Marco legal sobre libertad religiosa y su aplicación efectiva
La actual Constitución brasileña, promulgada en 1988 (y modificada en 2017) garantiza la libertad de creencia y culto en sus artículos 5 y 19.
El artículo 5 establece: «La libertad de conciencia y de creencia es inviolable, asegurándose el libre ejercicio de las creencias religiosas y garantizándose, en los términos que establezca la ley, la protección de los lugares de culto y de sus ritos; se garantiza la asistencia religiosa en los centros civiles y militares de reclusión colectiva, en los términos que establezca la ley», y «no se puede privar a ningún individuo de ningún derecho a causa de sus creencias religiosas o de sus convicciones filosóficas o políticas, a menos que se recurra a ellas para quedar exento de una obligación legal impuesta a todos negándose a realizar una prestación sustitutoria establecida por la ley».
Se prohíbe «a la Unión, a los Estados, al Distrito Federal y a los Condados establecer religiones o iglesias, subvencionarlas, obstaculizar su funcionamiento o mantener relaciones de dependencia o alianzas con ellas o con sus representantes, con excepción de la colaboración para el interés general, en los términos previstos en la ley» (artículo 19).
La Ley n.º 7716 de 1989 tipifica como delito la discriminación por motivos de raza, color, etnia, religión o nacionalidad. Las políticas públicas dirigidas a combatir la discriminación comenzaron por las cuestiones raciales, a las que siguieron las de género y, más recientemente, las religiosas.
En 1989 se creó un organismo federal, el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, para aplicar políticas públicas contra todo tipo de discriminación. En 2015, se creó una nueva rama de este Ministerio, dedicada específicamente a la discriminación religiosa: la Asesoría de Diversidad Religiosa y Derechos Humanos, lo que manifiesta que cada vez se presta mayor atención a esta cuestión. En 2020, el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos fue criticado por no informar de las respuestas dadas a las denuncias que había recibido por violaciones de los derechos humanos.
Con el presidente Jair Bolsonaro, la discriminación religiosa ha perdido importancia. La Asesoría de Diversidad Religiosa y Derechos Humanos ha sido sustituida por una agencia con un enfoque más general, la Coordinación de Libertad de Religión o Creencia, Conciencia, Expresión y Académica.
Incidentes y acontecimientos
En un país tan grande que tiene problemas con la impunidad es difícil llevar a cabo una evaluación certera del número de casos de intolerancia y ataques contra cualquier derecho humano, y mucho menos contra la libertad religiosa tal y como se define en el artículo 18.
Un análisis comparativo de los actos que suponen violaciones de derechos humanos en Brasil (Dial 100 y similares) indica que los incidentes con motivación religiosa fueron relativamente escasos. En 2021, por ejemplo, se denunciaron 583 ataques a la libertad religiosa, frente a 14 000 casos de detención ilegal, violación de la libertad de circulación y trabajo esclavo. En el mismo año, se recibieron unas 1000 denuncias relacionadas con ataques con motivación religiosa, frente a 43 600 denuncias por «conflicto de ideas». De todos los grupos religiosos, las religiones afrobrasileñas fueron las que más violaciones de la libertad religiosa sufrieron. En este caso, la motivación religiosa es más común que la étnica, de la que solo se denunciaron 300 violaciones en 2021.
El período estudiado en este informe ha manifestado una estabilidad relativa en la presentación de denuncias contra la intolerancia religiosa en Brasil. En el primer semestre de 2022, se presentaron ante el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos 384 denuncias de intolerancia, mientras que en el primer semestre de 2021 se dieron 263 denuncias, lo que significó un aumento del 45,6%. En comparación, Safernet Brasil, asociación civil centrada en la promoción y defensa de los derechos humanos en internet, registró un aumento del 654,1% en el número de denuncias presentadas: en el primer semestre de 2021 hubo 614 denuncias, frente a las 3818 denuncias del primer semestre de 2022. El análisis realizado por Safernet también mostró que el número de violaciones de derechos humanos aumentó en los años electorales (2018 y 2022) en comparación con los años sin elecciones (2017, 2019 y 2021).
El concepto de Estado laico y la autonomía de la política respecto a la religión han sido puestos en tela de juicio durante el período estudiado en este informe. La campaña electoral del presidente Jair Bolsonaro incorporó la religión a la política, presentándose como defensor de los valores evangélicos neopentecostales frente a grupos políticos considerados progresistas de izquierda. Este uso de la religión en beneficio político parece evocar un concepto de milenarismo y «mesianismo», creencia tradicional iberoamericana en que algo o alguien vendrá y transformará las cosas para mejor.
