Marco legal sobre libertad religiosa y su aplicación efectiva
Aunque la Constitución de Uzbekistán protege la libertad religiosa (artículo 31) y establece la no injerencia del Estado en los asuntos de las comunidades religiosas (artículo 61), una serie de instrumentos legales y prácticas gubernamentales indebidamente restrictivas limitan su ejercicio efectivo.
Una nueva ley de religión, la Ley de Libertad de Conciencia y Organizaciones Religiosas, aprobada el 5 de julio de 2021, supone una mejora respecto a la legislación anterior, pero sigue sin cumplir las expectativas y recomendaciones de los observadores internacionales.
Como aspecto positivo, la nueva legislación reduce el número de miembros fundadores necesarios para registrar una organización religiosa (de 100 a 50) y elimina la prohibición de llevar atuendos religiosos en público. Sin embargo, hace más complejo el proceso de registro al exigir, entre otras cosas, que los fundadores vivan en el mismo distrito.
Además, se mantienen algunas restricciones que limitan gravemente las prácticas religiosas, como la prohibición de actividades no registradas, la necesidad de aprobación previa para la publicación y distribución de material religioso y los estrictos límites a la educación religiosa.
Los observadores reaccionaron positivamente a la nueva ley, apreciando la distinción entre misión y proselitismo. Además de definir ambos conceptos, la nueva ley prohíbe presionar a las personas para que cambien de religión.
Uzbekistán, por su posición geográfica en el corazón de la Gran Ruta de la Seda, ha servido históricamente de puente entre Oriente y Occidente y se caracteriza por su espíritu ecuménico. La convivencia entre culturas y religiones viene de siglos atrás: la presencia judía se remonta a unos 2000 años; los musulmanes llegaron en el siglo VIII d.C. y, «hasta el siglo XIII, en este país vivió una gran comunidad de cristianos nestorianos. Además, la dominación soviética favoreció la llegada y mezcla de distintas nacionalidades».
Según las estadísticas del Gobierno uzbeko, en la nación existen, en la actualidad, «2277 organizaciones de 16 confesiones religiosas diferentes», de las cuales «2094 son comunidades islámicas, con sede en 2067 mezquitas; 166 organizaciones religiosas cristianas, 8 comunidades judías, 6 comunidades bahaíes, una sociedad Hare Krishna y un templo budista. También existe la Sociedad Bíblica Interconfesional de Uzbekistán».
Incidentes y acontecimientos
Aunque prevalece un clima de tolerancia general hacia los miembros de religiones minoritarias, especialmente si pertenecen a grupos étnicos extranjeros, no puede decirse lo mismo de los uzbekos de etnia cristiana, sometidos a presiones y persecuciones por parte de sus familiares y de la comunidad en general. En su informe, Puertas Abiertas cita al menos 64 casos de conversos víctimas de presiones y violencia (tanto física como psicológica) por parte de sus familias, sus comunidades y sus compañeros de trabajo tras su conversión.
La pequeña comunidad católica uzbeka está dividida en cinco parroquias y cuenta con unos 3000 miembros. Se acepta su presencia, caracterizada por importantes actividades educativas que han dado lugar al surgimiento de algunas vocaciones entre personas de etnia uzbeka. La llegada de un nuevo sacerdote, enviado para renovar la actividad pastoral en Samarcanda, supuso un nuevo impulso para las actividades en la ciudad: se reparó la iglesia y se creó un pequeño oratorio que constituye un útil instrumento de apostolado.
A pesar de la nueva ley de religión, muchos grupos religiosos tienen que emprender una ardua lucha para registrarse. Los procedimientos siguen siendo complejos y el proceso es discrecional, dependiendo a menudo de documentos que las autoridades locales aceptan o rechazan arbitrariamente. Esto se complica por la dificultad de encontrar edificios sin registro previo que se puedan utilizar para realizar servicios religiosos y como domicilio legal de la comunidad. Los Testigos de Jehová, por ejemplo, no han podido registrarse en Taskent y Samarcanda, mientras que los musulmanes chiíes llevan mucho tiempo intentando, sin éxito, reabrir la mezquita Hoji Bahrom de Bujará.
Durante el último año, el control gubernamental sobre diversas formas de expresión religiosa ha seguido siendo fuerte y opresivo. A principios de 2022 se extendió a las comunidades no islámicas la obligación, que ya se había impuesto a las mezquitas, de instalar a su costa cámaras de vigilancia tanto en el interior como en el exterior; las grabaciones de vídeo obran en poder del Ministerio del Interior. Además de acarrear una carga económica, este requisito ha suscitado el temor en los distintos grupos religiosos, ya que la vigilancia de la vida ordinaria los hace inevitablemente más vulnerables a acciones punitivas y represalias.
