Marco legal sobre libertad religiosa y su aplicación efectiva
La Constitución de Camerún, promulgada en 1972 y enmendada en 2008, reconoce en su preámbulo que «la persona humana posee derechos sagrados e inalienables, sin distinción de raza, religión, sexo o credo». El texto continúa afirmando que ninguna persona «será discriminada por su origen, por sus opiniones o creencias religiosas, filosóficas o políticas, con sujeción al respeto a la política pública». Los artículos 13, 14 y 15 del preámbulo declaran que «el Estado será laico» y que «se garantizará la neutralidad e independencia del Estado respecto a todas las religiones», así como «la libertad de religión y culto».
La ley exige que los grupos religiosos reciban la aprobación gubernamental para trabajar, a la vez que permite que el Gobierno «suspenda las actividades de los grupos no registrados». El registro, concedido por decreto presidencial, permite que los grupos adquieran propiedades y proporciona beneficios fiscales; además, facilita el trabajo de los misioneros extranjeros, permitiéndoles solicitar visados más amplios.
Se permite que los colegios privados, a diferencia de la escuela pública, impartan formación religiosa. Por otro lado, los colegios privados confesionales solo pueden funcionar si cumplen los mismos estándares que la escuela pública en los ámbitos educativo y de infraestructuras.
Las principales festividades cristianas y musulmanas son además festivos nacionales: Navidad, Viernes Santo, Pascua, la Ascensión y la Asunción, Aíd al Fitr, Aíd al Adha y el día del nacimiento del profeta Mahoma.
Incidentes y acontecimientos
Camerún se enfrenta a una serie de retos externos e internos de carácter étnico, político y religioso. Desde 2014, el país se ve perturbado por una grave amenaza exterior: la violencia de grupos islamistas radicales procedentes de los países vecinos: Nigeria y Chad. Impulsados por el conservadurismo islámico wahabí, grupos extremistas armados rivales como Boko Haram y la creciente presencia de una rama disidente, la Provincia de África Occidental del Estado Islámico, siembran el terror y erosionan la seguridad en el Extremo Norte de Camerún. Hasta 2020, el conflicto con Boko Haram provocó el desplazamiento de aproximadamente 250 000 personas y al menos 3000 muertos.
Los observadores internacionales también critican al Gobierno por las violaciones de los derechos humanos. Además, la consolidación en 2021 del poder de la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (también como consecuencia de la muerte en mayo de 2021 del líder de Boko Haram, Abubakar Shekau) ha alterado la naturaleza de la violencia, que ahora manifiesta mayor tendencia a realizar ataques militares y no tanto civiles. La Provincia del Estado Islámico, a diferencia del «uso excesivo de la fuerza contra la población civil, incluidos los musulmanes» de Boko Haram, busca más bien «establecer un nuevo contrato social con las comunidades presentándose como una alternativa al Estado». La situación se complica por el auge de los grupos de autodefensa, «que ya cuentan con unos 14 000 miembros implicados en actividades delictivas como el robo de ganado, el contrabando y el pillaje».
Los desafíos internos se centran en la crisis anglófona, la violencia sectaria entre anglófonos y francófonos en las regiones noroeste y suroeste de Camerún, mientras los separatistas buscan crear el Estado independiente de Ambazonia. En este tipo de situaciones, los civiles sufren el peso de la violencia. Desde finales de 2016, el conflicto entre las milicias separatistas y las fuerzas de seguridad camerunesas «ha matado a unas 6000 personas, desplazado a más de 500 000 y perturbado gravemente el acceso a los servicios gubernamentales en las regiones anglófonas». Según grupos defensores de los derechos humanos, los separatistas armados han secuestrado, torturado y asesinado a civiles considerados colaboradores del Gobierno o que no estaban dispuestos a apoyar las actividades de los rebeldes, «como boicots económicos y políticos»; mientras, las fuerzas gubernamentales han estado implicadas en «detenciones arbitrarias y asesinatos ilegales en respuesta al conflicto armado» y sus tropas cometen «violaciones de los derechos humanos, incluido el incendio de viviendas y aldeas enteras, así como torturas, detenciones y asesinatos».
Aunque la división religiosa es solo una de las dimensiones de la agitación que se vive actualmente en Camerún, no deja de ser una cuestión importante. Es frecuente que los ataques violentos tengan un elemento religioso, ya que los grupos confesionales son blanco habitual de ataques por motivos políticos, tanto por parte de fuerzas oficiales como informales. El conflicto también ha intensificado la división religiosa.
La comunidad cristiana es el grupo más perjudicado entre las diversas tradiciones religiosas. Por ejemplo, según el medio de comunicación local L’Oeil du Sahel, Boko Haram y la Provincia de África Occidental del Estado Islámico «secuestraron a numerosos civiles, entre ellos mujeres y niñas cristianas, que a menudo sufrieron abusos sexuales y fueron obligadas a casarse con hombres musulmanes».