Durante la redemocratización brasileña tras la dictadura militar (1964-1984), la población ha ido siendo cada vez más consciente de sus derechos, exige más del Estado y condena la corrupción y el amiguismo. La clase política, al no responder a las crecientes expectativas, ha provocado una ruptura del pacto social y una tendencia a la utilización de la religión como fuerza ideológica, con el correspondiente crecimiento del discurso religioso en la esfera política. En este contexto, los incidentes políticos, normalmente derivados de acciones extremistas de izquierda o derecha, se interpretan a través de categorías religiosas, amenazando el diálogo interreligioso y el derecho a ejercer libremente una fe religiosa independiente.
A lo largo de su campaña presidencial, Jair Bolsonaro construyó su base política entre cristianos «conservadores», principalmente evangélicos neopentecostales, pero también católicos. Luiz Inácio «Lula» da Silva encontró mayor apoyo entre los llamados católicos «progresistas», agnósticos, ateos y seguidores de otras religiones. En los meses previos a la campaña electoral, se intensificó el uso de argumentos religiosos, acusándose a ambos candidatos de instrumentalizar la religión e incluso de tener pactos con el diablo y la francmasonería.
Los desacuerdos partidistas han provocado divisiones y vehementes invectivas dirigidas contra la Iglesia católica, más heterogénea políticamente que las iglesias evangélicas, pero también dentro de ella. Misas y homilías fueron interrumpidas, se insultó a sacerdotes y, al menos en dos ocasiones, varios obispos fueron amenazados de recibir agresiones físicas .
En una homilía de 2021, el arzobispo del Santuario Nacional de Aparecida declaró que «una patria amada no necesita ser una patria armada», utilizando este juego de palabras para oponerse a la política de uso de las armas del Gobierno de Bolsonaro. En respuesta a esta declaración del prelado, un diputado del estado de São Paulo afirmó en una sesión oficial de la Asamblea Legislativa que los clérigos son «sucios pedófilos» y que el papa Francisco es un vago. Más tarde se retractó. No fue sancionado, pero tampoco reelegido.
Se sigue identificando a los seguidores de las religiones afrobrasileñas como el grupo que sufre los mayores niveles de intolerancia y discriminación en Brasil. Los incidentes más comunes han sido ataques a lugares de culto y agresiones físicas o verbales, protagonizados, en general, por vecinos. También ha sido frecuente la discriminación de este grupo a la hora de encontrar empleo y la intolerancia en los lugares de trabajo.
En una encuesta realizada por la Red Nacional de Religiones Afrobrasileñas y Salud y la entidad Ilê Omolu Oxum, entre «pais de santo» y «mães de santo» (sacerdotes y sacerdotisas de religiones afrobrasileñas), se demostró que el 91,7% ya habían experimentado algún tipo de prejuicio a causa de su religión, que el 78,4% había sufrido violencia y el 68,6% indicó que no había comisarías preparadas para recibir sus denuncias.
Los abusos contra las religiones afrobrasileñas por parte de pastores y grupos neopentecostales son cada vez más frecuentes; los insultos no solo se producen durante los oficios religiosos, sino también en internet, e incluso en actos gubernamentales. En una ocasión, un pastor neopentecostal se filmó a sí mismo destruyendo las ofrendas depositadas tras un ritual afrobrasileño. Se han producido conflictos porque grupos neopentecostales han celebrado actos religiosos frente a templos afrobrasileños con intención provocadora .
Niños y jóvenes también han sido víctimas de la intolerancia religiosa. En Santa Catarina, una joven de 16 años sufrió una agresión por seguir una religión afrobrasileña. Sus compañeros de clase afirmaron que su religión era «del diablo». Durante el período estudiado, se han producido al menos dos casos de organismos públicos que han apartado a niños de sus madres, alegando que no respetaban los derechos de los niños al llevarlos a ceremonias religiosas afrobrasileñas .
En marzo de 2022, un representante del pueblo indígena guaraní kaiowá acusó en la ONU a «fundamentalistas religiosos» de realizar prácticas violentas y quemar sus «casas de oración» y al Gobierno brasileño de no proporcionarles protección suficiente contra la amenaza. Según el Consejo Indigenista Misionero, vinculado a la Conferencia Episcopal Católica de Brasil, en los últimos años se han intensificado los ataques contra la espiritualidad indígena y en el estado de Mato Grosso do Sul se han provocado incendios intencionados en al menos siete casas de oración en 2021.
