¡Lloramos lágrimas amargas por nuestros niños abandonados!

Entrevista con Mons. Cyr-Nestor YAPAUPA, obispo de la Diócesis de Alindao,  realizada por Jürgen Liminski para la fundación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) después de nuevos enfrentamientos entre facciones Seleka y grupos Anti-balaka aún presentes en la zona. Las hostilidades comenzaron el pasado 8 de mayo en respuesta a los secuestros y homicidios de algunos jóvenes en Datoko por parte de los Seleka. Tras la intervención de tropas de la ONU la situación se calmó. A pesar de ello hay unos 5.000 desplazados que están siendo atendidos en los centros de la Iglesia católica.

ACN: ¿Es posible hablar de una normalización de la situación del país tras los acuerdos políticos?

Mons. Cyr-Nestor YAPAUPA: Si somos fieles a la verdad, no podemos hablar de una normalización general de la situación en nuestro país desde el desencadenamiento de las crisis que atravesamos desde 2012 hasta hoy. En algún que otro momento y en algún que otro lugar se observan momentos de cierta calma en ciertas regiones, pero son muy efímeros, y no faltan los brotes de violencia que generan nuevas crisis. Casi todo nuestro país es inseguro por la presencia de personas armadas que ponen en peligro la libertad de los ciudadanos.

¿Cómo y de qué vive la gente en su diócesis? ¿De dónde proceden los víveres: comida, agua y leche?

Los habitantes de mi diócesis viven básicamente de productos agrícolas, mientras que las piezas de caza y pesca se han vuelto muy escasas en los últimos tiempos. De ahí el riesgo inminente de una crisis alimentaria que ya se está anunciando. La población ya no está segura cuando cultiva el campo, y los graneros y reservas de los campesinos han sido saqueados, robados e incluso incendiados. En cuanto al agua, la mayoría de la población de mi diócesis la obtiene de pozos perforados manualmente y de las fuentes de ríos naturales, entre otros. De las escasas fuentes modernas solo se beneficia una ínfima parte de la población. Sin embargo, en las condiciones de la actual crisis, puedo afirmar con toda seguridad que el acceso al agua potable es muy difícil, si no crítico, porque, debido a la inseguridad, resulta muy peligroso acercarse a los lugares de donde se extrae. Para la población de mi diócesis sería muy beneficiosa una intervención de potabilización de ciertas aguas freáticas que llenan los pozos y de otros puntos de agua en la naturaleza.

¿Prestan ayuda en su diócesis las instituciones internacionales, las ONG o la Iglesia?

En primer lugar, debo confesarle con pesar que la crisis que atravesamos actualmente parece ser una situación muy desconocida porque está menos presente en los medios de comunicación que la de otras zonas (Bangui, Bangassou, Bria, Bambari, etc.). Dado que nuestra crisis apenas ha sido hecha pública, ¿cómo vamos a recibir suficiente ayuda de las instituciones internacionales? La Iglesia de mi diócesis lucha sola por asegurarles a los refugiados un mínimo vital a través de Cáritas y CORDAID. Pero, francamente, le aseguro que la precariedad sigue clamando al cielo y que nuestros medios para ayudar a todos los afectados son muy limitados.

¿Están funcionando las escuelas?

En tiempos normales ya teníamos problemas con las escuelas de nuestra zona, pero hacíamos todo lo que podíamos por la educación de los jóvenes. Hoy, el dolor es doble al constatar que esta ola de violencia hace añicos nuestros esfuerzos y que nuestros niños ya no pueden acudir a la escuela, porque todas las escuelas han cerrado sus puertas. ¡Lloramos lágrimas amargas por nuestros niños abandonados! No obstante, no hemos perdido la esperanza y estaríamos dispuestos a llevar rápidamente a la práctica cualquier medida en su favor. Estoy totalmente abierto a la mano que se nos puedan tender en este sentido, a fin de ofrecerles a nuestros niños una última oportunidad de recuperar el tiempo perdido.

¿Cómo se llevan los cristianos con los musulmanes en la Diócesis de Alindao?