A continuación, se expone solo una selección de incidentes:
En enero de 2021, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, realizó una visita de cinco días a Camerún para fomentar la paz y la unidad en el país. Los separatistas anglófonos «amenazaron con represalias a quienes no boicotearan la visita del enviado papal». A pesar de ello, miles de personas dieron la bienvenida al cardenal en la catedral de San José de Bamenda, desafiando los actos de intimidación.
El 4 de mayo, fuerzas militares gubernamentales mataron a tiros a un predicador cristiano en la ciudad de Batibo.
El 7 de mayo, un tiroteo entre tropas gubernamentales y rebeldes separatistas interrumpió una misa en la que el obispo George Nkuo celebraba el 40 aniversario de su ordenación sacerdotal. El 8 de mayo, un «medio de comunicación proseparatista, Bareta News, afirmó que los separatistas se oponían a la presencia en el acto del gobernador de la Región Noroeste, Adolphe Lele Lafrique, y consideraban su presencia como una prueba de que la Iglesia colabora con el Gobierno».
El 25 de mayo, combatientes de Boko Haram atacaron la aldea de Galta-Gatari. En el asalto murió una persona.
En junio, miembros de las fuerzas de seguridad, «tanto del ejército regular como del Batallón de élite de Intervención Rápida», entraron en el pueblo de Ndzeen irrumpiendo en residencias y tiendas, incluida la casa de una autoridad tradicional local («fon»), el cual declaró: «Profanaron mi palacio, rompieron objetos tradicionales, entre ellos el antiguo trono real y una silla ancestral, y entraron en las zonas sagradas y secretas del palacio, a las que nadie tiene acceso».
También en junio, un grupo armado atacó un centro religioso en Mamfe. Murió un niño de 12 años y resultó herido otro de 16.
En julio, los islamistas de Boko Haram mataron a cinco soldados cameruneses y a un civil en la región del Extremo Norte.
El 24 de octubre, separatistas de la Ambazonia secuestraron a una anciana de la Iglesia Presbiteriana de Camerún en una iglesia del barrio de Ntamulung, en la ciudad de Bamenda. Veinticuatro horas después la liberaron.
En octubre, al menos siete personas fueron asesinadas en la ciudad de Wum, de mayoría cristiana, en la región Noroeste de Camerún. Según los testigos, fuerzas gubernamentales acompañadas por pastores musulmanes mbororo «quemaron viva a una de las víctimas y prendieron fuego a 13 casas» . Habitantes de la zona afirman que «la participación de los mbororos musulmanes en las campañas militares contra las poblaciones locales, en su mayoría cristianas, ha empeorado considerablemente las relaciones, tradicionalmente tensas, entre ambas comunidades».
El 15 de noviembre, fuerzas militares invadieron el Centro Cardiológico del Hospital General Católico de Santa Isabel, en Shisong, e interrumpieron los servicios médicos. Los soldados dijeron que buscaban a combatientes separatistas de los «Amba Boys» (militantes armados de grupos separatistas) que habían llegado esa mañana para recibir tratamiento médico. Una semana después, miles de católicos se manifestaron por las calles de Bamenda en protesta por la dura respuesta militar del Gobierno a la situación actual.
El 24 de noviembre, hombres armados atacaron el instituto bilingüe Ekondo Titi y mataron a tres alumnos. Los obispos católicos han denunciado los asaltos: «Nosotros, los obispos de la Provincia Eclesiástica de Bamenda, condenamos estos actos de barbarie, que violan todas las Leyes y Convenciones Internacionales que salvaguardan la inviolabilidad de las escuelas, la protección de los educandos (alumnos y estudiantes) y de los profesores, atentan contra el derecho fundamental a la educación y quebrantan el quinto mandamiento de la ley Dios». Según los observadores, en un par de meses se produjeron «más de diez ataques armados contra escuelas en las regiones anglófonas. No está clara la cifra exacta, pero han muerto más de diez niños y varios profesores y alumnos han resultado heridos». Los ataques a las escuelas no solo causan muerte y destrucción, sino que también socavan el sistema educativo, asustando a profesores y alumnos para que no acudan a ellas y privando a los niños de oportunidades educativas. Esta situación se ha agravado con la imposición separatista del boicot a las escuelas.
En enero de 2022, Boko Haram atacó la aldea de Mozogo, donde asesinó a una persona; en el ataque se saquearon viviendas y una mezquita.
El 9 de marzo, los habitantes de Essu (Fungom, Menchum) prendieron fuego a una mezquita en respuesta al asesinato del «fon» Kum Achuo II, jefe de la aldea, y de su esposa. Al parecer, también destruyeron otras propiedades pertenecientes a mbororos sospechosos de estar implicados en el asesinato del jefe.