Los casos de intolerancia religiosa contra otros grupos confesionales son más raros y suelen recibir mayor atención y una actuación más inmediata por parte de las autoridades brasileñas. La intolerancia religiosa contra los judíos es poco común en Brasil y suele considerarse racismo contra un grupo étnico. A principios de 2022, se produjo un caso excepcional en el que la cuestión religiosa se asoció con el antisionismo: un pastor neopentecostal de Río de Janeiro publicó vídeos ofensivos y discursos de odio contra el pueblo judío; fue condenado a 18 años de prisión por el tribunal brasileño.
A pesar de las dificultades afrontadas durante el período estudiado en este informe, también se han llevado a cabo iniciativas para erradicar la intolerancia religiosa en el país. Desde 2007, Brasil celebra, el 21 de enero de cada año, el Día Nacional de Lucha contra la Intolerancia Religiosa con actos en todo el territorio nacional. En otros momentos del año se celebran otros actos con el mismo objetivo, como la Marcha en Defensa de la Libertad Religiosa, que tiene lugar anualmente en Río de Janeiro en septiembre. Como la intolerancia religiosa se dirige principalmente contra las religiones afrobrasileñas, estas manifestaciones suelen asociarse también a gestos contra el racismo.
En un período caracterizado por la politización de la religión, se han producido varias intervenciones en las que tanto políticos electos como grupos interreligiosos han pedido respeto por la libertad religiosa y por las diferencias de opinión. Los tribunales también han reconocido varios casos de intolerancia religiosa, y los gobiernos estatales y locales han desarrollado programas para mejorar la atención a las víctimas de intolerancia religiosa . Además, el Tribunal Superior Electoral de Brasil y representantes de varias congregaciones religiosas han llegado a un acuerdo con el objetivo de excluir los mensajes de violencia y agresión del contexto religioso.
Edir Macedo, conocido líder neopentecostal, pidió perdón al presidente electo Lula por haber apoyado públicamente a su adversario, Jair Bolsonaro. Dijo que los fieles de su Iglesia no deben sufrir por sus actos.
Futuro de la libertad religiosa
En el período estudiado en este informe, se ha observado un patrón similar al de años anteriores: en los casos de intolerancia y discriminación religiosa, las víctimas suelen ser seguidores de religiones afrobrasileñas y los agresores, en muchos casos, miembros de grupos evangélicos neopentecostales. Sin embargo, es evidente que la intolerancia y la discriminación contra las religiones afrobrasileñas no son universales ni se limitan a las confesiones neopentecostales. Se dan en grupos de personas con temperamentos peculiares y tienden a estar asociadas a fenómenos sociales más amplios, como la polarización política y el resentimiento social.
El crecimiento de la politización y de la agresividad en las relaciones interreligiosas en Brasil se asemeja a las que se observan entre el pentecostalismo estadounidense y otras manifestaciones ideológicas cristianas, que buscan una referencia en el Antiguo Testamento a un poderoso «Dios de los ejércitos» que aplasta a sus enemigos. En el campo ideológico y partidista, el comunismo ateo y las ideologías que cuestionan la diferenciación sexual y la familia se enfrentan a los brasileños religiosos, que constituyen el 90% de la población. En el campo específicamente religioso, es probable que los neopentecostales sigan considerando a las religiones afrobrasileñas y a los practicantes animistas como adoradores del diablo. Esta animadversión hacia las religiones afrobrasileñas es el resultado de una intolerancia histórica hacia estas religiones debido a que sus orígenes están en las poblaciones de esclavos negros.
Esta situación no puede disociarse del resentimiento reprimido en gran parte de la población brasileña en los últimos veinte años. Limitarse a condenar la intolerancia religiosa de un grupo social no hará que se supere el problema. Los agresores actuales son aquellos que se sintieron agredidos de alguna manera en el pasado. Solo un esfuerzo empático por reconocer las frustraciones de otros grupos y la dignidad de otros seres humanos puede evitar el agravamiento de estas tensiones sociales y su expresión en el ámbito religioso.
Las perspectivas para los próximos dos años, una vez concluido el proceso electoral presidencial, muestran una tendencia más bien positiva, con menos episodios de conflicto, pero con más frecuencia de utilización de la religión como herramienta para obtener réditos políticos.