El retrato de la indefensión en la frontera de Venezuela

Luego de las controvertidas elecciones presidenciales en Venezuela sigue en aumento el flujo de migrantes que buscan mejores posibilidades en otras naciones, y sigue generándose una gran necesidad de atención a miles de venezolanos que cotidianamente cruzan la frontera colombo-venezolana.

En el Puente Internación Simón Bolívar que une a las ciudades de San Antonio del Táchira (Venezuela) y San José de Cúcuta (Colombia), los controles son arduos para quien desea salir del país que vive una grave crisis política, económica y social. Muchos no alcanzan a pasar la frontera, por lo cual deben deambular por la población fronteriza en búsqueda de ayuda humanitaria.

 

 

Es el caso de Fernando y Marisela junto a sus dos hijos: Luis y Camila, de 3 y 7 años de edad respectivamente, viajaron desde Caracas para cruzar la frontera con el objetivo de llegar hasta Ecuador, pero por dificultad con los documentos de los menores de edad no han podido salir del país.

“La vida esta difícil en la capital, es mejor emigrar”, dice Fernando. Ahora con escasos recursos pernotan en la plaza de la comunidad junto a otros migrantes, y realizan trabajos de la economía informal mientras solucionan su problema y continúan su viaje.

 

A picture of helplessness on the Venezuelan frontier

 

 

Un reporte de la organización Internacional de las Migraciones, publicado el pasado 14 de mayo, señala que la cifra de inmigrantes venezolanos en América Latina y el Caribe creció de 89.000 a 900.000 mil personas de 2015 a 2017, con un aumento superior a 900%.  Sin tomar en cuenta a los ciudadanos que pasaron la frontera por caminos irregulares hacia Colombia o Brasil.

Para el Obispo de la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela, monseñor Mario Moronta, la situación en esta frontera “es el retrato de la desamparo de tantos venezolanos que no consiguen lo suministros básicos y necesarios para la vida diaria: alimento, medicina y otras cosas”, dijo.

Ante tal situación manifiesta el Obispo “la Iglesia, impulsada y guiada por el Espíritu Santo,  busca soluciones desde la caridad, con mucha humanidad para atender con lo que está a nuestro alcance a los migrantes”.

 

A picture of helplessness on the Venezuelan frontier

 

Cientos de personas cruzan diariamente este puente caminando, ya que la circulación de vehículos está cerrada desde agosto del año 2015. Algunos toman este cruce para ir a otras naciones de Suramérica, otros van hasta la ciudad de Cúcuta en busca de alimento o medicinas y luego regresan, y unos cuantos deciden quedarse en la frontera buscando improvisadas fuentes de trabajo.

Cómo el joven Andrés Vargas, de 18 años, que viajó desde Barquisimeto para ir hasta Chile, pero no le alcanzó el dinero y decidió quedarse en la frontera. “Aquí gano alguna comisión llevando a los viajeros hasta la venta de pasajes, y eso me alcanza para comer y algunas veces para pagar el albergue”, dijo.

 

A picture of helplessness on the Venezuelan frontier

 

Otros, luego de un largo viajes no alcanzar a pasar la frontera, por llegar en horario restringido, ya que entre 8 pm a 6 am el paso está completando cerrado. Le sucedió a la familia Fonseca -padre, madre, y sus tres jóvenes hijas- que viajaron 12 horas en autobús desde Valencia y al llegar a San Antonio la frontera estaba cerrada, pasaron la noche en la calle a la intemperie: “es una aventura, esa mala noche no se compara a los que hemos vivido en los últimos años”, expresó el señor Carlos Fonseca.

El sacerdote Reinaldo Contreras, Rector de la Basílica de San Antonio de Padua, ubicada a escasos metros de la frontera informó que la Iglesia responde a esta situación a través de la pastoral social, pero “con mucha dificultad, debido a la escases y altos precios de los alimentos, y la falta de infraestructura para la atención adecuada del migrante”.

Sin embargo, a diario las parroquias del eje fronterizo realizan jornadas de alimentación para ofrecer a los más vulnerables una ración de comida. Señaló el sacerdote que se están planteando la posibilidad de habilitar algún espacio, como una Casa del Migrante, para ofrecerles una ayuda más completa.

Muchos inmigrantes al cruzar la frontera también reciben el apoyo de “Casa de Paso Divina Misericordia” de la Diócesis de Cúcuta que ofrece a los inmigrantes servicio médico, atención pastoral, y distribuyen más de mil comidas diarias.

 

 

El Obispo de Cúcuta, Mons. Victor Manuel Ochoa describía en recientes declaraciones a la fundación pontificia Aid to the Church in Need (ACN) la situación como “un drama de dolor” y pedía oraciones: “La Iglesia está presente en la frontera, hemos querido ser la mano que acompaña a los hermanos venezolanos que sufren. Me acuerdo del Padre Werenfried, fundador de ACN, que distribuyó alimento a los refugiados en 1947. Queremos seguir las huellas. Les invito a que oren por Venezuela y por Colombia, para que encontremos caminos de paz y reconciliación.”

Aid to the Church in Need visitó recientemente la ciudad de San Antonio de Tachira (Colombia) para ofrecer apoyo y solidaridad a las diócesis fronterizas de Venezuela y Colombia en esta difícil situación que está pasando y estudiar futuras ayudas para el proyecto de la Casa del Migrante.

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