En una entrevista concedida el 28 de junio, monseñor Michael Miabesue Bibi, obispo de Buea, explicó que, aunque desde siempre los habitantes de Buea (la segunda ciudad más grande de Camerún tanto en tamaño como en población) habían temido a los soldados y sus invasiones en el campo, ahora tienen más miedo de los Amba Boys (grupos separatistas). Los Amba Boys han cometido asesinatos, han provocado el cierre de escuelas locales, han obligado a la gente a huir de sus casas y, en algunas ocasiones, han bloqueado el paso de la ayuda humanitaria.
A finales de 2017, ante el desarrollo de la crisis, las Iglesias católica, baptista, presbiteriana y otras formaron un organismo representativo común. En una entrevista concedida el 21 de julio, el pastor cristiano baptista Ncham Godwill Chiatoh declaraba: «Creo que las Iglesias deben unirse ahora para movilizar a la población para que se les concedan sus derechos esenciales, con mansedumbre y justicia. Los dirigentes de las Iglesias están en condiciones de dialogar con los dirigentes de los Amba Boys [...] para promover la unidad entre las mil facciones que las componen y poder así negociar. El Estado respeta a las Iglesias unidas y sabe que las Iglesias sacan su fuerza de Dios y del apoyo del pueblo. Las Iglesias son promotoras incansables de la paz y la reconciliación. También representan una voz para pedir una amnistía general y construir un clima de confianza».
Durante el período estudiado en este informe, varios cristianos han sido víctimas de secuestros, aunque a la mayoría fueron liberados al cabo de algún tiempo.
Entre los incidentes de secuestro, se cuentan los siguientes:
El 8 de abril de 2022, secuestraron a 32 miembros del Seminario Mayor San Juan Pablo II que iban a misa, pero fueron liberados ilesos 24 horas más tarde.
El 29 de agosto, combatientes separatistas secuestraron en Mamfe a monseñor Agbortoko, sacerdote católico, por el que pidieron un rescate de más de 20 millones de francos CFA. Fue liberado tres días después. Este secuestro se produjo a los tres meses del del padre Christopher Eboka, también liberado al cabo de nueve días.
El 17 de septiembre, un grupo sin identificar secuestró a cinco sacerdotes católicos, una hermana consagrada y tres laicos en el pueblo de Nchang, en la diócesis de Mamfe, situada en el suroeste de Camerún. Los secuestradores también prendieron fuego a la iglesia parroquial de Santa María al día siguiente de los secuestros. La diócesis de Mamfe se encuentra en una de las dos regiones en conflicto donde los separatistas llevan en guerra contra las autoridades federales desde 2017. Un mes después liberaron a las víctimas. Los obispos católicos negaron expresamente que se hubiera pagado un rescate «para no crear precedentes peligrosos».
El 5 de octubre, el P. Humphrey Tatah Mbuy, director de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal de Camerún, declaraba en una entrevista a la televisión camerunesa: «El conflicto separatista se ha convertido ahora en una cuestión de dinero». El padre Mbuy afirmó que «el conflicto surgido de la represión violenta de las reivindicaciones de los profesores y abogados anglófonos se ha convertido en lo que los franceses llaman L'economie de la Guerre, una economía de guerra» en la que «no solo participan los separatistas, sino también los militares y los funcionarios del Gobierno». Explicó, además, que «hay noticias sobre soldados que detienen a personas solo para liberarlas mediante el pago de un soborno; el secuestro para pedir rescate se ha convertido en una de las principales formas de recaudar fondos para las fuerzas separatistas [...] y los sacerdotes y religiosos están en el punto de mira de ambas partes del conflicto, tanto por sus esfuerzos de pacificación como por los secuestros con fines de extorsión». El P. Mbuy concluía diciendo que «la Iglesia posee ahora mismo, y puedo decirlo sin ningún temor, la única fuerza moral capaz de ayudar a resolver el conflicto armado en el Noroeste y el Sudoeste».
En noviembre, monseñor Bruno Ateba, obispo católico de Maroua-Mokolo, en la región septentrional de Camerún fronteriza con Nigeria, denunció el aumento de la violencia señalando que la población, víctima de los ataques recurrentes de los islamistas de Boko Haram, «se encuentra impotente ante la aparente imposibilidad de vencer al grupo terrorista originario de Nigeria». Monseñor Ateba añadió: «¡Los secuestros y las ejecuciones de campesinos han conducido a un verdadero reino de terror!»
Futuro de la libertad religiosa
Históricamente y todavía hoy, en general en Camerún se respeta y se vive la libertad religiosa. Las amenazas externas a la libertad religiosa, como la del grupo islamista Boko Haram, han provocado la persecución de cristianos y musulmanes que no se adhieren al programa fundamentalista. Sin embargo, hay un problema que causa una mayor división: el del movimiento separatista anglófono, con violaciones de los derechos humanos, entre ellos el de la libertad religiosa, perpetradas tanto por los separatistas como por los militares. Las perspectivas para la libertad religiosa son, por tanto, cada vez más negativas según aumenta la violencia y se afianzan las posiciones del movimiento separatista y la respuesta del Gobierno.