Ante todo, puedo afirmar que mi diócesis es una de las partes del país que todavía alberga a centroafricanos de todas las religiones, incluidos musulmanes. En esta diócesis, los cristianos, tanto católicos como protestantes, siempre han vivido en una perfecta simbiosis con los musulmanes. La prueba es que en casi todas las subprefecturas de la región que abarca mi diócesis hay organizaciones llamadas plataformas religiosas que promueven la preservación de los vínculos interreligiosos y la consolidación de la paz social entre los diferentes grupos.

La gran sorpresa ha sido constatar que, a raíz de la crisis actual, algunos musulmanes hayan pasado a hostigar a algunos de sus hermanos cristianos. Esto ciertamente ha afectado al vínculo de confianza que antes prevalecía. Pero vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que se reconsidere esta discrepancia insólita y para privilegiar la voz del diálogo y la aceptación del otro en aras de restablecer la confianza.

¿Cuántos sacerdotes y religiosas se ocupan de los refugiados?

Actualmente, en mi diócesis solo contamos con sacerdotes, porque las religiosas se fueron tras los sucesos de 2013 y todavía no han vuelto. La situación es imposible para ellas. Con los sacerdotes y el personal de la Iglesia –en total, diez personas– nos organizamos para gestionar los asuntos corrientes de la diócesis, a los que hoy se añade esta urgencia humanitaria que es un desafío para nuestra comprensión del compromiso evangélico.

¿Y cuál es la impresión general de la gente, como está su ánimo?

Los resultados de algunos discretos sondeos realizados por mis sacerdotes entre los creyentes después de Misa indican que la gente es consciente de que la crisis en Alindao parece muy marginada y dejada de la mano de Dios. Según los pareceres compartidos tras nuestras celebraciones, solo la Iglesia Católica se esfuerza en proveer seguridad, protección, cuidados y víveres para las personas afectadas.

He aquí un testimonio de lo que un creyente cristiano le dijo al sacerdote que acababa de celebrar la Misa: “¡Usted ya hacen bastante! Si no llega ayuda para apoyarlo en sus esfuerzos, no se preocupe, que nosotros sabemos que a nadie se le puede pedir lo imposible. Nosotros rezamos por que esta situación termine pronto para poder regresar lo antes posible a casa. Se ayuda a la gente en todos los lugares, pero aquí nadie se interesa demasiado por nuestro drama. Nuestro único baluarte es Dios, y esta es la razón por la que acudimos cada día a Misa, para implorar a Dios para que arregle nuestra situación. Afortunadamente, la Iglesia Católica está aquí para ayudarnos. El Obispo lucha en primera línea para encontrar una solución a esta crisis”.

¿Y los niños?

Como usted sabe, nuestros niños normalmente tienen actividades que estructuran su vida. En situaciones normales, su jornada se divide entre la escuela (para los que acuden a ella), el trabajo en el campo (en el caso de los hijos de campesinos), los juegos y la distracción para todos después de sus respectivas actividades. Sin embargo, en las condiciones en las que nos encontramos hoy, la crispación es muy fuerte entre los niños, pues se ven confrontados con el problema de la violencia, que obliga a sus padres a huir, lo cual trastoca sus actividades normales. Uno se pregunta lo que puede significar esta situación en la mente de estos niños deportados brutalmente a este campo de refugiados, donde el ruido de las armas no cesa de retumbar a su lado.

En pocas palabras, los niños permanecen encerrados bajo las alas de sus padres asustados. Mis sacerdotes y yo a menudo visitamos a los desplazados para animar a los padres y a sus hijos, con el fin de que recuperen la esperanza, pero el temor todavía es muy intenso. Salta a la vista que los niños necesitan un gran espacio de libertad para ejercitarse, pero, por desgracia, carecen de los medios adecuados para hacerlo en estos tiempos de crisis. De ahí la necesidad urgente de crear para ellos un espacio de esparcimiento y, sobre todo, una escuela adecuada en la que se promueva la paz, para extirpar rápidamente de su espíritu las tendencias a la violencia, el odio o la venganza. Pues, como usted sabe, el espíritu de los niños tiende más a memorizar ingenuamente los acontecimientos para luego imitarlos que a discernirlos.

La fundación Aid to the Church in Need está en contacto con Mons. Cyr-Nestor Yapaupa  y pide ayuda para asistir a la diócesis en la situación de emergencia en la que se encuentra.

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