Marco legal sobre libertad religiosa y su aplicación efectiva
La Constitución de Etiopía de 1995 consagra el principio de separación entre Estado y religión (artículo 11.1 y 2). Se afirma que ninguna religión se considerará oficial y que el Estado no interferirá en los asuntos religiosos, del mismo modo que ninguna confesión religiosa interferirá en los asuntos del Estado (artículo 11.3). Se reconoce la libertad de conciencia y religión de todos los ciudadanos etíopes, en la que se incluye la libertad «de manifestar la propia religión o las propias creencias individual o colectivamente, en público o en privado, mediante el culto, la observancia, la práctica y la enseñanza» (artículo 27.1). Asimismo, se proclama el derecho de los individuos a difundir sus creencias y a convertirse a otra fe, así como el derecho de los padres a educar a sus hijos en la religión que practican (artículo 27.2 y 3).
El preámbulo de la Constitución expresa la convicción de que el «igual desarrollo de las diversas culturas y religiones» es una de las condiciones indispensables para «garantizar una paz duradera, una democracia irreversible y próspera y un desarrollo económico y social acelerado para nuestro país, Etiopía».
La Constitución prohíbe la enseñanza religiosa en todos los colegios, ya sean públicos o privados. El artículo 90.2 establece que «la educación será impartida de forma que esté, en todos los aspectos, libre de influencias religiosas [y] políticas o culturales». La formación religiosa está permitida en iglesias y mezquitas.
La ley prohíbe la formación de partidos políticos basados en la religión. Según una ley introducida en febrero de 2009, denominada Proclamación sobre Organizaciones y Sociedades Benéficas, todas las iglesias y grupos religiosos se consideran instituciones benéficas y, como tales, deben presentar en el Ministerio de Justicia una solicitud de registro para que les sea reconocida la personalidad jurídica. Cada tres años tienen que renovar dicha solicitud. En caso de no registrarse, no pueden desarrollar algunas actividades, como abrir cuentas bancarias o tener representación legal. La Iglesia ortodoxa etíope y el Consejo Supremo de Asuntos Islámicos de Etiopía están exentos de este proceso de renovación trienal. Las Iglesias y otras asociaciones dedicadas a labores de beneficencia y desarrollo han de inscribirse en la Agencia para las Organizaciones y Sociedades de Beneficencia separadas del organismo religioso al que pertenecen, quedando así sujetas a la legislación propia de las organizaciones no gubernamentales. La financiación que pueden recibir del extranjero tiene un límite del 10% de los ingresos.
Las solicitudes para registrarse como grupo religioso son competencia de la Dirección de Fe y Asuntos Religiosos del Ministerio de Paz. El registro otorga a las organizaciones religiosas una personalidad jurídica que les confiere los derechos de reunión, adquisición de terrenos para edificar lugares de culto y construcción de cementerios. Los grupos religiosos tienen que presentar informes anuales y memorias económicas.
Etiopía presenta una gran diversidad étnica; se define como un país de diferentes «naciones, nacionalidades y pueblos» (artículo 8.1) y cuenta con más de 80 lenguas habladas. Los hablantes de amárico, oromo, tigriña y somalí constituyen aproximadamente dos tercios de la población. El artículo 5 de la Constitución de 1995 concede el mismo estatus a todas las lenguas etíopes y otorga el derecho a expresarse en cualquiera de las once lenguas del país (artículo 47.1); sin embargo, el amárico es la única lengua de trabajo del Gobierno federal etíope. La elección de esta lengua se ha convertido en un elemento de fricción entre los mayores grupos étnicos del país, con implicaciones también para la religión. En 2020, el Gobierno central añadió como lenguas oficiales el afan oromo, el afar, el somalí y el tigriña.
Además del idioma, Etiopía se caracteriza por una gran diversidad de credos en una sociedad profundamente religiosa. Aproximadamente el 60% de la población, de más de 110 millones de habitantes, es cristiana y el 35% musulmana. El 5% restante está formado por religiones étnicas y otros grupos. Los cristianos ortodoxos representan alrededor del 44%, sobre todo en los estados de Tigray y Amhara y algunas zonas de Oromia, mientras que los musulmanes suníes dominan en Oromia y las regiones de Somali y Afar. Los cristianos evangélicos y pentecostales suponen el 19% de la población y están concentrados principalmente en el sudoeste. Los católicos representan alrededor del 0,7% de la población.
Los amhara, tigrayanos y hablantes de otras lenguas semíticas, cristianos ortodoxos en su mayoría, viven en las tierras altas del norte. Históricamente, han dominado la vida política del país. La mayoría de los musulmanes, protestantes y seguidores de creencias indígenas viven en las tierras bajas del sur y el este del país.
Una ley de 2008 establece como delito provocar hostilidades entre religiones a través de los medios de comunicación, así como blasfemar y difamar a líderes religiosos. Se están desarrollando diversas iniciativas, tanto por parte del Gobierno como de la sociedad civil, dirigidas a fomentar la convivencia armoniosa entre religiones y para evitar y resolver conflictos relacionados con la religión. El Gobierno ha creado el Consejo Interreligioso Nacional para la Paz, que colabora con los gobiernos estatales para fomentar la convivencia entre religiones.
