La Constitución de Albania, adoptada en octubre de 1998, declara que la «convivencia religiosa» es un principio básico para el Estado (artículo 3). La república es un Estado laico (artículo 10), que garantiza la libertad de conciencia y religión, incluyendo el derecho a elegir o cambiar de religión o creencias y a expresarla «individual o colectivamente, en público o en privado, a través del culto, la educación, […] o la práctica de los ritos» (artículo 24). El artículo 18 prohíbe la discriminación por motivos religiosos y están prohibidos los partidos políticos u otras organizaciones «cuyos programas o actividades se basen en métodos totalitarios que inciten y apoyen» el odio religioso (artículo 9). Se considera delito destruir o deteriorar objetos religiosos e impedir la celebración de ceremonias, hechos que, por lo tanto, son punibles.
Las comunidades religiosas son iguales ante la ley y las relaciones entre el Estado y las comunidades religiosas están reguladas por acuerdos oficiales (artículo 10). El Gobierno no exige registro ni licencia a los grupos religiosos, pero el Comité Estatal de Cultos regula las relaciones entre el Estado y las comunidades religiosas.
Tras décadas de ateísmo obligatorio bajo el régimen comunista que cayó en 1991, el país parece estar experimentando un significativo renacimiento religioso.
La mayor parte de los ciudadanos están vinculados a una de las cuatro comunidades religiosas predominantes e históricamente presentes en el país: dos islámicas (suní, la mayoritaria, y bektashí) y dos cristianas (católica romana y la Iglesia ortodoxa autocéfala de Albania).
Debido a la tradición laica del Gobierno y a la escasez de recursos, no proporciona apoyo económico a la reconstrucción de las infraestructuras religiosas destruidas bajo el comunismo. «No podemos impedir la ayuda económica extranjera», afirmó Loreta Aliko, presidente del Comité Estatal de Cultos, aceptando que los recursos del Estado son limitados. Todas las comunidades religiosas han criticado el retraso en la restitución de las propiedades religiosas que fueron confiscadas por el Gobierno comunista de Enver Hoxha.
Se considera que Turquía está siendo el colaborador más activo de la comunidad islámica de Albania. Es la que ha financiado la construcción de la gran mezquita de Namazgjia en Tirana, además de restaurar antiguas mezquitas y albergues sufíes por todo el país. Por su parte, la comunidad salafí se apoya en Arabia Saudí para recibir apoyo y becas de estudios. La comunidad sufí también ha recibido ayudas del exterior del país: «Los chiíes de Irak nos están ayudando mucho actualmente», afirma Edmond Brahimaj, el baba mondi de los bektashíes, o líder mundial.
No se han aportado a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa las cifras oficiales de delitos por prejuicios religiosos de 2018 y 2019 para su inclusión en el informe anual de delitos de odio, pero la SETA (Fundación para la Investigación Política, Económica y Social, financiada por el Gobierno turco) denunció un delito de odio por prejuicios contra los musulmanes en agosto de 2018: «un grupo discriminatorio organizado hizo una pintada en la pared exterior de una tienda». En agosto de 2018, la SETA registró dos delitos de odio contra musulmanes que consistieron en «un acto vandálico contra un monumento en recuerdo a las víctimas de un reciente intento de golpe de estado contra el Gobierno de Turquía en el que destruyeron con maquinaria pesada los nombres de los fallecidos y una bandera turca. Es el segundo incidente similar contra este monumento que se produce en el mismo año».
El informe anual sobre islamofobia elaborado por la SETA en 2018 concluye que los incidentes islamófobos están relacionados normalmente con sentimientos en contra de los turcos, como los que se produjeron durante los actos conmemorativos del Año de Scanderberg (el 550º aniversario de la muerte de un albanés famoso por su guerra contra el Imperio otomano). En el informe sobre 2019, la SETA apuntó que, tras el terremoto que se produjo en noviembre de 2019, en Albania aparecieron «discursos de odio y sentimientos antiislámicos en las redes sociales» como respuesta a la publicación de citas religiosas del primer ministro en su página de Facebook. La SETA considera que el fenómeno de la islamofobia en Albania suele referirse la financiación de la gran mezquita de Tirana por parte de los turcos y a la idea de que a la mayoría musulmana del país no se le debería conceder el acceso a la Unión Europea.
Debido a la pandemia de coronavirus de 2020, la comunidad islámica y la Iglesia católica de Albania suspendieron temporalmente todas las actividades y cerraron en marzo las mezquitas e iglesias, salvo para la oración personal y los funerales. Posteriormente, se impusieron restricciones o modificaciones a las actividades de culto ante el repunte de casos que se produjo al relajar las normas.
En mayo de 2020, se encontraron dos cócteles Molotov sin explotar cerca de la mezquita Namazgja en Tirana, aún en construcción, que se encuentra delante de la entrada del edificio del Parlamento albano. No está claro cuál de los dos edificios era el objetivo.
En julio de 2020, Albania inauguró en Tirana un monumento a las víctimas del Holocausto para rendir homenaje a «los albanos, cristianos y musulmanes, que comprometieron su vida para proteger y salvar a los judíos». La pequeña comunidad judía que vive en Albania abandonó el país y se marchó a Israel justo después de la caída del régimen comunista en 1991.
En octubre de 2020, Albania se convirtió en el primer país de mayoría musulmana en adoptar oficialmente la definición de antisemitismo elaborada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto y en «prometer luchar contra los prejuicios antijudíos». La decisión se tomó unos pocos días antes de que se celebrase el primer Foro Balcánico sobre Antisemitismo, organizado por el Parlamento albano. En el transcurso de dicho foro, el primer ministro de Albania calificó al antisemitismo de «amenaza contra nuestra civilización».
El informe de la Comisión Europea publicado en octubre de 2020 sobre Albania concluyó que, «por lo general, se defienden» la libertad de pensamiento, conciencia y religión y que «continúa la armonía y la cooperación interconfesional».
Aunque en marzo de 2020 el Consejo de Europa acordó iniciar negociaciones para el ingreso de Albania y Macedonia del Norte, Bulgaria bloqueó en noviembre el acuerdo de un marco de negociación a causa de algunas disputas no resueltas con Macedonia del Norte sobre su idioma e historia. En diciembre de 2020, representantes de la Unión Europea instaron a que se acabara con el retraso, advirtiendo a Bulgaria de que «es un riesgo que socava la seguridad en los Balcanes, y en Europa en general».
En diciembre de 2020, unos manifestantes lanzaron piedras contra edificios del Gobierno, prendieron fuego a un árbol de Navidad delante de la oficina del primer ministro y rompieron la decoración navideña de la principal plaza de Tirana porque la policía había disparado contra un hombre que no había cumplido sus órdenes durante el toque de queda impuesto con motivo de la pandemia.
La tolerancia religiosa entre la comunidad islámica y las Iglesias ortodoxa y católica sigue siendo uno de los pilares centrales de la estabilidad en el seno de la sociedad albana. En el período que se estudia en este informe, las relaciones entre los musulmanes y los cristianos albaneses siguen siendo buenas.
Sin embargo, la religión es un importante aspecto a tener en cuenta en el caso de esta nación que intenta lograr desde 2014 la adhesión a la Unión Europea. Si Albania ingresara en la Unión Europea, sería el primer país de mayoría musulmana. El concepto musulmán de no separación entre religión y Estado podría producir un choque de valores culturales y políticos.