El Gobierno está especialmente interesado en controlar a los musulmanes, el grupo religioso mayoritario del país, tanto desde dentro, nombrando clérigos que supervisen el contenido de los sermones y el número y ubicación de las mezquitas, como desde fuera, obligando a los fieles a seguir la versión laica de la fe difundida por el Estado.
El año pasado reaparecieron algunas prácticas restrictivas que ya se aplicaban bajo el Gobierno anterior para desincentivar la devoción islámica, como obligar a los hombres musulmanes de distintas partes del país a afeitarse la barba. Por ello, el embajador estadounidense en Uzbekistán, Daniel Rosenblum, declaró que tales violaciones de la libertad religiosa podrían socavar las reformas emprendidas en los últimos cinco años.
Gracias a la nueva ley de religión, en septiembre de 2021 se produjo un avance positivo cuando el ministro de Educación anunció que se permitiría a las niñas llevar algunos tipos de velo en el colegio, algo que antes estaba prohibido. A pesar de ello, en diciembre, varios blogueros y activistas musulmanes publicaron vídeos en los que se veía al personal de las universidades públicas intentando convencer a las alumnas de que no llevaran el hiyab.
En Uzbekistán está prohibida la enseñanza religiosa privada. Es posible matricularse en una de las 14 instituciones que imparten enseñanza religiosa, pero solo después de terminar la educación secundaria. El número de solicitudes es muy superior al de plazas. Esto ha dado lugar a la creación de clases de religión islámica clandestinas, que se clausuran rápidamente y cuyos organizadores son sancionados en cuanto son descubiertos por las fuerzas del orden. En Taskent, por ejemplo, en febrero de 2022 la policía detuvo a cuatro mujeres musulmanas y les impuso multas por un valor equivalente al salario medio de dos semanas por impartir clases de religión sin la debida autorización. Del mismo modo, otras tres mujeres implicadas en la enseñanza ilegal fueron sancionadas en agosto de 2021 en el distrito de Uchtepa, en Taskent.
En el último año, la educación religiosa en el extranjero también ha sido objeto de investigación. En junio de 2021 repatriaron a unos 1500 estudiantes que asistían a escuelas religiosas en Egipto y Turquía. Al mismo tiempo, los estudios en el extranjero están cada vez más controlados, y la matriculación en colegios extranjeros está sujeta a la aprobación previa de la Comisión de Asuntos Religiosos del Gobierno. Para llenar el vacío en formación religiosa, las autoridades lanzaron en 2021 el canal de televisión Hidoyat Sari (Guía hacia el camino de la verdad), un canal de temática islámica para difundir posturas aprobadas por el Gobierno sobre el islam y excluir opiniones alternativas.
El temor a que les acusen de impartir enseñanza religiosa privada ha hecho que muchos musulmanes eviten permanecer fuera de las mezquitas, o reunirse en domicilios particulares, para hablar de su fe o intercambiar ideas sobre religión.
En marzo de 2022, condenaron a Nosir Numanov a 15 días de prisión porque le sorprendieron rezando con unos amigos en una casa de té. Al propietario del establecimiento, Abdumannon Kadyrov, le impusieron una multa equivalente a 10 meses de salario medio. No se trata del único empresario perseguido por permitir la oración musulmana; en Taskent, en febrero de 2022, Farkhod Rakhmonov, propietario de un concesionario de automóviles, fue multado con el equivalente a ocho meses de salario por permitir a sus empleados rezar en el trabajo.
El 23 de junio, un tribunal regional de Bujará condenó a Bobirjon Tukhtamurodov, de 47 años, a cinco años y un mes de prisión por participar entre 2006 y 2010 en un grupo de estudio de las obras del teólogo musulmán turco Nursi. Tukhtamurodov había regresado del exilio en Rusia con la garantía del Gobierno uzbeko de que no le iban a encarcelar.
Periodistas y blogueros también han sido blanco de las autoridades para impedir la difusión de ideas no conformes a la forma de religión auspiciada por el Gobierno. En estos casos, se les ha multado por escribir sobre temas religiosos o publicar material sin la aprobación previa de la Comisión de Asuntos Religiosos. También se han impuesto multas a algunas páginas de noticias como Azon.uz y Kun.uz por publicar artículos sobre religión, entre ellos entrevistas con musulmanes locales sobre el Ramadán.