El Gobierno etíope no concede visados permanentes a los trabajadores religiosos extranjeros, salvo que estén integrados en programas de desarrollo gestionados por ONG registradas, filiales de la Iglesia a la que pertenece el misionero. Esta política no suele aplicarse a la Iglesia ortodoxa etíope. Como la Iglesia católica está considerada organización benéfica, y no se permite que el personal religioso se jubile en Etiopía, los religiosos pueden seguir trabajando después de los 65 años.
Son fiestas oficiales los siguientes días sagrados cristianos y musulmanes: Navidad, Epifanía, Viernes Santo, Pascua, Meskel, Aíd al Adha, Mawlid (el nacimiento del profeta Mahoma) y Aíd al Fitr. Los funcionarios musulmanes pueden hacer una pausa de dos horas para la oración del viernes, pero esto no se aplica a los empleados del sector privado.
Los tribunales de sharía tienen competencias sobre las cuestiones de estatuto personal cuando ambas partes son musulmanas y aceptan someterse a ella.
Incidentes y acontecimientos
Abiy Ahmed, cristiano evangélico de etnia oromo, es el primer ministro de Etiopía desde abril de 2018. Sus esfuerzos por resolver el conflicto fronterizo con Eritrea le valieron el Premio Nobel de la Paz en 2019. Bajo su mandato, fueron liberados los presos políticos y se invitó a los líderes políticos y religiosos exiliados a volver a casa. Se reabrieron canales de televisión y medios de comunicación que habían sido clausurados, y la tolerancia religiosa y la radicalización se convirtieron en temas de debate. Además, animó a los líderes religiosos cristianos y musulmanes a entablar relaciones interreligiosas y a trabajar por la paz.
Sin embargo, al cabo de unos años, en lugar de seguir adelante con la reforma democrática, Abiy empezó a retroceder y a recurrir a las políticas tradicionales de «la ley del más fuerte». Los esfuerzos dirigidos hacia la reconciliación religiosa también se vinieron abajo, ya que el Gobierno empezó a defender el retorno a una antigua forma de imperialismo cristiano basada en la noción de que Etiopía es una nación cristiana. Con ello puso en peligro la unidad del país, alimentando las tensiones interétnicas y políticas.
En noviembre de 2020 estallaron los combates en Tigray, estado septentrional fronterizo con Eritrea, cuando el Mando Norte de las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (FDNE) sufrió un ataque. El conflicto posterior enfrentó al FDNE, apoyado por el ejército eritreo y varias milicias étnicas, con el Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT), las Fuerzas de Defensa de Tigray y milicias étnicas aliadas, como el Ejército de Liberación de Oromo.
El Frente de Liberación Popular de Tigray, partido político de base étnica, desempeñó un papel dominante en el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), coalición de partidos étnicos que gobernó el país durante casi tres décadas tras el final de la guerra civil del país (1974-1991). Tras su expulsión del poder en las elecciones etíopes de 2018, los líderes del FLPT se trasladaron de nuevo a su bastión regional, provocando tensiones entre los gobiernos regional y federal, y que acabaron convirtiéndose en una guerra abierta.
Durante las hostilidades, los etíopes y sus aliados eritreos no solo asesinaron civiles en sus operaciones en la región rebelde, sino que también saquearon y destruyeron su patrimonio religioso, tanto cristiano como musulmán. Según algunos observadores, parece que los objetivos que perseguían eran el genocidio cultural y la limpieza étnica.
Aunque la violencia se produjo principalmente por motivos étnicos (regionales y lingüísticos), el conflicto también tuvo importantes connotaciones religiosas y afectó a miembros de grupos religiosos tanto en Tigray como en el resto del país.
En medio del caos provocado por la guerra, los cristianos se vieron atrapados en un fuego cruzado. Un ejemplo de ello es la detención, el 5 de noviembre de 2021, de 17 miembros de un centro educativo gestionado por los salesianos en Gottera (Adís Abeba). Entre los detenidos había sacerdotes, hermanos religiosos y empleados, llevados, sin motivo aparente, a un lugar desconocido por las fuerzas gubernamentales.
El 30 de noviembre de 2021, detuvieron a seis religiosas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y a una hermana ursulina, todas ellas de etnia tigrayana, además de a dos monjas de Kobo (estado de Amhara) y dos diáconos. Debido a su origen étnico, es probable que las religiosas quedaran atrapadas en la represión gubernamental contra los tigrayanos, sospechosos de ayudar y apoyar al Frente de Liberación Popular de Tigray. Finalmente, el 15 de enero de 2022 pusieron en libertad a todas, excepto a los dos diáconos y las dos monjas no tigrayanas. El Gobierno no ha proporcionado ninguna explicación de las detenciones y no se ha ofrecido más información a sus comunidades religiosas.
