la vida diaria. “Nuestro primer deber es la oración. A eso siguen otras responsabilidades, por ejemplo, la vida comunitaria. Tenemos dos votos especiales, uno llamado stabilitas loci, que significa que prometemos vivir permanentemente en un solo lugar, y el otro que es la conversión moral, o sea, vivir sólo según Dios nos pide”, explica la hermana Klara. Aunque las hermanas no hacen voto de silencio, se establecen horas de no hablar, y en otros momentos se mantiene el silencio tanto como sea posible. “Uno debe saber cómo vivir consigo mismo” comenta la hermana. En su comunidad, las 18 religiosas que viven en el monasterio llevan una vida humilde de silencio y oración.

Vocación

Sister Klara Sviderska

Nacida en una familia católica en Ucrania, la hermana Klara Sviderska tiene dos hermanos, uno que también ha asumido la vida religiosa como ella, y otro que tiene esposa e hijos. Hace 21 años que ella vive en el monasterio de Zytomierz, antes ejercía como médico. “Era una chica normal, feliz y amante de la diversión. Siempre quise tener una familia, un buen marido y muchos hijos. Ahora lo tengo. Solía ir a la Santa Misa todos los días, rezaba a Dios para que me concediera un marido y un día, durante una Adoración, comprendí que debía tomar a Jesús como mi novio. Sin embargo, me llevó dos años asumir un compromiso”, comenta la hermana Klara. “Nunca quise vivir en un monasterio cerrado, jamás pensé que lo haría. Un día me quedó claro que debía ofrecer a Jesús lo que Él me había ofrecido primero, mi vida. Supe que no debía vivir como quería, sino según su voluntad”, añade la hermana.

Hermana Mary Colum Tarawali / Sierra Leona

Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento

© ACN

Comunidad

Sister Mary Colum Tarawali“Misioneras por excelencia” es el carisma de las Hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Como congregación misionera, están presentes en quince países de todo el mundo: México, Japón, Estados Unidos, Sierra Leona, Indonesia, Italia, Irlanda, España, Costa Rica, Nigeria, Corea, India, Rusia, Argentina y Vietnam. Las hermanas llegaron por primera vez a Nigeria en la década de los 70, poco después de la guerra civil que devastó el país. Unos años más tarde, cuando las hermanas llegaron a Sierra Leona estaba prohibida la educación de las niñas. Ellas iniciaron una campaña de sensibilización sobre la importancia de la educación. Construyeron escuelas y talleres para proporcionar a las niñas habilidades artesanales que les podrían ser útiles en un futuro, como medio para ganarse la vida.