Uno de los blogueros perseguidos ha sido Fozilxoja Orifxojaev. Conocido por sus críticas a las políticas religiosas restrictivas del Gobierno, el 26 de enero de 2022 le condenaron a siete años y medio de prisión por posesión y difusión de material religioso por publicar una entrada en Facebook en la que discutía la conveniencia de que los musulmanes saludaran a los no musulmanes en sus fiestas religiosas. La salud de Orifxojaev se deterioró gravemente durante los siete meses pasados en prisión preventiva, durante los cuales también sufrió malos tratos.
Otros musulmanes han sido condenados a largas penas de prisión en virtud del artículo 244.1 del Código Penal por producir, almacenar, distribuir y exhibir materiales que amenazan la seguridad y el orden públicos a través de medios de comunicación e internet. Como ejemplo de estos incidentes está la condena en abril de 2022 de Khasan Abdirakhimov a cuatro años de prisión por poner «me gusta» en una serie de entradas religiosas y compartirlas en línea. Oybek Khamidov fue condenado en mayo de 2022 a cinco años de prisión por compartir un sermón en audio con su esposa. Sin embargo, según la familia, la condena se impuso como represalia contra su hermano menor, Muhammadaziz Turgunov, que ha huido por temor a que le detengan después de que le interrogasen por hablar con unos amigos sobre el islam en una casa de té.
Pocos días después, un tribunal de Karakalpakstán condenó al traumatólogo Alimardon Sultonov, musulmán devoto conocido por debatir cuestiones relacionadas con la libertad de religión y creencias, a siete años de internamiento en un campo de trabajo por criticar al presidente Shavkat Mirziyoyev y a los imanes nombrados por el Estado.
En octubre de 2021, la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF) publicó un informe sobre presos de conciencia uzbekos condenados a penas de prisión por practicar pacíficamente sus creencias religiosas. Según el informe, aunque muchos de ellos fueron puestos en libertad por Mirziyoyev tras su llegada al poder, más de 2000 siguen languideciendo en la cárcel cumpliendo penas, a veces muy largas, por cargos de extremismo vagamente definidos; a menudo, estos cargos se basan únicamente en la presunta pertenencia a grupos prohibidos, sin pruebas reales de implicación o conexión con actos violentos u otras actividades delictivas.
El informe de la USCIRF también destacaba las difíciles condiciones y los abusos que sufren los reclusos en prisión, que van desde la tortura a la prolongación arbitraria de las penas de prisión. La publicación también destacaba que, en ocasiones, a los reclusos se les niega el derecho a practicar libremente su religión en prisión, es decir la posibilidad de recitar oraciones islámicas tradicionales o ayunar durante el Ramadán, y se les limita el acceso a textos religiosos. Durante el período que abarca este informe, también se han denunciado abusos contra presos de conciencia. Tulkun Astanov, condenado en enero de 2021 a cinco años de prisión, sufrió tortura y un grave deterioro de su salud durante su reclusión.
Como aspecto positivo, el informe de la USCIRF señala la puesta en libertad, en junio de 2021, de Khayrullo Tursunov y Habibullah Madmarov tras 21 años de encarcelamiento ilegal después de una amplia campaña internacional.
Durante el período estudiado en este informe, las autoridades han detenido a varias personas por su presunta pertenencia a grupos extremistas como Hizb ut Tahrir. En junio de 2021 se produjeron múltiples detenciones en las regiones de Samarcanda, Sir Darya y Yizaj, por actividades relacionadas con el extremismo religioso o la difusión de ideas extremistas. En noviembre de 2021, detuvieron en la región de Taskent a una serie de presuntos miembros de Katiba al Tawhid wal Yihad. A finales de enero de 2022, los servicios de seguridad uzbekos anunciaron la detención de 30 presuntos extremistas. Ese mismo mes, un tribunal de Termez condenó a dos hombres a más de 15 años de prisión por participar en organizaciones extremistas.
Futuro de la libertad religiosa
Con la llegada al poder de Shavkat Mirziyoyev en 2016 tras la muerte del hombre fuerte Islam Karimov, se inició un importante proceso de reformas que se puso de relieve en la «Estrategia 2017-2021». Desde entonces, en el país se ha avanzado en una nueva dirección económica, manifestando una mayor apertura internacional y proporcionando mayor libertad a la sociedad civil. Para los grupos religiosos, también se ha abierto una ventana de esperanza, ya que la Estrategia también daba prioridad a «la armonía interétnica y a la tolerancia religiosa».
Sin embargo, últimamente las autoridades uzbekas han mostrado menos respeto por la libertad de religión y de conciencia, incluso expresada a través de las redes sociales, lo que hace dudar de si el país seguirá por la senda de la reforma y garantizará finalmente las libertades fundamentales, entre ellas la libertad de religión, o volverá a prácticas autoritarias. Las perspectivas para este derecho humano, por tanto, deben mantenerse en observación.