En estos años también han aumentado las tensiones entre cristianos ortodoxos etíopes y musulmanes tras un ataque perpetrado por hombres armados contra el funeral de un anciano musulmán el 26 de abril de 2022 en la ciudad de Gondar, en el estado de Amhara, que causó cuatro muertos y numerosos heridos. El Consejo de Asuntos Islámicos de Amhara calificó el suceso de «masacre» perpetrada por «cristianos extremistas» fuertemente armados. Al extenderse la violencia, los alborotadores atacaron e incendiaron comercios y viviendas de propiedad musulmana, así como mezquitas. Se informó de la muerte de otras 17 personas.
Las represalias se intensificaron contra los cristianos de Silete, en el centro-sur de Etiopía, donde incendiaron varias iglesias. Al parecer, unos individuos considerados radicales islámicos irrumpieron en la iglesia de San Rufael (Rafael) de Werabe (o Worabe), la destrozaron y le prendieron fuego. También quemaron la iglesia de San Gabriel y otras dos iglesias. La diócesis ortodoxa de Silete (Silte) envió una carta al Patriarcado Ortodoxo Etíope solicitando la protección del Gobierno para el resto de las iglesias y sus miembros. También fueron atacados lugares de culto protestantes de la zona. La policía detuvo a más de 370 personas por saquear y destruir lugares religiosos y otras propiedades.
El 14 de junio de 2022, al menos 40 personas murieron en enfrentamientos entre grupos armados en Gambella, ciudad del oeste de Etiopía, lo que suscitó la respuesta de los obispos del país, que instaron a los autores a poner fin a sus malas acciones y a respetar la vida de los demás. «Nuestra Iglesia está profundamente preocupada por la peligrosa situación en la que se encuentra la población», dijeron los prelados en un comunicado. «Nadie debería ser asesinado por motivos de identidad y religión».
El 18 de junio de 2022, unos 400 civiles de etnia amhara fueron asesinados en Tole Kebele (Gimbi), a 400 kilómetros al oeste de la capital etíope, Adís Abeba. El ataque se atribuyó al Ejército de Liberación Oromo (ELO), aliado del Frente de Liberación Popular de Tigray, pero se acusó a las fuerzas regulares etíopes de no esforzarse en proteger a la población local. Tras la masacre, los estudiantes universitarios organizaron una manifestación contra los asesinatos.
El 29 de julio de 2022, soldados etíopes mataron a más de 150 miembros de Al Shabab, organización extremista con base en Somalia vinculada a Al Qaeda, durante un enfrentamiento cerca de la frontera con Somalia. Un líder de Al Shabab murió en el asalto.
Como consecuencia de la guerra, las masacres, la escasez de alimentos y el hambre, desde noviembre de 2020 han muerto entre 600 000 y 800 000 personas, y más de 2,6 millones de habitantes han sido desplazados tanto en Tigray como en los estados de Amhara y Afar.
Los vacilantes esfuerzos por lograr la paz han terminado con éxito. En marzo de 2022, las partes beligerantes aceptaron una tregua de cinco meses, que no se renovó. Después de que las fuerzas gubernamentales lograran importantes avances contra el FLPT, las partes volvieron a reunirse en Sudáfrica y llegaron a un acuerdo. El 2 de noviembre de 2022, el Gobierno etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray alcanzaron un acuerdo de paz provisional con la mediación de la Unión Africana.
Tras el alto el fuego, los obispos católicos del país emitieron un mensaje al término de su asamblea ordinaria anual, en el que se congratulaban del «cese permanente de las hostilidades».
Futuro de la libertad religiosa
La paz en Etiopía sigue siendo frágil y las razones subyacentes del conflicto en Tigray y otros estados y regiones no han desaparecido. La magnitud de las atrocidades cometidas por todas las partes ha sido tal que la reconciliación necesitará tiempo y un común esfuerzo.
Los desafíos del nacionalismo étnico y la conflictiva relación entre los gobiernos central y estatal en torno al poder y la lengua subyacen a las principales divisiones del país. Según algunos observadores, ciertos nacionalistas etíopes, muchos de ellos ortodoxos, comparten el deseo de restaurar su posición antaño dominante, derivada de una visión mítica del pasado imperial del país. Si realmente es así y esto se extiende, podría causar nuevos problemas en Etiopía.
Aparte de la guerra, durante el período estudiado tanto cristianos como musulmanes han sufrido violencia por motivos religiosos; las causas, sin embargo, han sido en gran medida de carácter local, a menudo relacionadas con disputas sobre la construcción de edificios religiosos, especialmente mezquitas y templos protestantes, la profanación de libros y objetos religiosos, y conflictos sobre rituales religiosos.
Otro factor desestabilizador es la amenaza potencial que representa Al Shabab. Este grupo yihadista salafí con base en la vecina Somalia podría aprovechar los problemas internos de Etiopía para llevar a cabo operaciones en la región somalí, con la que comparte idioma y religión islámica.
Sin embargo, se atisba algo de luz al final del túnel. En respuesta a los riesgos que plantea el extremismo etnorreligioso, se está fomentando una mayor apertura y cooperación a todos los niveles, incluso dentro de la Iglesia ortodoxa etíope. El acuerdo de paz entre Tigray y el Gobierno central también apunta hacia esa dirección. Si se mantienen estas aspiraciones, las perspectivas para la libertad religiosa deberían mejorar.